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Protestante Digital

 
Juan Antonio Monroy
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Alétheia, en memoria de José Grau

Convertido a la única fe verdadera, la única fe que tiene sentido, Grau inició una larga carrera como escritor y teólogo hasta su muerte el 15 de enero de este 2014.

EL PUNTO EN LA PALABRA AUTOR Juan Antonio Monroy 04 DE DICIEMBRE DE 2014 22:50 h
Grau José Grau, en imagen de archivo.

ALÉTHEIA es una revista editada por la Comisión de Teología de la Alianza Evangélica Española. La dirige el fino intelectual hispanófilo residente en Valladolid, Stuart Park. Este número 45 está enteramente dedicado a recordar la figura de José Grau. El ejemplar que comento tiene 85 páginas.



Grau nació en Barcelona el 1 de enero de 1931. En sus años juveniles estuvo enfrascado en literatura atea y agnóstica. Hasta que tuvo lugar el encuentro personal con Cristo. Transcribo sus palabras: “incluso en los años de mi ateísmo, y aún por reacción, Dios era un tema profundamente serio para mí. Lo que despertó mi inquietud espiritual no fue tanto el más allá como el más acá. No la muerte, sino la vida y su significado. No era la huida de la vida sino el encuentro con la misma lo que me llevó a interesarme por el Evangelio”.



Convertido a la única fe verdadera, la única fe que tiene sentido, Grau inició una larga carrera como escritor y teólogo hasta su muerte el 15 de enero de este 2014.



Según José Alfredo Jiménez venimos de un mundo raro y la muerte nos introduce, a los convertidos, a otro mundo donde todo es natural, todo es claridad, todo encuentra explicación.



En este número de ALÉTHEIA escriben nueve conocidos autores. Cada uno de ellos expresa su pensamiento y su sentimiento en torno a Grau. No puedo obviar a ninguno. Me propongo dar cabida a todos en esta crónica. Serán frases cortas de cada uno de ellos. Todos hablan de lo que recuerdan. El psiquiatra Carlos Castilla del Pino dijo que la memoria es un instrumento con el que nos hacemos. Somos lo que recordamos.



Este número de ALÉTHEIA lo abre el británico españolizado Stuart Park. Dice, con acierto, que en Grau conviene destacar “su visión de futuro y su capacidad de anticiparse a los tiempos, el don de la claridad y de la pertenencia que caracterizan toda su obra escrita: su humildad y fe inquebrantable en Cristo”.



Park rinde tributo a María Beltrán, quien fue esposa de Grau desde el momento en que dijo “si quiero” ante el altar hasta el “no quiero” cuando se lo arrebató la muerte.



Los recuerdos son un mundo. Un mundo que nos hace revivir, vivir el pasado y alumbrar el futuro.



Silvia Grau, hija de José, apela al recuerdo. Escribe un párrafo con una gran dosis de ternura. Aporta una nueva visión del encuentro del escritor con Cristo. Dice: “En los años 50, los periódicos estaban obligados a publicar las lecturas bíblicas de la misa dominical. Un domingo, EL CORREO CATALÁN reproducía el texto de San Juan en que María Magdalena se dirige a la tumba de Jesús. Este pasaje conmovió a mi padre muy profundamente y despertó en él un intenso deseo de leer la Biblia, libro poco asequible en aquella época pero que él se esforzó en buscar entre los libreros de viejo del Mercat de Sant Antoni de Barcelona, hasta encontrarlo. Así, a través de un periódico, la Palabra de Dios salió al encuentro de mi padre, y su poder actuó en su vida como fuente inagotable, no sólo de estudio sino de creencia y convicción”.



 





El artículo más largo que contiene ALÉTHEIA lo firma Pedro Pérez. En sus párrafos iniciales encuentro el argumento perfecto para enlazar con los recuerdos sentimentales de Silvia. Aquí van:



“José Grau Ballcels nació el día 1 de enero de 1931 en Barcelona. Estudió comercio e idiomas (francés) y en 1953 se convirtió al cristianismo evangélico tras una etapa de profundas inquietudes espirituales y sincera búsqueda de Dios. Su interés por conocer la Palabra de Dios le llevó a asistir a los cultos que se celebraban en la capilla evangélica situada en el Pasaje Nogués de Barcelona. Ya convertido a Cristo, mostró un gran interés por aumentar su conocimiento de la Palabra de Dios. Él fue uno de los jóvenes que asistían a las clases semanales de teología que D. José M. Martínez impartía en su domicilio, allí inició sus estudios personales en el campo de la bibliología, la teología y, de modo muy relevante, la Historia de la Iglesia. Luego, en lo que fueron los primeros pasos de la Escuela Evangélica de Teología (FIEIDE), ubicada en la Iglesia de la calle Verdi, y teniendo como profesores a D. Joel Bermúdez, cubano que había cursado estudios teológicos en un reconocido seminario teológico de Estados Unidos, y a D. José M. Martínez, completaría su formación bíblica y teológica”.



