En la mayoría de los casos se da, en nuestra sociedad hoy, una perspectiva empobrecedora de la Navidad. Se usan demasiadas imágenes ñoñas. Cuando se habla del pesebre, del buey y la mula, de los pastorcillos, de los belenes y otras imágenes bucólicas, estamos dando una imagen de la dimensión del nacimiento de Jesús bastante ñoña, empobrecida y rebajada en cuanto al compromiso de Dios con los hombres. En muchos casos la estamos mitificando y desarraigando de su auténtica realidad histórica con todas las implicaciones sociales y de solidaridad con los más débiles que implicaba el nacimiento de Jesús.
Hay que desmitificar, interpretar imágenes y símbolos hasta llegar a los tuétanos del mensaje navideño. Así, cuando leemos en el Evangelio de Lucas sobre el niño que María
“lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón”, no nos damos cuenta que estos detalles nos dan un profundo mensaje, nos están diciendo por sí mismo que
Jesús nació intencionadamente en un ambiente humilde, pobre, marginado y en el que sólo se puede nacer en situaciones de extrema pobreza. Mensaje: Es el inicio de la solidaridad que Jesús tendría con los pobres y los débiles del mundo.
¿Debe tener para los cristianos connotaciones socio-políticas fuertes? Lo que está claro es que la celebración no ñoña de la Navidad debe ser una llamada al compromiso y la solidaridad que implica ser discípulo de un Maestro que, desde su nacimiento, está llamándonos a la solidaridad. Ya nos está indicando al lado de quién deben estar los cristianos. ¿No se ve aquí ya una toma de posición de Jesús al lado de los oprimidos y despojados? ¿No se ve un rechazo de los lugares de lujo y de poder humano? ¿No se ve en el relato de la Navidad un posicionamiento de espaldas a los poderosos de la época?. ¿No fue ésta más que una noche de paz, una noche en choque con los valores marginantes, empobrecedores y despojadores?
La “Noche de paz” que le cantamos a este recién nacido, en el contexto de la celebración no ñoña de la Navidad, debería unirse a un grito por la solidaridad entre los hombres y por la liberación de los pobres y oprimidos. El Rey de Reyes se pone a su lado y nace como ellos, en pobreza, en medio del mal olor y de la infección de una cuadra. Es como si el pesebre y la cruz participaran de la misma línea de compromiso de Dios para con el hombre. Pobreza en el pesebre y mano tendida a un ladrón en la cruz. Tanto el pesebre como la cruz son focos de sufrimiento y compromiso. Hay una continuidad tremenda, escandalosamente comprometida entre el pesebre y la cruz. No podemos celebrar la Navidad de una manera ñoña, insolidaria, con gestos de lujo que insultan a los pobres de la tierra.
Cuando María visita a Elisabet y ésta le dice, llena del Espíritu Santo,
“bendito el fruto de tu vientre”, se produce el llamado Cántico de María o el Magnificat, en donde María grita que Dios
“quitó de los tronos a los poderosos, y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos”.
Todo forma parte de un conjunto en el que se nota que Jesús se posiciona al lado de los pobres, débiles y oprimidos del mundo. Es la línea de celebración no ñoña de la Navidad en donde se desmitifican símbolos transformándolos en mensajes de preocupación por el prójimo, mensajes de compromiso con los empobrecidos de la tierra, mensajes sobre la necesidad que hay en el mundo de reducir la pobreza hasta intentar llegar a la pobreza cero.
Este tema debe estar en el centro de la celebración de la Navidad.
Las demás perspectivas bucólicas e idílicas pueden empobrecer y deformar el mensaje navideño... pero ¡oh problema! Quizás sea más cómodo y aparentemente más bonito hacer una celebración ñoña y alejada de la interpelación que los pobres del mundo nos hacen en medio de esa celebración... y nos alejamos del deseo de justicia de Dios y de nuestros deberes de projimidad. Comemos y bebemos dando la espalda a tantos niños que esa noche nacerán también en “pesebres infectos”, con frío, sin medicinas, sin lugar para ellos en el mesón.
¿Por qué los cristianos en el mundo de hoy, de una forma bastante generalizada, eluden las llamadas al compromiso y los ejemplos de solidaridad que se dan en la vida de Jesús desde que nace en un pesebre porque no había lugar en el mundo para él?
¿Por qué sigue habiendo en el mundo tanta acogida a los ricos e integrados y se sigue marginando a los proscritos y a los débiles que se desenvuelven en la pobreza? ¿Por qué siguen faltando el compromiso y la solidaridad? ¿Se puede celebrar en medio de estos ambientes faltos de compromiso con el prójimo la auténtica Navidad, o sólo se celebra la Navidad ñoña e insolidaria, una Navidad cuya celebración es impropia del cristianismo?
Busquemos la celebración de la auténtica Navidad, la Navidad comprometida con los que no encuentran lugar para ellos en el mesón. Que en Navidad resurjan los brotes de auténtica solidaridad siguiendo al Maestro. Si en Navidad resurgen los brotes solidarios, los cristianos deberían vivir una Navidad permanente. La permanente búsqueda de la justicia y de la auténtica projimidad. Ahí está la clave de la celebración de una auténtica Navidad.
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