Yo creo que los Derechos Humanos también se pueden ver y reforzar desde la época de Adviento en la que estamos entrando. Tiempo de alegría porque “El pueblo que andaba en tinieblas, vio gran luz”. Los pobres y sufrientes de la tierra también están expectativos en la búsqueda de signos nuevos en los tiempos actuales. Aparentemente todo son dificultades.
La crisis está frenando el desarrollo de muchos derechos humanos en muchas áreas, sobre todo en las sociales y económicas, en la de los salarios de los trabajadores, en lo relativo a vivienda… sigue habiendo opresión, marginación, pérdida de derechos. Pero
las noticias son buenas: Se acerca la gran luz.
La época de Adviento es una época de espera, de expectación, de ver tiempos maduros en los que se pueden dar cumplimientos de promesas. Dios se acerca a nuestra historia humana. Dios no es un Dios lejano, sino el Dios-que-se-acerca, el-Dios-que-llega, el-Dios-que-viene. Suena el grito de los profetas de Israel invocando al Mesías Redentor cuya venida esperaban. Grito profético que hoy la Iglesia debe rescatar buscando esperanza para los desesperanzados, para las “cañas cascadas” que hay que enderezar, para las rodillas endebles que hay que fortalecer.
Época de cumplimiento: El Señor cumple sus promesas y vendrá para que los pueblos puedan pasar de las tinieblas y contemplar la gran luz. Dios es coherente y cumple. Nosotros también debemos cumplir y dar respuesta a todo tipo de expectación y de esperanza de los hombres, fundamentalmente la esperanza de aquellos que han sido lanzados a la desesperanza, a la discriminación, al sufrimiento, a la oscuridad.
Se cumplirá la profecía de Isaías:
“El pueblo que andaba en tinieblas, vio gran luz; los que moraban en tierra de sombra de muerte, luz resplandeció sobre ellos”. Hoy sigue reinando la oscuridad en un mundo sin esperanza en donde hay tanta pobreza y tanto incumplimiento de los Derechos Humanos. ¿Quién debe traer la luz a los pueblos en medio de tanta oscuridad en esta primera semana de Adviento? La gran luz debe ser contemplada por todos.
Si Dios no hubiera venido, si no hubiera cumplido, seguiríamos morando en tierra de sombra de muerte. Pero no ha sido así. Dios ha cumplido. Su Palabra nos dice hoy:
“Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis; porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís y no lo oyeron”. Somos unos privilegiados.
El Adviento tiene que ser un tiempo de escucha. De doble escucha: de escucha a los sonidos de un Dios que viene y de escucha al gemido de los marginados del mundo, de los oprimidos, de los que no reciben la influencia benefactora del cumplimiento de los Derechos Humanos. Así, pues, cuando escuchéis la voz del Señor en estos tiempos de Adviento, no endurezcáis vuestro corazón, sino que sepamos decir con María:
“He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra”.
Se acerca la gran luz. Los cristianos debemos vivir el Adviento en compromiso con Dios y con los hombres. Si nosotros nos comprometemos, más se comprometió el Dios-que-se-acerca. El tiempo se acerca en el que un niño nos será nacido, un hijo nos será dado.
En cierta manera el cristiano siempre está en espera, pero una espera activa que le compromete con Dios y con los hombres en medio de los sufrimientos, opresiones y marginaciones de tantas personas en el mundo. El Adviento nos puede consolar y hacer que nuestra visión de la vida y del sufrimiento sea diferente. Enlazamos así con las palabras del Apóstol Pablo a los Romanos:
“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse”.
Sin embargo la esperanza de la gloria venidera que se refleja ya en el Adviento, no nos debe dejar pasivos disfrutando insolidariamente los bienes espirituales mientras pasamos inmisericordemente ante los sufrientes del mundo, ante los incumplimientos de los Derechos Humanos, ante la lejanía de que los valores del Reino estén instaurados en el mundo. Con la ayuda de la gran luz del Adviento debemos mirar y contemplar las cosas de forma diferente, de una forma más solidaria.
Si la celebración del Adviento consiste a revivir los deseos del acercamiento del Mesías y a repetir las profecías de forma cada vez más apremiante en la medida que avanza el tiempo hasta que llegue el 25 de diciembre en el que celebramos su nacimiento, en el que nos alegraremos en el Señor como los campesinos se alegran en el día de la siega, gritando que Dios ha cumplido, eso nos debe lanzar también a nosotros a la coherencia entre lo que oímos, sabemos, profesamos, decimos y hacemos. La gran Luz del Adviento nos puede ayudar a discernir la realidad con una mayor coherencia.
¡Dios ha cumplido! La gran luz se ha acercado disipando las tinieblas. Dios se ha despojado, se ha encarnado como el “experto en sufrimiento”, “experimentado en quebranto”, el “siervo sufriente”… Por amor a nosotros. Él nos demanda ese mismo amor hacia los demás, hacia el prójimo que sufre las injusticias y las pérdidas de derechos.
El Adviento es la expectación ante su primera venida. Dios vendrá otra vez. La Biblia nos lo dice:
“Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria… dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre… porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; fui extranjero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; en la cárcel, y vinisteis a mí”. Esto con todas sus contrapartidas negativas:
“tuve hambre y no me disteis de comer… apartaos de mí, malditos”.
El Evangelio comporta toda una ética para con el prójimo, un compromiso de amor en acción, un compromiso semejante al compromiso de Dios para con el hombre. Ese compromiso está presente en todo el tiempo de expectación de su venida, en el Adviento.
La Asamblea General de las Naciones Unidas en su preámbulo a la Declaración Universal de los Derechos Humanos nos dice que se proclama esta Declaración “Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”.
Los valores del Reino de Dios que irrumpen con la figura del Dios esperado, del Dios que se acerca vas más allá. Quiere la restauración de la libertad, la justicia y la paz, la restauración de la dignidad de todos los hombres, pero haciendo una inversión de valores que ni siquiera hoy nos atrevemos a hacer y que nos asusta y escandaliza un poco:
“Los últimos serán los primeros”. La gran luz del Adviento nos puede ayudar a comprender la gran dificultad de este aserto bíblico, de estas palabras de Jesús.
Por tanto, alegraos pobres de la tierra. “Fortaleced las manos cansadas, afirmad las rodillas endebles. Decid a los de corazón apocado: esforzaos, no temáis; he aquí que Dios viene con retribución y pago; el mismo Dios vendrá y os salvará”. Palabras de Adviento.
Señor, esperamos tu venida con gran expectación. Gracias porque ha llegado el tiempo, porque todo está preparado… Úsanos, Señor, de forma comprometida para que en este Adviento los pobres de la tierra se den cuenta de que hay hijos tuyos que también cumplen y que son misericordiosos. Ayúdanos a ser parte de esa gran luz. Gran luz que necesitamos, gran luz que necesita el mundo.
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