¡Con cuánto placer cito el nombre de Samuel Escobar! Gran cristiano. Gran escritor. Gran conferenciante. Gran viajero. Gran historiador. Gran biblicista. Gran teólogo. Gran amigo. Amigo de José Grau y entrañable amigo mío.



 



 Escobar enfatiza la cualidad y el talante teológico de Grau. Escribe estos párrafos: “¿Desde qué perspectiva teológica ha realizado Grau su monumental evaluación crítica del desarrollo del catolicismo? En mi opinión el articuló su perspectiva protestante y evangélica en un libro publicado en 1966 y que considero uno de sus mejores libros en cuanto a método teológico. EL FUNDAMENTO APOSTÓLICO (EEE, 2ª edición 1973). Aquí nuestro autor expone las bases bíblicas, históricas y teológicas de nuestra confianza en la autoridad de la Biblia como punto de partida de la tarea de hacer teología. Grau llegó a familiarizarse como pocos con la rica producción bíblica y teológica de fuente evangélica en inglés que floreció a partir de mediados de la década de 1950. En sus libros aparecen nombres como los de F.F. Bruce, E.J. Young, N. Stonehouse, y Bernard Ramm, entre otros”.



“Sin embargo, además de conocer la producción teológica en inglés, Grau conocía la teología protestante en francés, italiano y otros idiomas europeos y se valía de ella. Es así como se puede observar, en una nota del prefacio de la tercera edición de EL FUNDAMENTO APOSTÓLICO (ED. Peregrino 2010), que Grau se complace de haber sido pionero en la introducción de la obra de teólogos protestantes europeos como Oscar Cullmann y H. N. Ridderbos al ámbito del pensamiento evangélico de habla hispana. Señala, con toda razón, que su libro “sirvió para despertar el apetito teológico en algunos sectores de nuestro pueblo evangélico”, y agrega: “El que ahora haya de procederse a una segunda edición nos estimula en nuestro quehacer y nos hace albergar esperanzas – que empiezan a confirmarse gracias al excelente trabajo de los teólogos evangélicos latinoamericanos –de un no lejano florecimiento teológico en las iglesias evangélicas de habla hispana”.



El siguiente nombre por orden de los autores que figuran en ALÉTHEIA es Juan Antonio Monroy, quien escribe esta crónica, yo mismo, si es que realmente yo soy yo. El director de la revista me pidió un artículo sobre Grau como escritor. Estoy acostumbrado a estos pedidos. Escritor soy. Y conforme van pasando los años, más exigente conmigo mismo. Con frecuencia me ocurre que no me gustan las frases que escribo.



También yo invoco la memoria. ¡Qué se le va hacer! Después de todo, la memoria es esa potencia del alma por medio de la cual retenemos y recordamos el pasado. Anclado en la memoria, escribo esto: “Aunque este artículo obedece a una petición recibida del director de la revista ALÉTHEIA, no se trata de un escrito producto de laboratorio. No hace falta. Cada párrafo, cada línea, cada palabra me la dictan la memoria y el corazón. He mantenido con José Grau una amistad que se ha prolongado a lo largo de 60 años. Ya en junio de 1957 publiqué en LUZ Y VERDAD, la revista que yo dirigía en Tánger, un artículo escrito por Grau con el título EL PENSAMIENTO RELIGIOSO DE ALBERTO CAMUS. Decía Grau que “los personajes de Camus son seres insatisfechos que tienen hambre y sed de justicia verdadera en ellos y en la creación que les rodea. Son figuras inteligentes que ahondan en la condición humana y llegan a la misma conclusión que la que se halla en la Biblia”.



