Los pueblos sufren precisamente porque tienen razón y conciencia, porque pueden razonar sobre la realidad adversa que les envuelve, pueden tener conciencia de su dolor y de su sufrimiento. Incluso pueden llegar a saber el porqué de su marginación, de su exclusión. Muchos seres humanos en el mundo, son tratados como si no tuvieran ni razón ni conciencia. Como si fueran fardos de paja… peor que los animales. No sólo que pueden ser explotados y abusados, sino que son totalmente excluidos. Como he dicho en otras ocasiones, sobrante humano… pero tienen razón, tienen conciencia. Son nuestros prójimos.
Una mujer inmigrante en mi iglesia, en un culto libre en el que los miembros pueden salir a dar su testimonio, nos contaba como la trataba la española a la cual servía en el trabajo doméstico: Después de decir varios detalles, concluía:
“me trata peor que a un perro. Mucho peor, porque yo tengo un perrito y lo cuido… no lo maltrato. Ella me grita, me insulta, me hace todo tipo de vejaciones… pero no puedo hacer nada, sólo aguantar… tengo que pagar una hipoteca…”.
Esto ocurre dentro de lo que llamamos el primer mundo, el mundo rico. En el seno de una ciudad moderna como Madrid. Pero hemos de tener en cuenta que los pobres, los inmigrantes, los sufrientes del mundo, tienen razón y conciencia… y sufren por ello. Su sufrimiento es un grito por la ayuda que no les llega, un SOS a la conciencia del mundo y, por ende, a la conciencia de los cristianos.
Sin embargo,
la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en su artículo 1 establece que todos los seres humanos, “dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.
No están los Derechos Humanos muy lejos de la Biblia, con los mandamientos de amor al prójimo como a nosotros mismos, amor en semejanza con el amor a Dios mismo.
“Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros como yo os he amado”. Comportarse fraternalmente es amar, es hacer projimidad, es seguir las líneas marcadas por Jesús. Es por eso que los cristianos deben apoyar los Derechos Humanos porque éstos no están muy lejos de los mandamientos bíblicos.
Hablamos de los Derechos Humanos en medio de un escándalo humano, el escándalo de un mundo totalmente desigual, en un mundo en donde el 80% de la humanidad está en pobreza. El primer derecho humano sería el poder comer, beber aguas mínimamente limpias para que los niños no mueran por enfermedades que se pueden prevenir o vencer. Esos niños desnutridos, esos hombres que envejecen antes de tiempo y se debilitan, tienen razón y conciencia. Más aún, están creados a imagen y semejanza del mismo Dios, de ese Dios del que nosotros decimos que le conocemos y amamos.
En un mundo en donde no se cumplen los Derechos Humanos, en donde hay torturas, muertes por hambre, en un mundo donde están los “sin techo”, las infraviviendas, la miseria, mundo de dignidad robada… pareciera que pudiera haber hombres, mujeres y niños que no están dotados ni de razón ni de conciencia, pero la tienen. Eso hace que experimente el sufrimiento y la angustia a flor de piel.
Eso redunda en eso que hemos llamado un escándalo al que, a veces, desde el mundo rico queremos justificar o, simplemente, darle la espalda… pero seguimos diciendo en nuestros entornos consumistas que respetamos los Derechos Humanos… mientras tiramos comida a la basura o hacemos gastos innecesarios en cantidades sin límite. Los Derechos Humanos siguen diciéndonos que
“dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros”.La llamada es a un comportamiento fraternal. Lo podemos poner en línea, si queréis salvando las distancias, con el concepto bíblico de projimidad.
Pareciera que los Derechos Humanos se equivocan. ¿Por qué? Porque en otro sentido, desde el punto de vista humanitario, sí se puede decir que parece que hay hombres sin conciencia y sin razón, que hay hombres que no responden en nada a la imagen de Dios en sus vidas… pero no son precisamente los débiles y sufrientes del mundo los no dotados de conciencia y razón, sino sus amos, los que ponen sus escaseces en sus mesas y comen y consumen hasta quedar ahítos de espaldas al hambre de tantos coetáneos suyos. Se comen no sólo lo propio, sino lo ajeno, se alimentan del hambre de los empobrecidos de la tierra.
Cuando nos miramos en los rostros de muchos hombres insolidarios, acumuladores y despojadores, parece que hay muchos hombres que deberían ser ayudados devolviéndoles la razón y la conciencia. Son hombres que, más que conciencia, parece que ésta ha sido exterminada por un corazón duro, un corazón de piedra, un corazón con una potencialidad de cometer los mayores males que uno pueda imaginar. Devolved la conciencia a los malvados, devolved la razón a los despojadores.
Pareciera, si miramos los desequilibrios, abusos, injusticias y opresión a los que muchos son sometidos, que esta parte del primer artículo de la Declaración de los Derechos Humanos es falsa. Que sí hay hombres sin conciencia y sin razón. Que hay seres humanos que parece no estar dotados de esos dones que nos hacen ser semejantes al Creador. Muchos tratan a sus congéneres como si fuesen objetos o máquinas de las que se pueden servir sin ningún tipo de miramientos… o dejarlas tiradas en la basura, al margen del camino, en el olvido.
El amor al dinero y al poder embotan esas dos cualidades. Se mantienen adormiladas por el amor al dinero y al poder, son incapaces de comportarse tal y como piden los Derechos Humanos:
“fraternalmente los unos con los otros”... porque tenemos conciencia y razón. Porque todos somos hijos de un mismo Padre, hechos a imagen y semejanza de Él. Señor, mantennos con una conciencia alerta, limpia y solidaria, apoyada en la razón que tiene que estar en contra de la sinrazón del escándalo de la pobreza en el mundo.
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