A veces tendemos a pensar que la ecología solamente defiende el equilibrio de los ecosistemas, la naturaleza, el evitar la contaminación de la tierra, su despojo por parte de los hombres. Por otra parte, tendemos a pensar que los Derechos Humanos sólo defienden al hombre y, además, los cristianos, en su forma de entender el cristianismo, lo han hecho excesivamente antropocéntrico, fijándose mucho más en lo humano que en lo cósmico, como si la redención debiera ser sólo del hombre y no de la tierra o de toda la creación, cuando la Biblia afirma que la creación gime esperando la liberación. Habrá nuevos cuerpos de hombres redimidos, pero también la creación será redimida con nuevos cielos y nueva tierra.
Si contemplamos toda la creación, incluido el hombre, dentro de una visión holística redentora,
los Derechos Humanos, la Carta de la Tierra y la redención que la Biblia anuncia tanto del hombre como de la tierra, no caminan por separado. Todo es parte de un mismo plan de defensa de la creación incluyendo el hombre y la tierra, de redención total e integral.
Aquí,
en estos artículos en los que estamos defendiendo los Derechos Humanos, hay que entender que el hecho de que pongamos un poco en línea estos Derechos, la Carta de la Tierra y la Biblia, no es que queramos poner la Biblia al nivel de un texto trabajado solamente por los hombres o producto de una convención o acuerdo. Lo hacemos a efectos pedagógicos sabiendo y defendiendo la Biblia como texto más excelso, más aún, como Palabra de Dios.
La ecología también se quedaría corta si no la alineáramos con los Derechos Humanos. La ecología, al hacer una defensa mayor de las plantas, los animales, la limpieza y la protección del cosmos que del hombre mismo, hace que hoy, quizás, el ser vivo más amenazado de la creación sea el propio hombre. Hay que poner en relación la Carta de la Tierra y los Derechos Humanos, de forma que la ecología no sea exclusivamente cosmocéntrica, ni los Derechos Humanos sean estrictamente antropocéntricos.
Hay que acentuar que la Carta de la Tierra se defienden principios éticos que debe ser el respeto y cuidado de la tierra como comunidad de vida que defiende la preservación de la tierra y los equilibrios de los ecosistemas pensando en el hombre, en las generaciones futuras. El hombre es una parte de la creación de manera que cosmos, creación, tierra y hombre se encuentran coimplicados e interdependientes.
Si la Carta de la Tierra defiende la integridad ecológica, el desarrollo de modelos de producción y consumo sostenibles, es algo que afecta tanto a la tierra como a los hombres. El despojo incontrolado de la tierra, su saqueo necio, reduce a los hombres a la pobreza excepto a algunos de los saqueadores que no respetan ni a la tierra ni al hombre.
Así, la ecología tiene que recoger muchos de los postulados de la Carta de la Tierra en los que se habla de justicia social y económica que englobarían esa parte de los Derechos Humanos que podemos llamar los Derechos Económicos. Una ecología bien entendida y alineada con la Carta de la Tierra y con los Derechos Humanos, debería defender la erradicación de la pobreza como escándalo mundial que afecta tanto a la tierra como al hombre. Esto debe ser un imperativo tanto ético, como social, como ambiental, como cristiano.
La ecología debe trabajar y promocionar un desarrollo sostenible que dé lugar a una mayor igualdad, a una mayor justicia igualitaria entre los pueblos e individuos del género humano. La ecología, la defensa de la tierra y de sus ecosistemas, no puede estar desligada de la defensa de los Derechos Humanos, de la dignidad humana, el bienestar social y el equitativo reparto de los bienes del planeta tierra.
Por otra parte, la ecología debe estar en línea con la Carta de la Tierra en la defensa del respeto a todos los seres vivos —el hombre incluido—, la promoción de una cultura de paz, de una cultura de tolerancia y en contra de todo tipo de violencia.
La Carta de la Tierra, los Derechos Humanos y, lógicamente los valores bíblicos, deberían ser los ejes conductores de las conductas tanto de las personas, como los gobiernos, las instituciones, las empresas y todo tipo de organización en la tierra… por la iglesia.
Los cristianos no pueden ni deben estar ajenos a documentos consensuados, en defensa del hombre y de la tierra, como los Derechos Humanos y la Carta de la Tierra aprobada por la UNESCO en el año 2003. Todos estos principios en defensa de la creación y del hombre, compete a los cristianos. Es un error y un desarraigo del cristianismo en la sociedad el permanecer al margen de los esfuerzos de los hombres a favor de la dignidad humana y de la defensa de los temas ecológicos. Ni la iglesia ni los cristianos deben estar a la retaguardia o mirando para otro lado con todo aquello que atañe a la vida del hombre o de la creación. Eso sería el predicar solamente una espiritualidad desencarnada y falta de compromiso tanto cristiano como humano.
Hay que moverse y trabajar por un cristianismo más cósmico, sin olvidar al hombre quizás como corona de toda la cosmogénesis, y de un ecologismo más antropológico teniendo en cuenta que uno de los seres más amenazados de la creación es el hombre mismo.
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