Las culturas también se pueden empobrecer y morir. No mates a tu cultura ni la empobrezcas. Es tu responsabilidad. El proceso de empobrecimiento se puede dar simplemente por prepotencias culturales de algunos pueblos que creen que, al ser su cultura superior, puede permanecer cerrada a otras influencias culturales.
Este cerrarse es el inicio de un proceso de muerte. Las culturas que se cierran sobre sí mismas, no solamente se empobrecen sino que se dictan a sí mismas una trágica pena de muerte.
Hay que tener también cuidado con nuestra evangelización o nuestro ritual cúltico cuando no es capaz de inculturarse. También puede acabar como un relato moribundo en las conciencias de muchas personas. Hoy más que nunca, en contextos multiculturales como los que hay en nuestras ciudades, contextos que se deben convertir en interculturales en interacción unas culturas con otras, es necesaria la inculturación del Evangelio.
Hay uno de los Derechos Humanos que no es de los más citados o conocidos. Sin embargo tiene una gran importancia para el hombre, para los pueblos y naciones del planeta tierra. Un derecho que hay que defender y trabajar para que se pueda cumplir, pues es, realmente, imprescindible su cumplimiento. Es el artículo 27 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos que dice:
“Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad, a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él resulten”.
Se trataría nada menos que de la defensa de la diversidad cultural. Hay que liberar también no sólo a la tierra, sino a las culturas. No matarlas y buscar el respeto que éstas debe tener. Matamos la biodiversidad y tenemos que reclamar el respeto a la ecología para evitar estas muertes. Todo esto se debe unir a la defensa de los Derechos Humanos no sólo reclamando el respeto y la vida de los ecosistemas para dar lugar a la vida del hombre en dignidad en el planeta tierra, sino que, también, para clamar por justicia en la pérdida de diversidad cultural, en la pérdida de etnodiversidad. Que no se mueran ni empobrezcan ninguna de las culturas que hoy hay en la tierra.
Con la inmigración tan fuerte que tenemos en España, algo de lo que es la etnodiversidad sí hemos aprendido, algo de lo que es la diversidad cultural. Ha sido un regalo para los ciudadanos españoles.
Si no queremos empobrecernos culturalmente ni matar aspectos vitales de nuestra cultura que sólo puede vivir en contacto abierto con las demás, nuestra riqueza cultural se debe desarrollar en una cultura abierta a las demás que se acercan a nosotros, una cultura no prepotente que se relacione en plan de igualdad con los diferentes ambientes culturales que conviven hoy en España.
Las culturas abiertas en respeto e igualdad a las demás, son las culturas que se enriquecen, las que no mueren, las que se revitalizan y actualizan continuamente. Si nos cerramos al otro, al culturalmente diferente, flaco favor estamos haciendo a nuestra propia cultura que estamos empobreciendo hasta lanzarla a las orillas de la muerte.
Las culturas de acogida, siguiendo la defensa de los Derechos Humanos, tienen que facilitar que, desde sus identidades culturales, las diferentes personas de etnias, razas, culturas y países diferentes, puedan participar de la vida cultural en la que están inmersos. Así mismo, favorecer el que las culturas de cualquiera de los grupos étnicos o sociales, se puedan desarrollar siendo respetadas y promoviendo la interculturalidad en un plan de igualdad y sin ningún tipo de prepotencia por culturas que, erróneamente, se quieran considerar superiores. Esa prepotencia es toda un arma letal para las culturas.
También hay que trabajar, tanto desde el entorno de los Derechos Humanos, como desde el entorno bíblico, defendiendo aquellas culturas de pueblos autóctonos que se están muriendo por estar ancladas en ambientes pequeños o aislados con un riesgo grande de que desaparezcan del patrimonio cultural del planeta afectando a esos grupos de una manera muy negativa y haciéndoles perder identidad. Evitar las muertes de las culturas es salvar identidades.
Por tanto, no hemos de trabajar solamente por evitar la pérdida de biodiversidad, sino que, también, hemos de trabajar por la salvación de culturas que pueden estar abocadas al exterminio, culturas especialmente singulares que no deberían desaparecer del patrimonio cultural de la humanidad. La defensa y salvación de estas culturas las debemos situar dentro del imperativo ético de conseguir que el hombre pueda desarrollar su vida con total dignidad humana.
Habría que ver formas de cómo los cristianos se pueden involucrar en la defensa de este patrimonio a través de una cooperación cultural internacional a la que se una la cooperación y sensibilidad que la iglesia debe tener para con sus colectivos de nuevos miembros procedentes de la inmigración. Debemos tender hacia iglesias interculturales. Si no, nuestra evangelización puede llegar a tener graves carencias.
Las iglesias y los cristianos deben conocer que la cultura es como el sustrato en donde se apoya toda identidad personal. El nacer, moverse y crecer dentro de un contexto cultural determinado es lo que va configurando la identidad de cada persona. Es por eso que matar culturas es matar identidades, empobrecer culturas es, a su vez, difuminar la identidad personal de muchos. Es como robarles algo que les pertenece en justicia.
Desde esos rayos culturales de luz que inconscientemente desprenden, y desde esa urdimbre cultural, es desde donde uno se percibe como persona. Por eso la defensa de la diversidad cultural tiene dos vertientes de importancia como Derecho Humano: 1.- La defensa de la identidad de la persona desde la cual se percibe como ser humano. 2.- La defensa del patrimonio cultural de la humanidad, al igual que defendemos la lucha contra la pérdida de biodiversidad. Es como colaborar con Dios en el cuidado de la creación.
Acabamos citando otro artículo de los Derechos Humanos que también nos habla de la cultura y de su importancia para el hombre. Es el artículo 22 en el que dice que
“Toda persona tiene derecho a la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad”.
Si los cristianos queremos trabajar en la línea de dignificación de las personas siguiendo los valores del Reino, no debemos descuidar la defensa de las culturas. Todo esto, además de la defensa de la interculturalidad y del respeto y trabajo por la defensa de la diversidad cultural, de la etnodiversidad, nos lleva también a pedir al Señor ser lo suficientemente sabios para que podamos también inculturar nuestra predicación del Evangelio redimiendo también las culturas.
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