Durante los años de Universidad, los estudiantes tienen la oportunidad de ir fuera del país durante unos cuantos meses para continuar sus estudios y tener la experiencia de vivir fuera de casa, conocer gente nueva, mejorar el inglés u otro idioma y avanzar con el curso.
Y aunque esto es así,
en los últimos años la palabra Erasmus se ha convertido más en sinónimo de fiesta que en sinónimo de estudios en el extranjero.
Esto no quiere decir que durante este período se excluya totalmente la actividad estudiantil, pero sí que
esta área ha pasado a un segundo plano con respecto a la fuerte vida social y el ambiente fiestero de esos meses.
LA VIDA DIARIA
Socializarse o morir.
Cuando se estudia en un Erasmus, la vida social es fundamental. Aparte de las clases, los exámenes y los trabajos, gran parte del tiempo se desarrolla en comunidad con otros. Y una parte esencial de esto son las fiestas.
“Aquí es donde lucho bastante.
Me doy cuenta de que hacen un montón de piña con estas fiestas y tienen experiencias juntos que yo no he vivido con ellos. Entonces me siento como un pez raro”, explica
Joëlle Philippe, una estudiante de periodismo española que se encuentra de intercambio en Boston, EEUU.
Lo cierto es que si uno quiere socializar, conocer gente y sentirse integrado con otros estudiantes, parece importante asistir a estas fiestas a las que prácticamente todo el mundo asiste porque si no, “te quedas fuera”.
Sin embargo, hay opiniones para todos los gustos, desde los que creen que no deben participar en estos ambientes, a los que asisten a la mayoría de celebraciones pero sin hacer algunas de las cosas que se hacen en ellas.
“Sé que no es positivo, que no es sano.
He asistido a unas cuantas fiestas y es aburridísimo porque la base de estas es emborracharse. No puedes divertirte si no lo haces. Entonces, prefiero verlos para comer, o ir al cine con ellos... pero eso es menos frecuente”, sigue contando Joëlle.
CUESTIÓN DE FE
Para muchos, el hecho de salir de casa de los padres, del ambiente familiar de la iglesia y del grupo de jóvenes de toda la vida, marca un antes y un después en su relación con Dios.
Con pocos contactos cristianos, a veces sin una iglesia o un amigo que te respalde, es difícil mantenerse firme y muchos se plantean cosas que no se habían planteado antes en su vida cristiana.
“En general,
el intercambio pone a prueba tu fe por la tentación de no ir a la iglesia y si no encuentras un buen apoyo espiritual”.En muchas ocasiones, los estudiantes erasmus cristianos se enfrentan con situaciones difíciles y a veces no tienen la suerte de encontrar a alguien a su alrededor que pueda darles un buen consejo.
“Seamos sinceros, es muy fácil que te empiece a gustar un chico, que este chico sea abierto y quiera pasárselo bien y empiece a ligar contigo. O beber más de la cuenta.
Son tentaciones reales que están ahí. Y tus amigos cristianos no están para decirte: `No, no hagas esto, es malo para ti´”.
En el caso de Joëlle, ella se puso en contacto con InterVarsity, que es el GBU estadounidense. Allí, se hizo amiga de otra chica cristiana, también de intercambio, que se ha convertido en su apoyo y una persona con la que poder rendir cuentas. Sin embargo, reconoce que otros cristianos “no son tan insistentes y se alejan al menos durante los meses del intercambio”.
HABLANDO DE DIOS EN EL AMBIENTE ERASMUS
La convivencia y
los lazos de amistad que se crean entre los estudiantes es una gran oportunidad para compartir sobre la fe, pero… ¿son los jóvenes receptivos a escuchar sobre Dios?
“Creo que
al estar lejos de casa, son mucho más abiertos. He tenido conversaciones interesantes con mis dos compañeros de clase de Barcelona que han venido conmigo. Conversaciones que nunca hubiera tenido en casa”.
Sin embargo, esto suele ocurrir normalmente en grupos pequeños: “Esto solo pasa cuando tienes una conversación con dos o tres personas. Con más la cosa se complica porque en general se lo toman a broma”.
Durante el tiempo que lleva estudiando en Boston,
Joëlle ha podido compartir sobre Dios y orar por sus compañeros: “Es una pasada descubrir que si planteas a gente orar por ellos, siempre te dicen: Por favor, hazlo”.
Además, en muchos casos, sus amigos no cristianos piden consejo sobre situaciones específicas delicadas en las que es difícil saber actuar sabiamente: “Te enfrentas con problemas como que una chica te cuente que quiere cortar con su novio (en Europa) porque le gusta un chico del grupo de intercambio. ¿Qué consejo le das? ¿Cómo explicar tu visión del noviazgo? ¿Cómo aconsejar y no juzgar? Y aunque es una perfecta oportunidad para compartir el evangelio, es muy difícil”.
Hay algunos que se alejan porque se sienten juzgados porque “mi actitud no es como la suya, saben que yo no haría eso por mi fe”; y aquellos a los que simplemente les parece algo extraño pero lo aceptan: “Te preguntan y se plantean y te aprecian por cómo eres. A lo mejor no vas a las fiestas pero sí que quieren tomar un café contigo y hablar un rato”.
LECCIONES APRENDIDAS
A pesar de ser difícil en diferentes momentos,
la vida como cristiano de Erasmus tiene también muchos lados positivos.
Hugo Vieira, que estudia Comunicación Audiovisual en Exeter, Inglaterra, cuenta cómo salir fuera de su zona de comodidad ha hecho que se forme más como persona:“
Me parece un problema que mucha gente no pueda irse fuera hasta edades muy tardías, porque al hacerlo, te das cuenta de muchas cosas y lo que haces, lo haces convencido y por razones reales y no por costumbre”.
Cuando se le pregunta si recomendaría a otros cristianos salir a hacer un Erasmus, afirma convencido: “Por supuesto que
se lo recomendaría a cualquier cristiano y no cristiano, no veo ningún conflicto realmente entre ir a estudiar fuera y ser cristiano. Para mí no es más que estudiar en una universidad que no está en mi ciudad de origen”.
Joëlle también afirma: “Hay otras cosas muy positivas. La gente no solo sale de fiesta. Aunque un porcentaje grande que sí, también hay otras actividades: partidos de básquet, hockey, futbol...”.
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