“Los nadies, los hijos de nadie, lo dueños de nada”. Este verso de un poema de Eduardo Galeano ha inspirado la nueva obra del artista Antonio Soto. “Es más fácil de comprender cuando se ve que cuando se habla”, nos dice mientras nos explica su visión del arte.
El pintor guipuzcoano vive desde hace años con su mujer y sus dos hijas en la provincia de Córdoba. “Los Nadies” es la última creación de una trayectoria creciente a lo largo de bastantes años. Temas como “Razones para creer…. O no”, “El largo silencio”, “Nada nuevo bajo el Sol”, “Et lux in tenebris lucet” y “Un trozo de bosque” son el trasfondo sobre el que
Antonio Soto ha construido ahora su nueva colección.
Los rostros que presentó públicamente por primera vez en la Facultad de Filosofía de Granada (dentro de las Jornadas ExpresArte de los Grupos Bíblicos Universitarios) son una
“colección itinerante”, explica. El autor quiere que los cuadros viajen todos los kilómetros de autopista que haga falta y puedan ser vistos en entidades, asociaciones, iglesias…
Lo primero que impacta a alguien que se acerca a “Los Nadies” son los ojos de sus protagonistas. Sus miradas interrogan al espectador e incluso le pueden hacer sentir incómodo. Cada expresión explica una historia. La esperanza de un hombre que ha tenido que salir de su tierra para sobrevivir, el vacío de una niña traficada o el temor de un niño con heridas psicológicas de guerra.
El propio autor explica que hay algunos de “Los Nadies” que le impactan especialmente.
“Me quedo con Asur, un niño checheno que sufre traumas de guerra”. Describe la extraña sensación de redescubrir un personaje que salió de sus propios pinceles. “Puedes alejarte, mirarlo y tener la sensación de que tú no has pintado lo que ves, lo que expresa. Esa expresión de Asur, va más allá de mi comprensión de su problema y cuando lo miro, no sé qué decirle, cómo ayudarle, qué ofrecerle”.
“TRANSFORMAR LO OCASIONAL EN CONTÍNUO”
En sus exposiciones, Soto se acerca a menudo a quienes observan su obra, quiere conocer de primera mano las impresiones del espectador. De ahí surgen conversaciones, espacios para reflexionar sobre la realidad de esos ‘nadies’ de carne y hueso: las personas ignoradas, las que viven a nuestro alrededor.
“Es difícil cambiar el mundo, pero si
el arte en su faceta histórica es capaz de proponer un mundo alternativo, crear un espacio para la esperanza, transformar lo ocasional en continuo, eso nos lleva a aquello que me mueve a continuar con mi trabajo: la reivindicación, la denuncia, la lucha por los derechos sociales”.
El autor sabe que una pintura puede impactar a las personas hasta el punto de transformar sus puntos de vista. “El arte no tiene por qué crear un ‘entorno acogedor’,
el arte es profético, es voz que se alza en el desierto, plantea los derechos y la dignidad del ser humano por el mero hecho de ser humano”.
Es más, “el arte nos dice que en medio del caos hay un orden, que en medio de la miseria hay grandeza, que en medio de la desolación hay esperanza y en medio de la naturaleza está la belleza”. “Por eso el arte nos emociona, nos conmueve y nos debería mover”, concluye.
EL ARTE PARA FORMAR VALORES
@MULT#IZQ#47953@Con esta visión en mente, Soto se ha involucrado de forma especial en la localidad donde vive, Montemayor, allí ha sido escogido regidor del Ayuntamiento. Y allí empezará un proyecto con niños de Primaria. “Acabo de tener una reunión con la directora del colegio de mi pueblo para
preparar unos talleres artísticos destinados a niños de 5º y 6º curso”.
El objetivo es hacer pensar a los estudiantes sobre la paz, la lucha, la entrega y cómo se reflejan en los sentimientos. “Yo no sé qué semilla quedará en estos 80 niños que participarán. Pero si a lo largo del tiempo pueden pensar, en algún momento, que en medio de todas sus vivencias hay un espacio para la belleza y la esperanza, el arte se encarnará en ellos”.
¿QUÉ VALOR LE DAMOS A LA EXPRESIÓN ARTÍSTICA?
Pese a la aceptación que está teniendo su obra, Soto reconoce que la figura del artista no siempre es comprendida. “Trato de abordar mi trabajo de una forma didáctica y comprensiva. Creo que hay déficits de comprensión sobre el valor del arte en el entorno en el que nos movemos, pero esos déficits no deben impedir que nos movamos”.
Le gusta dialogar y ante las preguntas reconoce que le “aburre dar siempre las mismas respuestas”. Y añade: “No pretendo que lo que a mí me ha ocupado mucho tiempo en mi desarrollo artístico, se asimile en una hora de conversación”.
Eso sí, a veces le gustaría que los cristianos comprendieran mejor cuál puede ser
el potencial del arte, cuál es su significado y el papel que puede tener en las comunidades cristianas. Pero “por mucho que lo repitas, parece que siempre tengas que sentar unas bases que creo que deberían estar superadas”.
En todo caso, no hay espacio para la frustración. El gesto de Antonio es siempre el de acercarse a interactuar y parece estar dispuesto a explicar una idea las veces que haga falta. El autor se describe como “un práctico, no un teórico”, y aunque eso le conduce de vez en cuando a “equivocarme y fracasar”, también le lleva a
“arriesgarme y a descubrir escenarios diferentes para expresar mi fe”.
Al final, es cuestión de vocación. “Pinto porque me gusta pintar. Pero también me esfuerzo y me fuerzo a pintar, porque es mi forma de comunicarme con lo divino y comunicar lo divino”. “Y eso divino con lo que me comunico y trato de comunicar se encuentra en el encuentro con la belleza”.
MÁS ALLÁ DE LA ACEPTACIÓN DEL PÚBLICO
¿Cuál es el objetivo final de todo su trabajo?, le preguntamos. “Mi motivación y la de cualquier artista va más allá de gustar o de que tus obras se entiendan”, explica. Claro que le alegra que la gente disfrute de sus obras, “pero no porque busque eso, sino porque mi búsqueda de la belleza ha encontrado un receptor, por eso muchas veces es muy difícil de explicar por qué te atrae una obra más que otra”.
“Es difícil mirar lo trascendente y reconocerlo”, reflexiona. “Eso trascendental, eso divino, eso que es belleza: Dios. El arte puede mostrarlo como una oración nos lleva a él”.
SOBRE LA ETIQUETA ‘ARTE CRISTIANO’
Ante las tentativas por usar el arte como medio para fines ‘más espirituales’, Soto tiene sus reticencias. “Si el arte por sí mismo aporta orden, grandeza, esperanza y belleza, a un mundo después de la Caída, ¿por qué hemos de intentar domesticarlo, convertirlo en propaganda? ¿Por qué le añadimos adjetivos como 'socialista' o 'cristiano'? ¿Para sentirnos más cómodos a la hora de usarlo?”.
Soto acaba su reflexión con un reto. “No nos sintamos cómodos, incomodemos. No nos sintamos dignos, indignemos. No nos sintamos puros, contaminemos”.
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