Alrededor de un centenar de personas asistieron este 26 de abril al V Encuentro Cristiano de Literatura, una cita organizada desde el año 2010 por la Asociación Cultural Evangélica Jorge Borrow en colaboración con la Alianza de Escritores y Comunicadores Evangélicos (Adece) y que en esta ocasión culminó con la entrega del Premio Borrow al teólogo protestante Plutarco Bonilla.
Sobre su figura y discurso giró un encuentro que
arrancó en el Ayuntamiento con una recepción a cargo de la concejala de Educación, Carmen Sánchez Bellota, y que
posteriormente pasó a instalarse en el colegio Fonseca, escenario central que acogió las intervenciones poéticas de Pilar Fernández Labrador, José María Muñoz Quirós, Juan Carlos López Pinto, Gloria Sánchez, Sánchez Terrones, Leopoldo López Samprón, Soledad Sánchez Mulas, José Amador Martín, Verónica Amat, Xenaro Ovín, Isabel Pavón, Juan Carlos Martín, Luis Alberto Ambroggio, Elena Díaz Santana, Marcelo Gatica, José Antonio Sánchez y Alfredo Pérez Alencart, además de la participación musical de Sara Sánchez.
El recital dio paso a la
intervención del premiado y verdadero protagonista de la jornada, Plutarco Bonilla.
En un discurso enérgico y profundo en su contenido argumentó la creencia en un solo Dios, pero no un Dios al uso. «No creo en el Dios de lo metafísico, ya sean filósofos o teólogos los que plantean un Dios que yo no veo en la Biblia, que es el libro sagrado de los cristianos. No creo en un Dios todopoderoso en sentido absoluto. Y no creo en un Dios inmutable», señaló Bonilla, residente en Costa Rica desde hace ya sesenta años.
«El Dios creador del que habla la Biblia en su poder se autolimita en el momento en el que crea el Universo como quiere que sea. No soy creacionista pero el método de creación no me preocupa. No creo en el Dios inmutable porque si la teología cristiana o la Biblia dice que Dios se hizo hombre en Jesús, ese hombre fue un embrión, un bebé, un joven, un adulto y eso es mudar. Si se define el Dios como un Dios de amor, el amor sin cambio es imposible. Inmutable es alguien que no tiene corazón», aseguró con rotundidad Plutarco, quien no se considera teólogo sino biblista.
La literatura cristiana, como no podía ser de otra forma, también tuvo una mención especial en su alocución. «Todo escritor, más aún el cristiano, tiene que buscar la excelencia. Su obra debe pertenecer a todos, creyentes e incrédulos, como la de San Juan, Fray Luis o Santa Teresa. No basta con escribir insulsos versos o narraciones propias de un catecismo bizco, y encima alejado de la totalidad del Evangelio. No basta con citar a Dios en cada línea para creerse cumpliendo una alta misión literaria», afirmó, apuntando que «al amado se le debe ofrendar el mejor entrañamiento del verbo. Si ello es así, todo lector, al margen de sus creencias, sabrá valorar la calidad de la propuesta literaria de quienes nos decimos cristianos».
Emocionado por encontrarse en la ciudad en la que dio clase su admirado maestro Unamuno,
Plutarco también tuvo unas palabras para Salamanca y lo que representa para él. «Salamanca resulta una ínsula propicia para las resurrecciones. Quiero decir que la literatura de temática cristiana encuentra aquí un jardín fecundo donde brotar de nuevo, con decantada pureza. Este encuentro es un grano de arena para potenciar la letra y el espíritu que honra al amado Galileo», sentenció poco antes de recibir el premio Jorge Borrow.
Este mismo reconocimiento antes recayó en las manos de Juan Antonio Monroy (2010), el teólogo Samuel Escobar (2011), el historiador Gabino Fernández (2012) y los teólogos y misioneros José Grau, José María Martínez y Pablo Wickham (2013).
La entrega de la obra 'Icthus VII', óleo con la simbología de los primeros cristianos encargado al pintor Miguel Elías, puso el brochea la quinta edición de los Encuentros de literatura cristiana.
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