Todo el proceso de Jesús fue injusto. La pasión es un acto de injusticia. Es en la resurrección donde se hace justicia: “No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor”. Mateo 28:6.
Es verdad que la resurrección de Jesús tiene un valor trascendente, garantía de nuestra propia resurrección. Cristo resucitó dándonos garantía de vida eterna, de resurrección en gloria e inmortalidad. Sin embargo es verdad que la resurrección puede verse desde otras perspectivas más cercanas a los que sufren en nuestro aquí y nuestro ahora. Así, pues, la resurrección puede contemplarse como un acto de justicia para todos los injustamente tratados. La pasión de los pobres y oprimidos del mundo también es un acto de injusticia.
Así, la pasión de Jesús se relaciona se relaciona también con la pasión del hombre, de los injustamente tratados, de los empobrecidos, oprimidos, proscritos y sufrientes de la tierra. También, en la resurrección se puede ver un acto de justicia contra tanta injusticia. La resurrección también es un mensaje de esperanza para los sufrientes del mundo.
Jesús murió como justo. Todo su proceso de sufrimiento, de pasión que culmina con su crucifixión y muerte, es un acto de injusticia contra el justo. Jesús es el justo que murió por los injustos. Toda la pasión de Jesús es un acto de injusticia humana, aunque Dios Padre la usase para que se cumpliera todo el plan de Dios. Desde esta perspectiva de la pasión como injusticia cometida contra el justo, la resurrección se puede ver como un acto de justicia de Dios, un acto que se puede ver como un acto de justicia a favor de una víctima.
Desde esta perspectiva, no es de extrañar que algunos quieran ver en la resurrección un acto de justicia que repercute también, como tal acto de justicia, en todos los injustamente tratados.
La resurrección dice a las víctimas del mundo: Hay esperanza. La injusticia no tiene al final la última palabra. Hay esperanza para los oprimidos de la tierra, los robados de dignidad y de hacienda, los empobrecidos por el egoísmo de los necios acumuladores del mundo, para los tirados al lado del camino como sobrante humano, para los que han sido presa de la injusticia, del robo, de la tortura injusta y deshumanizante. Hay esperanza. Jesús ha resucitado como garantía de que la injusticia y el mal no van a triunfar sobre la justicia y el bien.
Así, la resurrección alcanza un valor importante para todas las víctimas del mundo: el mal, el dolor, el empobrecimiento de más de media humanidad, el escándalo del desigual reparto de las riquezas del mundo, la vergüenza de las grandes acumulaciones que dejan en la pobreza a tantos millones de seres humanos, es un escándalo humano que la resurrección vence y dice que las injusticias no van a ser eternas, que la muerte de tantos hambrientos del mundo ven una luz de justicia en la resurrección.
Jesús vence la muerte muriendo y es reivindicado en justicia por la resurrección. Jesús derrota a la muerte y a todo proceso de muerte, como es el de la pobreza en el mundo y la situación de tantos injustamente tratados. Hay justicia para todos los injustamente tratados del mundo a través del acto de justicia contra una víctima que implica la resurrección de Jesús.
Así, en la resurrección Jesús se nos muestra como el reivindicador y vencedor del sufrimiento de tantas víctimas inocentes que hay en el mundo, de tantos que están sufriendo por el pecado de otros. Los pobres de la tierra tienen de común con la muerte de Jesús, salvando el hecho de que en Jesús es también un acto redentor, el que sufren por el pecado de otros. Los pobres de la tierra son sufrientes por el pecado de tantos acumuladores, injustos que esquilman la tierra pensando que todo el mundo, que toda la tierra es suya. Estos pecados de los opresores y acumuladores del mundo, recaen sobre los pobres de la tierra que sufren por el pecado de otros.
Dios es garante de justicia para ellos a través de la resurrección. La resurrección como acto de justicia para la víctima llamada Jesús, para el dador de la vida. La resurrección, igualmente un acto de justicia para todos los injustamente tratados que mueren o viven en la infravida por el pecado y la maldad de otros, de los acumuladores del mundo a los que se dedica uno de los ayes de Isaías: “Hay de los que acumulan casa a casa y heredad a heredad hasta ocuparlo todo. ¿Pensaréis que es vuestra toda la tierra?”.
En la resurrección, además de ver a un Jesús garantía de nuestra propia resurrección, además de ver el triunfo de Dios sobre la muerte que es garantía para nosotros de vida eterna, también se puede ver que Dios Padre se muestra como un Dios justo para con Jesús, para con las víctimas del mundo, para con los injustamente tratados, para con los pobres y proscritos de la tierra.
Jesús, en su muerte, hace suya la causa de los sufrientes del mundo. También, en su resurrección se muestra como garantía de justicia para con los injustamente tratados, como garantía de que el bien y la justicia van a triunfar al final, que hay esperanza para las víctimas de la tierra. La resurrección como acto liberador que ha de convertirnos también a todos nosotros, sus seguidores, en agentes de liberación de los sufrientes del mundo. Si queremos defender la causa del Maestro, hemos de convertirnos en sus manos y sus pies como agentes de liberación en medio de un mundo de dolor.
Así, prolongamos la resurrección de Jesús cuando somos garantes de justicia y liberación para con las víctimas del mundo, para con los injustamente tratados, para con los marginados, excluidos y proscritos del mundo, para todos aquellos que sufren en sus carnes y en sus vidas el resultado del pecado de los acumuladores y opresores de la tierra.
De esta manera, tenemos que ver y percibir la resurrección, no solamente como el acto que abre una perspectiva más allá de la muerte que todos hemos de pasar como un acto natural, sino que genera perspectivas de reivindicación ante el escándalo de tantos niños que mueren por el hambre, que viven en la infravida de la pobreza y el abandono. El acto reivindicativo de Dios en la resurrección de Jesús como un acto de justicia sobre la muerte de un inocente, nos debe motivar a trabajar por la liberación y la reivindicación de todos los que, injustamente, sufren esa muerte temprana que es el vivir en pobreza severa y en el hambre, en la infravida y en el no ser de la pobreza en el mundo.
Con la resurrección hay una gran noticia: la justicia ha triunfado sobre la injusticia.Ejemplo que se nos da a todos los seguidores del resucitado que debemos convertirnos en buscadores de lo justo, en reivindicadores de los que injustamente están sufriendo por el pecado de otros, como es el caso de la pobreza en el mundo. A los pobres de la tierra dedico este artículo sobre la resurrección de Jesús, garantía de victoria para todas las víctimas del mundo.
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