En La Parábola de los Talentos, aparece la idea de que nos van a pedir resultados y responsabilidades pasado un amplio periodo de tiempo: “Después de mucho tiempo vino el señor de aquellos siervos, y arregló cuentas con ellos” (Mateo 25:14-30). Pareciera a muchos que pueden esperar para producir que sus talentos sean rentables.
La espera pasiva no nos permite ser rentables. Uno de los problemas que se nos muestra en la Parábola de los talentos es el que se expresa con a conocida frase:
“Muy largo me lo fiáis”.
“Después de mucho tiempo...”, nos dice la parábola. El contemplar una perspectiva de muy largo plazo, hace que en muchas ocasiones nos durmamos confiados y que no seamos rentables para Dios. El tiempo humano, aunque realmente es corto, a veces nos parece largo, una larga perspectiva que a muchos convierte en personas que esperan al Señor inactivos.
Sin embargo,
los gemidos de los pobres no pueden esperar, sus gritos de dolor nos están interpelando y llamando, los sufrientes del mundo no deben seguir presos de su dolor sin que haya una mano activa que los libere de sus sufrimientos. La urgencia de los que sufren está ahí. El grito de horror de los que están en la infravida clama a Dios y a los que decimos ser sus discípulos.
El cristiano se confunde cuando mira las realidades cristianas, los compromisos evangélicos en términos metahistóricos. Es lo que, a veces, nos hace ser sordos al gemido de los pobres de la tierra, de los marginados, de los oprimidos y de los sufrientes del mundo. Sordos a los gemidos que no pueden ni deben esperar.
El tiempo humano, si miramos con perspectiva metahistórica, nos parece muy largo. La parábola de los Talentos recoge este tema:
“Después de mucho tiempo...”. En el contexto de esta parábola está la de las Diez Vírgenes:
“Tardándose el esposo, cabecearon todas y se durmieron”. El no pensar en la urgencia del momento, en la urgencia de los gemidos de los pobres y sufrientes del mundo, en el compromiso cristiano que es de urgencia en nuestro aquí y nuestro ahora, hace que nos convirtamos en no rentables para el reino de Dios, en pasivos e insolidarios:
“Muy largo me lo fiáis”.
Ante el gemido de los pobres, el cristiano no debe de actuar solamente pensando en el más allá, pensando en algún tipo de recompensa. El cristiano debe actuar movido por la urgencia del amor. Para vivir la espiritualidad cristiana hay que estar siempre despierto, vigilante y preparado para actuar ante las urgencias que, en la mayoría de los casos, nos viene del prójimo sufriente.
Cuando los cristianos, ante los gritos y gemidos de los sufrientes del mundo, volvemos la espalda a estas urgencias y a estos alaridos, somos como las vírgenes fatuas que no estaban preparadas, simplemente porque se fijaron en la largura del tiempo... hay tiempo para dormir insolidariamente ante el grito de los oprimidos y excluidos de la tierra, piensan los insolidarios pasivos.
Ante el grito de los marginados, el cristiano se debe de mover simplemente por
“la fe que actúa por el amor”. Que
“aunque no hubiera cielo yo te amara y aunque no hubiera infierno te temiera”, como nos dijo la mística española. O sea, que aunque no hubiera infierno te sirviera.
Es muy curioso también que el que fue más pasivo fue el que recibió menos. A veces nos aletargamos pensando que hemos recibido pocos dones naturales, que no tenemos demasiados talentos... Así duermen congregaciones enteras dependiendo de lo que algunos llaman líderes, los considerados aquellos que más talentos han recibido. Pero la rentabilidad y el trabajo hay que hacerlo entre todos por igual.
Dios no nos reconoce en la fe pasiva, en la fe del ritual. Muchos habrán sido religiosos hasta extremos insospechados, habrán practicado el ritual, habrán orado... echado fuera demonios..., pero la frase de encuentro con el señor que pide cuentas, puede ser ésta: “No os conozco”, quitadle el talento y dadlo al que sabe sacar de él rentabilidad. Muchos religiosos, de fe pasiva, sin los frutos de las obras de la fe, no serán reconocidos por Dios. En todo caso, podrán ser reconocidos como “siervos malos y negligentes”, como dice la parábola.
El servicio no depende de las magnitudes de nuestros talentos. Sino de nuestra disponibilidad y compromiso cristiano, de una apertura hacia el servicio al otro, una
“apertura a ser rentables” para Dios. Dios espera intereses de lo que nos ha dado, intereses que son globales, aplicables a todas las áreas de la vida cristiana.
Todas las facetas de la vida cristiana están coimplicadas. De ahí que no esté tan lejos unos de otros, temas como el servicio cristiano, la Diaconía, de la Evangelización o de la adoración a Dios.
Las facetas de la vida cristiana sólo las separamos a efectos didácticos, para entendernos... y para trabajar. Dios no nos reconoce en la fe inactiva. Los cristianos inactivos son algo extraño para Dios. Algo que Él echa fuera como un pesado fardo para ser quemado.
No seas pasivo ante el gemido de los pobres y sufrientes de la tierra. No des la espalda en una espera infinita sordo ante los gemidos de los pobres de la tierra, de los sufrientes del mundo.
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