“Grau tenía entonces 26 años. La inquietud por el tema le venía de sus propias vivencias intelectuales. A esa edad ya desbordaba interés por los grandes hombres y mujeres que forjaron el pensamiento de millones de personas a través de los libros. En la cima de su vida joven la inteligencia y la conciencia ocupaban lugar preferente en la jerarquía de valores”. 



“De edades parecidas, desde que estrechamos nuestras manos por vez primera algunos años antes de aquél 1957, nuestras vidas, aún en la distancia, anduvieron caminos paralelos. En aquella España gobernada por el nacionalcatolicismo tanto o más que por el franquismo, donde los protestantes estábamos intolerados, discriminados, perseguidos, injuriados, apartados de la sociedad, Grau, como Pablo, llevó en su cuerpo las marcas del Señor Jesús. Supo lo que era sufrir a causa de su fe, firmemente anclada en el Maestro de Galilea”.



 





El próximo autor en elogiar la figura y la obra de Grau es Miguel Sirerol. Alumno que fue de Grau, lo recuerda y lo ensalza como profesor: “Después de haber pasado más de treinta años como alumno de José Grau, recuerdo la expectativa que despertaba en nosotros sus clases. La profunda convicción de las “verdades bíblicas” que nos transmitía hacía que nuestro interés por recibir sus enseñanzas no decayese a pesar del cansancio que podíamos llevar después de nuestras jornadas de trabajo”.



“De aquí que las dos horas de clase de los lunes nos resultasen no tan solo instructivas, sino que puedo asegurar que “refrescantes” y que el tiempo transcurrido nos pareciese corto. Destaco su gran “capacidad de síntesis”, ya que no era fácil enseñar en tan corto período de tiempo toda la introducción a los libros bíblicos y su correspondiente teología”.



“El contenido de su enseñanza, claro y directo, basado en una teología bíblica cristocéntrica y nada especulativa, llegando al centro del mensaje y dejando la esencia del mismo en cada uno de sus comentarios y dando un tiempo para preguntas y aclaraciones, daba a sus clases un nivel interactivo que las hacía muy atractivas y amenas”.



Siserol concluye su artículo con estas palabras de reconocimiento y agradecimiento: “Damos gracias al Señor por el privilegio que nos concedió de haber sido alumnos de D. José Grau y habernos enriquecido tanto espiritual como humanamente con su ministerio como maestro y como persona”.



“Él ha sido todo un ejemplo de dedicación, constancia, paciencia y humildad, pue José Grau, mucho más que un profesor, un predicador, un escritor, o un conferenciante, ha sido para la Iglesia Evangélica un Maestro en el sentido más amplio”.



 





El prestigioso escritor Pedro Puigvert, figura histórica del protestantismo español y actual director de la revista literaria SÍNTESIS, también retrocede en el tiempo. Escribe de su estrecha relación con Grau como alumno y profesor y cuenta: “Cuando empecé a estudiar solamente llevaba tres años de convertido, de manera que muchas de las enseñanzas eran totalmente nuevas para mí. La asignatura que impartió durante todo el tiempo que enseñó en el CEEB fue “Introducción a la Biblia”, pero esta no era dada como se acostumbra habitualmente, sino que a los temas propios de la introducción bíblica añadió la teología bíblica, mostrando el concepto central y unificador de la teología, desde el A.T. al N.T. Su manera de enseñar la asignatura tomó tal carta de naturaleza que en poco tiempo, los alumnos, de manera coloquial pasaron a llamarla “la clase del Sr. Grau”.  Como alumno, tuve una grata experiencia que no se me olvidará nunca. En el tercer curso teníamos que estudiar el título “El Hijo del Hombre” y me encargó que leyera y estudiara lo que sobre este título dice Oscar Cullmann en su CRISTOLOGÍA DEL NUEVO TESTAMENTO y una vez hecho esto tendría que explicarlo a los demás alumnos. Ignoro los motivos que tuvo para pedirme que hiciera este trabajo. Evidentemente, estudié a fondo este título, pero debo reconocer que la ignorancia es muy atrevida, puesto que dar una clase a mis condiscípulos cuando era un aprendiz como ellos fue un acto de atrevimiento, sobre todo porque la edición de dicha obra era la de La Aurora de Buenos Aires, que en lugar de transliterar los términos hebreos y griegos, como en la edición actual de Sígueme, estaban en estas lenguas y entonces no tenía conocimientos de ninguna de ellas”.



