Cuenta Alfonso Cardenal que
en los ochenta Mitty Collier comenzó a trabajar en una publicación de la Universidad de Chicago, organizando un servicio telefónico para orar por los problemas de las personas (un teléfono de la esperanza pero con fe), un proyecto que aún sigue. No se quedó sólo en la esperanza y la fe, sino que también puso una dosis práctica de amor, sirviendo comida a los más desfavorecidos de Chicago. Por todo ello el alcalde de Birmingham (Alabama) le entregó las llaves de la ciudad.
El soul está repleto de nombres olvidados por la historia. De leyendas que triunfaron en los años cincuenta o sesenta y que el tiempo dejó de lado. Artistas que ahora, medio siglo después, regresan con mayor o menor suerte, por aclamación popular o por necesidad artística. Este es el caso de
Mitty Collier, una enorme mujer que ha vuelto al estudio y a los escenarios tras muchos años alejada de la música, centrada en labores humanitarias y en su día a día como pastora de una congregación protestante de Chicago.
El regreso de Collier no ha acaparado portadas, casi nadie la ha dedicado unas míseras líneas a pesar de que su talento y su voz son parte del alma de América.
Collier acaba de pasar por el Porretta Soul Festival, el gran festival de Graziano Uliani, un italiano que levantó hace 26 años uno de los mejores festivales de Europa de música negra. “Descubrí a Mitty hace muchos años por sus grabaciones en Muscle Shoals, me interesa todo el material que se grabó allí”, explica.
“Le pregunté si podía cantar canciones seculares en el festival y me dijo que ya solamente cantaba gospel”. La pastora Collier aceptó ir al festival pero se negó a cantar canciones profanas. Ese tiempo de su vida había quedado atrás.
La actuación de Collier en Porretta demuestra que el tiempo no ha tratado mal a esta mujer que luce pelo corto, arrugas profundas y que tiene esa mirada sureña sinónimo de buen carácter y fuerte temperamento. Su voz, en cambio, sigue teniendo dulzura, potencia y rabia a pesar de haber tenido algunos problemas en los últimos años.
UNA VIDA INCREIBLE
Mitty Collier (Alabama, 1941) comenzó cantando en la iglesia evangélica negra, y como muchas grandes voces que se iniciaron en el gospel fue captada por el circuito comercial, como Whitney Houston o Elvis Presley.
Fue durante una visita a su hermana a Chicago, al ganar un concurso de talentos y fichar por Chess Records lanzando una quincena de sencillos durante los años sesenta. Su gran álbum de aquella época fue el intenso ‘Shades of a genius’ (1965).
Pero en los años setenta cambió el soul por el gospel de nuevo, una vuelta que otros grandes artistas no pudieron hacer al quedar atrapados. Editó entonces ‘The warning’.
Tras grabar ‘I am love’ en los ochenta,
comenzó a trabajar en una publicación de la Universidad de Chicago, organizando un servicio telefónico para orar por los problemas de las personas (un teléfono de la esperanza pero con fe), un proyecto que aún sigue. No se quedó sólo en la esperanza y la fe, sino que también puso una dosis práctica de amor, sirviendo comida a los más desfavorecidos de Chicago.
Por todo ello el alcalde de su localidad natal, Birmingham (Alabama), le entregó las llaves de la ciudad.
Finalmente
Collier se ordenó en el ministerio pastoral en los años noventa. El año pasado editó su último disco ‘I owe all to the world’, un álbum de música espiritual que ha presentado en Porretta ante la aclamación popular.
Mitty no ha vuelto a cantar ni soul ni R&B, aquella atractiva joven de las portadas de sus discos, que estaba en el mejor momento artístico y comercial explica en las entrevistas que no puede estar en los dos mundos, y que su compromiso con Dios va más allá del dinero, de los recuerdos de juventud, de la nostalgia. Es otra mujer, una que ha cambiado la forma de ver la vida y eso se refleja en su música.
Si quieres comentar o