Si para entendernos decimos que el Evangelio se vive en dos dimensiones, la vertical de relación con Dios y la horizontal de relación con el hombre, teniendo en cuenta también que el lugar sagrado por excelencia para Dios es el hombre mismo, la evangelización se debe dar en esa vertiente de horizontalidad del Evangelio. Ahí encaja la defensa de los Derechos Humanos como acción evangelizadora, pues la evangelización tiene un fuerte componente de promoción humana.
O sea, la Evangelización estaría en la misma línea horizontal que la acción social, que la dignificación de las personas y, en su caso, en la misma línea en la que se debe situar la defensa de los Derechos Humanos que los cristianos los debemos de defender desde los parámetros de otros valores más excelsos que son los valores del Reino y, en general, todos los valores bíblicos. La defensa de los Derechos Humanos, evangeliza y complemente la relación vertical que hemos de tener con Dios.
Si la evangelización se da en esta línea de horizontalidad del Evangelio, lógicamente debe tener unos componentes de solidaridad con el hombre, de amor al hombre en su situación en su aquí y en su ahora, de compromiso con el prójimo practicando todos los valores que reclama el concepto de projimidad. La solidaridad con el hombre, sea desde el marco de los DDHH o desde otros posicionamientos, evangeliza.
Desde ahí, la evangelización debe tener en cuenta la promoción del hombre, un ser llamado a vivir en el mundo con dignidad y a vivir como ciudadano de dos mundos, llamado también, por tanto, para vivir la eternidad, la vida que Dios nos ofrece en salvación para los que creen y en condenación para aquellos que le rechazan.
A Dios se le rechaza también, cuando rechazamos al hombre, cuando pasamos de su dolor, cuando le robamos la dignidad o cuando pasamos de largo ante su sufrimiento cayendo así, como cristianos insolidarios, en el pecado de omisión de la ayuda. Cuando incumplimos los Derechos Humanos siendo creyentes, estamos echando por tierra la evangelización que podamos hacer como cristianos.
Por tanto, tanto una evangelización integral, desarrollada en la línea de horizontalidad del Evangelio y en solidaridad amorosa con el hombre, debería tener no solamente el
componente del anuncio de salvación para el más allá, componente que debe estar como algo esencial, pero no sólo como componente único.
En la Evangelización, viendo la situación de indignidad, pobreza, opresión, despojo y abandono en la que se mueven tantos hombres hoy, tantos de nuestros prójimos, debe estar el componente de la denuncia social en donde ejercemos nuestra labor profética uniéndonos así a los profetas y a Jesús mismo en la proclamación de un Evangelio liberador y que promociona socialmente al hombre. En esto nos puede ayudar la defensa de los Derechos Humanos.
En este componente de denuncia social estaría la denuncia de toda estructura de poder injusta, la denuncia de las conculcaciones de la justicia que hay en el mundo, la denuncia de las violencias que matan y torturan, que empobrecen y envilecen al hombre. Esta denuncia se puede hacer desde el fundamento de los valores bíblicos, de los valores del Reino y desde los artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que concretan muy bien muchos de los valores bíblicos aplicándolos a la situación actual del mundo. Estar de espaldas al grito de los pobres y de los oprimidos, anula la evangelización.
Por tanto, en la actividad evangelizadora de la iglesia, encaja perfectamente la defensa de los Derechos Humanos, la promoción y aplicación de estos derechos. Si no, se puede llegar a situaciones a las que ya ha llegado la iglesia o a la que, quizás, están llegando muchos creyentes hoy: la legitimación religiosa de las desigualdades sociales, la legitimación desde posicionamientos religiosos del enriquecimiento desmedido de algunos a los que se les rinde pleitesía alineándose con los adoradores del dios Mamón, el Dios de las riquezas.
En la evangelización deben entrar, junto al anuncio de salvación, las ideas de que evangelizar es también amar y hacer justicia, que es como darse cuenta de que la evangelización es amar y luchar por el hombre, por los Derechos Humanos que buscan la dignidad humana, por los valores del Reino que se preocupen por los sufrientes del mundo, por la situación de los últimos, de los que no tienen acceso al trabajo, de los que se han quedado tirados, inmisercordemente, al lado del camino.
Por tanto la evangelización debe usar la promoción humana apoyándose en los Derechos Humanos, pero desde posicionamientos críticos y denunciadores de las situaciones de injusticia, de las desigualdades, de las opresiones y marginaciones que se producen entre los hombres, denunciadores de las acumulaciones desmedidas de bienes, uniéndonos así a la denuncia bíblica que clama contra los que acumulan casa a casa y heredad a heredad hasta ocuparlo todo. ¿Están estos acumuladores solos en medio de la tierra?
Trabajemos por una evangelización comprometida con el hombre, con el prójimo. En última instancia ésta es la evangelización comprometida también con Dios mismo. Si hacemos una evangelización desde la insolidaridad con los sufrientes del mundo, usemos otro concepto. La evangelización siempre debe estar comprometida con el hombre… comprometida con Dios mismo. Amar a Dios y amar al hombre están en relación de semejanza.
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