Los deudores son los ricos acumuladores que, acumulando, despojando y cambiando los valores y el juicio, han llegado a llamar deudores a los por ellos despojados de hacienda y de dignidad. Esa es la auténtica tragedia.
En estos días se habla mucho de la deuda, de los países endeudados, de las Comunidades Autónomas, de los ayuntamientos con sus deudas… Estoy pensando aplicar la parábola de los dos deudores, de que se nos habla en el Evangelio de Mateo, al ámbito de la pobreza en el mundo. Y resulta curioso.
¿Quiénes son los deudores del mundo, los ricos o los pobres?
La pregunta no es vana, porque, por ejemplo, los países ricos piensan que los pobres les son deudores en varios aspectos. De ahí el concepto de deuda externa que se transforma en una carga insoportable para los pobres. ¡Qué tragedia! Pobres y deudores. ¿Cuál es el monto de la deuda de los pobres?
No hay quien perdone a los pobres. Sin embargo Jesús habla del perdón total, de que debemos ser movidos a misericordia y perdonar a nuestros deudores. Así, en la parábola de los dos deudores nos muestra este ejemplo:
“El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda” (Mt. 18:27).
Es un contrasentido ante los valores bíblicos considerar a los pobres deudores. La Biblia considera a los ricos los grandes deudores para con los pobres. Así, contemplando el hambre de los pobres y mirando a las mesas de los ricos, la Biblia puede decir a los acaudalados:
“La escasez del pobre está en vuestras mesas”. Vosotros, acumuladores del mundo, sois deudores para con los pobres de la tierra. Pero el hombre trastoca los valores y a lo amargo llama dulce y a lo dulce amargo.
En el mundo de hoy, los que almacenan en sus graneros los bienes de la tierra despojando a tantos que han quedado reducidos a la situación de empobrecidos, se consideran acreedores. Los que almacenan como propiedades suyas lo que pertenece a todos los habitantes de la tierra, jamás se considerarían deudores de los pobres. Los pobres del mundo no se atreverían a decir a cualquiera de los acumuladores:
“páganos lo que nos debes”, sonaría a risa. Sin embargo, la realidad bíblica no confunde los parámetros en que se dan deudores y acreedores del mundo.
La gran tragedia humana es que hay una esquizofrenia en el ámbito de los valores del mundo, de las valoraciones que hacemos. El mundo está trastocado. A los deudores se les llama acreedores y a los acreedores, no por ser prestatarios, sino porque se les ha robado, deudores.
Hoy hay muchos deudores en el mundo. Son los acumuladores y enriquecidos de la tierra. No porque alguien les haya prestado las riquezas de nuestro planeta, sino porque ellos las han usurpado, se las han apropiado y deberían devolverlas en un justo reparto. Pero no ha sido así. Pero la Biblia clama:
“¡Ay de los que acumulan casa a casa y heredad a heredad hasta ocuparlo todo!”... Estos jamás podrán ser acreedores, sino deudores. Desde aquí habría que reinterpretar la parábola si la aplicamos al mundo de la pobreza y cómo perdonar en esos ámbitos.
En vez de repartir justamente las riquezas del mundo para que haya una justa redistribución de los bienes del planeta tierra que pertenecen a todos, se ha prestado a los despojados en vez de darles de lo suyo. De ahí el concepto de deuda externa. A lo que les pertenecía por justicia, se les ha llamado préstamo.
Algunos de los usurpadores de riquezas, no han redistribuido justamente, sino que han dicho que prestaban. Prestar de lo que has despojado antes, no es prestar. Es una burla. Burla que ha convertido a muchos pobres en deudores y han trastocado los valores de justicia del mundo. Pero aunque no hablemos de la deuda externa, la realidad sería igual entre pobres y acumuladores. Los pobres nunca son deudores. Hay una gran deuda que hay que pagar, y los deudores no son precisamente los pobres.
Los auténticos deudores, los despojadores del mundo, no piden perdón por lo defraudado, ni perdonan a los que consideran deudores que, en realidad, son los defraudados y robados. Así, la parábola de los dos deudores, ha de ser reinterpretada en el contexto de pobreza del mundo. Los deudores, desde el punto de vista bíblico, jamás pueden ser los pobres. Los deudores son los ricos acumuladores que cambiando los valores y el juicio, han llegado a llamar deudores a los despojados de hacienda y de dignidad.
Algún día los valores tienen que ser restablecidos. Hay que averiguar a la luz de la Biblia dónde están los deudores. No sea que los que han despojado y acumulado, los que han reducido a la pobreza a más de media humanidad, sea los que, a su vez, hagan postrarse a los pobres a sus pies, pobres que jamás van a ser perdonados por estos falsos acreedores. Este fue el comportamiento del consiervo perdonado de una tan grande deuda ante otro siervo humilde que se postró ante él para que le perdonara:
“Mas él no quiso perdonar, sino que fue y le echó en la cárcel, hasta que pagara la deuda”.
Los cristianos no podemos consentir estas injusticias, sino que hemos de denunciar hasta que el mundo se reencuentre a sí mismo en justicia. Los cristianos son los que tienen que discernir quienes son los deudores y señalarlos con el dedo de la denuncia. Porque la parábola no quedó ahí, sino que acabó haciéndose justicia por la denuncia de muchos, de otros consiervos que clamaron denunciando la situación ante su señor. Tomemos ejemplo. Hay que usar nuestra voz y clamar por justicia. Es así como se llegará a desenmascarar a los auténticos deudores del mundo. Denunciad y clamad como lo hicieron los consiervos de la parábola.
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