Dice la Biblia: “Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está como con dolores de parto…”. Son los gemidos de la tierra. Uno de los problemas de nuestro mundo, que se une a los problemas que tienen los Derechos Humanos para ser cumplidos en todas las áreas del planeta, es el problema ecológico, la falta de sostenibilidad de la forma en que el planeta está siendo saqueado… y llora.
Ya el hombre ha sido llamado el Satán de la tierra por la forma en que la saquea, la degrada, la despoja y la contamina. La tierra gime, pero con ella gime también el hombre. Siguen la misma suerte. Hay gemidos del hombre y de la tierra por liberación. Así, hablando la Biblia de estos gemidos de liberación, no la deja sola en su gemir, sino que añade:
“Y no sólo ella, sino que también nosotros mismos”. Gemidos de la tierra. Gemidos del hombre.
Los cristianos tenemos que tener responsabilidad en el cuidado ecológico del planeta para eliminar tanto el gemido del hombre como el de la tierra. De ahí que saludemos el nuevo libro sobre temas ecológicos que, desde perspectivas evangélicas, ha salido a la luz escrito por Pablo y Miguel Wickham.
Hay que buscar justicia ecológica para que el hombre —que es el tema de los Derechos Humanos— no se hunda también con la degradación de la tierra. El gemido de la tierra
“como con dolores de parto”, es el mismo gemido del hombre que yace en pobreza y miseria en tantos lugares de la tierra, mostrándose como el ser más amenazado del planeta. Las lágrimas de la tierra se unen a las del hombre conformando un grito ecológico que no está lo suficientemente amplificado.
Los cristianos también deben involucrarse en secar esas lágrimas, en suavizar esos gemidos sacando a la palestra pública los valores bíblicos sobre este tema e incidir en aquella ecopolítica necesaria para la liberación de la tierra que, en el fondo, es trabajar por la liberación del hombre, por sus Derechos Humanos. Tenemos que eliminar tanto los gemidos humanos como los de toda la creación.
Los cristianos tienen que trabajar por un desarrollo sostenible que elimine gemidos, que dé garantías al equilibrio de los ecosistemas para lo cual es necesario entrar en el mundo del trabajo, del uso de la tierra para nuestra alimentación y para la solidaridad con las generaciones que nos van a suceder. Hay que pensar en las generaciones del futuro. Prever el hecho de que sus gemidos no sean superiores a los del hombre hoy en nuestro aquí y nuestro ahora.
Nuestros hijos y nietos tendrán derecho a que les dejemos un mundo en donde haya un igual reparto de los bienes del planeta tierra, extraídos de forma sostenible y que no agote los ecosistemas ni les desequilibre. Nuestros descendientes tienen derecho a heredar una sociedad más igualitaria y justa, una sociedad más participativa en un medio ambiente cuidado, protegido, saludable y no deteriorado. Si es posible, un mundo con menos gemidos.
Si no trabajamos por la salud ecológica del planeta, no se podrán cumplir derechos humanos como el del artículo 25:
“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda…”. No se cumple. Los pueblos pobres gimen. Sus lágrimas y sus gritos son los mismos que los gemidos del planeta tierra.
Si la tierra está enferma, el hombre lo estará también, si la tierra es explotada y saqueada, la misma suerte va a correr el hombre, si la tierra gime, el hombre llora. Una tierra subyugada y un hombre oprimido que no puede gozar ni de salud ni de bienestar. Una tierra despojada marcha también en paralelo con un hombre despojado, tanto de hacienda como de dignidad. Se unen los gemidos del hombre y de la tierra dando lugar a un clamor escandaloso que parece que no queremos oír. Hay que amplificar este clamor con el megáfono de Dios.
Así, los cristianos, al igual que debemos ser la voz de los sin voz, debemos ser también la voz en defensa de la tierra, gritar por ella…porque en el fondo estamos gritando por nosotros mismos, por nuestra liberación. Al eliminar gemidos ecológicos, estamos en el fondo eliminando el grito de los pobres de la tierra, el grito del hombre que gime ante una tierra saqueada, de suelos empobrecidos por la avaricia del hombre. Hay que eliminar el grito del hombre que pasa hambre sin que le llegue lo que en justicia le corresponde de los productos de la tierra. El hombre y la tierra caminan juntos y siguen la misma suerte. El saqueo de la tierra es el saqueo del hombre mismo que se está autodestruyendo. Si no reaccionamos desde el punto de vista ecológico, sus lágrimas se van a fundir con la de la tierra en un viaje hacia la contaminación y destrucción de la riqueza de los ecosistemas.
Ayudemos a limpiar las lágrimas de la tierra, sus dolores, sus gemidos. De esta manera también esteremos tendiendo una tabla de salvación al propio hombre, a nosotros mismos que hemos de ser colaboradores de Dios en el cuidado de la creación.
Si quieres comentar o