Concluye Puigvert: “Verdaderamente, le está reservado un honor más alto, la corona de justicia, la cual le dará el Señor, juez justo, en aquel día, porque ha peleado la buena batalla, ha acabado la carrera y ha guardado la fe. Ahora goza de la bienaventuranza de los que han muerto en el Señor, descansa de sus fatigosas tareas, pues sus obras le acompañan”.



Sigue un incansable y profundo escritor, uno de los grandes intelectuales que tiene el protestantismo español contemporáneo: José de Segovia. En su ya famoso libro LOS INTELECTUALES, el británico Paul Johnson dice que “el intelectual es un observador capaz de penetrar la trama social e individual del momento histórico en que vive para operar transformaciones en la comprensión de quienes lo consideran un referente válido”.



Este es José de Segovia. Aunque nuestro escritor piensa siempre en cristiano, no sólo penetra la trama evangélica, la nuestra, también la trama política, la trama económica, la trama literaria, la trama artística, además de la trama social e individual de su quehacer histórico. Luego escribe artículos reflexivos y razonados que Pedro Tarquis publica en PROTESTANTE DIGITAL.



Dije en mi artículo que la intención era publicar una descripción de los libros escritos por José Grau, pero carecía de todos ellos.



No pasa nada.



Lo hace admirablemente José de Segovia. En su contribución a este número de ALÉTHEIA la bibliografía que ofrece incluye, según he podido contar, 33 libros originales y 11 escritos en colaboración con otros autores. El primero está firmado en 1960 y el último el año 2009.



Si la bibliografía, según la definición clásica, tiene por objeto fichar todos los textos publicados por un autor, José de Segovia se muestra en este trabajo como un excelente bibliógrafo.



Gracias, José.



 





El director de ALÉTHEIA pone broche de oro a este número dedicado a honrar la figura de José Grau con la firma de otro hombre de oro. Hombre de oro, cristiano de oro y escritor de oro. El psiquiatra Pablo Martínez, digno hijo de su dignísimo padre.



Pablo dice que su amigo Grau era hombre fuerte porque se sabía débil, hombre humilde porque era sabio, hombre agradecido porque amaba. Repite la frase de Pedro Tarquis en su reseña de PROTESTANTE DIGITAL: “Fue un grande de nuestra historia y corazón, ejemplo de grandeza y humildad”.



Además de Tarquis, Pablo referencia también a su padre, el grande, sabio y bueno José María Martínez. El año 2013 le fue concedido a Grau el premio Jorge Borrow. En aquella ocasión José María definió a su discípulo y amigo con las palabras que transcribo: “José Grau ha sido escritor prolífico, editor valiente, teólogo coherente y maestro cercano”. En todas estas facetas es mucho y bueno lo que se puede decir de él, pero respetando su deseo no lo haremos. Dejamos de lado el personaje –una vida llena de logros- y nos centramos en la persona, porque aquí es donde vemos brillar con fulgor la obra que Dios hizo en él y que podemos resumir en una frase: una vida llena de gracia, la gracia de Dios. La vida de José Grau ha sido un monumento a la gracia y la providencia de Dios. Me consta que uno de sus versículos favoritos era: “Por la gracia de Dios soy lo que soy (1 Co. 15:10)”.



“Una vida sin gracia es una vida desgraciada (interesante la evolución de la palabra y cómo ha perdido hoy su significado original). Pero Don José Grau lo conservaba plenamente cuando reconocía: “Yo habría sido muy desgraciado a no ser por la gracia de Dios”.



Largo me ha quedado este artículo. Pero no lo lamento. El tema lo requería.



Quien desee tener un ejemplar de esta revista puede solicitarla a la siguiente dirección.



ALIANZA EVANGÉLICA ESPAÑOLA

Calle Santa Otilia 27-29, escalera A, local

08032-Barcelona.       Teléfono 93 4208072


 

 


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COMENTARIOS

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Respondiendo a

Stuart Park
09/12/2014
13:54 h
1
 
Muchas gracias, Juan Antonio, por dedicar espacio a un número muy especial de Alétheia, por los comentarios vertidos, y por toda tu labor. Es bueno recordar a quienes nos han precedido, como la propia Palabra indica, y José Grau es un modelo a seguir, especialmente en los tiempos que corren, caracterizados por el afán de protagonismo y la superficialidad. Un saludo fraternal.
 



 
 
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