El problema que denuncia Jesús continuamente es el de aquellos que asimilan la vida a la hacienda, a las herencias, a la cantidad de bienes que poseen. Jesús se tiene que enfrentar con uno que le dice:
“Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia”. Jesús respondió:
“¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?” (Lucas 12:13-14). Por eso Jesús tiene que proclamar que
“la vida del hombre no consiste en la abundancia de bienes que posee”, principio que no ha calado en la mayoría de los hombres que pueblan este planeta tierra. Es deber de los cristianos el trabajar estos valores y difundirlos evangelizando la cultura secular e impía en la que nos movemos.
Se introduce la parábola del rico insensato con un desacuerdo entre dos hermanos por culpa de una herencia. ¡Qué actual es este tema hoy! Yo que conozco, por ejemplo, el valle tropical de Almuñécar, los hermanos se pueden pelear o matar por un palmo de tierra, por unos centímetros de linde en el reparto de las herencias. En este caso había uno que no quería partir y acude a Jesús como Juez y partidor de herencias:
“¡Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia!”. Así, se dirige a Jesús en busca de alguien que defienda sus bienes materiales.
¡Cuántos cristianos acuden hoy a Jesús en busca de bendiciones, en busca de ayuda en las particiones humanas de herencias o en la búsqueda de apoyos divinos que les reporten ventaja en la consecución de bienes materiales! Si seguimos esta línea habría que hablar, incluso, de la Teología de la Prosperidad.
Sin embargo,
Jesús en su vida no entró fácilmente en temas económicos, pero cuando entró no fue para aumentar el capital de nadie, a manera de bendición económica, ni para repartir herencias entre unos y otros. Cuando intervino fue a favor de los despojados y empobrecidos, así como de la justicia social, la dignidad de las personas y la mesa y casa compartida.
La Biblia grita: Los bienes materiales, en contraposición los valores sociales actuales, contravalores con los valores del Reino, no son los que dan sentido a la vida. Es Necedad. Así, cuando hay despojos, acumulaciones que dejan al otro en la miseria, cuando hay desiguales repartos que claman por justicia, hay que gritar proféticamente a favor de la vida del hombre para que no quede en la infravida de la marginación, del no ser del apaleado, robado y dejado tirado al lado del camino.
La respuesta de Jesús fue práctica, sin demasiadas disquisiciones teológicas en estas áreas de repartos económicos:
“Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?”. Jesús no vino a partir herencias materiales o a aumentar los caudales de riqueza de nadie. Su reparto era diferente, en justicia y en redistribución con los pobres de la tierra. Rechaza el que le consideren partidor o repartidor de herencias.
En todo caso,
Jesús podría haber dicho algo así: Vosotros, los más ricos y que poseéis herencias, sois los que tenéis que repartir, partir y compartir solidariamente. Vended todo lo que tenéis, dadlo a los pobres y seguidme... Por eso les cuesta trabajo a los ricos de este mundo acudir a Jesús con seriedad, no sea que se encuentren con la respuesta que el Maestro dio al joven rico de la parábola.
La actitud de Jesús ante las riquezas no era ser neutral. Parecería en la respuesta que, simplemente, Jesús pasa del tema, ya que él no se considera juez o repartidor de bienes materiales, pero no es así. Jesús nunca fue neutral en estos casos. No solamente que no bendecía a los que tenían o podían partir herencias, sino que a esta pregunta que hacen a Jesús, continúa toda la parábola del rico insensato. Jesús es parcial a favor de los pobres y en la condena a los acumuladores de este mundo que tienen en sus mesas la escasez del pobre.
La preocupación de Jesús es hacia abajo, una tendencia hacia los bajos fondos de la marginación, un amor hacia los despojados, los oprimidos, los que carecían de todo, hasta de dignidad, pues se les había robado dentro del despojo practicado por estos ricos insensatos. Su preocupación era de amor y servicio, de defensa y de abogado de los empobrecidos del mundo, de los que vivían en el rechazo, la exclusión y la indignidad a que le habían sometido los necios acumuladores que son condenados en la parábola con esta frase:
“Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has acumulado, ¿de quién será?”.
Jesús no sólo rechaza ser un partidor o repartidos de bienes materiales, sino que agrega en el mismo texto que estamos comentando: “Mirad, y guardaos de toda avaricia”. Hoy en día el tema de la avaricia es tan actual que da miedo. Las crisis económicas que sufrimos, el hecho de que la brecha entre ricos y pobres sea cada vez mayor, depende de este concepto: La avaricia. Avaricia que atenaza a tantos hombres de nuestro planeta.
La avaricia en la Biblia es idolatría. Nos separa de Dios y hunde al hombre en la pobreza y exclusión social. Así, hemos llegado al 80% de la humanidad en pobreza, mientras otro pequeño porcentaje nada en la abundancia. ¡Qué escándalo humano! ¡Qué sinrazón! ¡Qué atentado contra la humanidad! ¡Qué holocausto causado por la avaricia!
La avaricia es idolatría porque nos alinea con el dios Mamón, el dios de las riquezas, algo incompatible con el Dios de la justicia que es sensible a los despojados, a los débiles, pobres y pequeños. El gran cuidado que hay que tener es el no caer en la idolatría de la avaricia.
No busques a Dios como partidor de herencias económicas que la polilla y el orín pueden corromper, a la vez que ellas mismas pueden corromper los corazones. Si eres su seguidor, únete a esos cristianos comprometidos que, a contracorriente y en contracultura humana, luchan para comunicar al mundo los valores del Reino que son aquellos que pueden trastocar la realidad y pasar a hacer aquella inversión de que los últimos serán los primeros. ¿Acaso es que estos valores te espantan y acobardan?
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