La acumulación injusta de riquezas en pocas manos y el pensar que los productos de la tierra no pertenecen a todos, sino a aquellos que los conquistan y almacenan, da lugar a la creación de la pobreza en el mundo. Luego, una vez que se da el fenómeno de los pueblos pobres, de los empobrecidos por los sistemas de producción, distribución y de mercado injustos, una vez que hemos creado la figura del pobre, se tiende a recrearla de nuevo quitándoles la dignidad, marginándolos y excluyéndolos no solamente de la participación de los bienes de la tierra que le pertenecen, sino de la vida cultural, religiosa, social y educativa.
La Biblia recoge muy bien la exclusión religiosa de los pobres que hace que Jesús se centre en la acogida a estos proscritos identificando esta acogida con su esencia de ser el Mesías.
No es algo nuevo. Se daba ya de una forma escandalosa en los tiempos de Jesús. Los pobres no sólo eran excluidos de la vida cultural, social y económica, sino de la vida religiosa. La sociedad de los tiempos de Jesús ya era potenciadora y creadora de pobres. No sólo eran pobres, sino empobrecidos y excluidos o expulsados del sistema. Así, las comunidades del Qumrán excluían a los pobres de forma escandalosa. Los excluían así y con estas palabras: “Necios, dementes, tontos, locos, ciegos, tullidos, cojos, sordos y menores: ninguno de ellos puede ser acogido en la comunidad; pues ángeles santos están en medio de ella”.
Así, pues, no siempre los religiosos han seguido las líneas de acogida a los pobres que practicó Jesús. Pero la pregunta podría ser más grave y escandalosa: ¿Las comunidades religiosas de hoy excluyen a los pobres o solamente les dan la espalda haciéndose las sordas ante el grito de los marginados y pobres del mundo? Aunque no tienen escritas frases escandalosas como las tenía la comunidad del Qumrán, ¿tienen en la actualidad una acogida siguiendo las líneas del Maestro, o siguen excluyendo con el olvido, la falta de búsqueda de justicia, el silencio ante la situación económica y de los mercados injustos, el silencio ante el empobrecimiento de sectores tan amplios de la población, el ochenta por ciento de la humanidad? ¿Colaboran hoy los religiosos en la creación de pobres, de nuevas pobrezas?
Jesús fija su identidad como Mesías precisamente en la acogida a los pobres y los proscritos. Configura su identidad como el Mesías esperado comprometiéndose con los pobres, con los enfermos, los endemoniados, los sencillos, los ínfimos, los proscritos, los tildados de pecadores. ¿Sigue escandalizando esto a la iglesia hoy, a los llamados seguidores de Jesús? A Jesús le seguían legiones de personas por la esperanza que creaba no solamente en la salvación eterna, sino en la liberación de las cargas que echaban sobre las personas los creadores de pobreza, los formadores de sectores marginados, los que condenaban al pueblo por ignorante, maldito o pecador incapaz de cumplir la ley. ¿Tiene este atractivo hoy la religión establecida aunque sea dentro de los parámetros que ellos se han dado como cristianos?
Así, cuando Juan el Bautista le pregunta por su esencia de ser el Mesías, por si él era realmente el Mesías o habían de seguir esperando a otros, Jesús no muestra sus credenciales mesiánicas hablando de bendiciones para el más allá, ni de comunicando conceptos apocalípticos, ni definiciones más o menos teológicas que afirmasen su esencia de ser divino. Jesús se remite al hecho de ser un liberador de los pobres, entre los cuales, en aquella época, estaban los enfermos, tullidos, leprosos… Su respuesta no sé si sería la respuesta que la iglesia cristiana podría dar en defensa de sus credenciales de seguidora del Maestro: “Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el Evangelio”.
Estas eran las credenciales mesiánicas. Los pobres y enfermos estaban en un lugar central, siempre pensando que los enfermos en los tiempos de Jesús estaban condenados en su mayoría a la mendicidad, como ocurría con los ciegos, los tullidos, los leprosos… No sé yo si hoy la iglesia se preocupa por tener estas credenciales mesiánicas, o si permanece un tanto muda de espaldas al grito de los pobres de la tierra, al grito por la justicia y la liberación de loa excluidos de los bienes del planeta tierra.
La preocupación por los pobres, el tener como credencial evangélica el servicio y la búsqueda de justicia, el condenar el almacenamiento desmedido de bienes, el llamar necios a los acumuladores y el mostrar la gran dificultad de que los ricos pudieran entrar en el seguimiento del Maestro, como ocurrió al joven rico que prefirió quedarse con su riqueza y con su tristeza, no es algo secundario en la Biblia. La Biblia condena al os creadores de pobres, a los generadores de pobreza con la estupidez de sus acumulaciones necias y prevé que el mundo se puede escandalizar por la doctrina y los valores del Evangelio que acoge a los pobres y los proscritos de una forma claramente prioritaria. El único grupo que se describe como destinatario específico del Evangelio son los pobres, sin que esto sea un principio excluyente de nadie.
Qué duro y escandaloso puede sonar esto en el mundo cristiano hoy… como duro y escandaloso era en los tiempos de Jesús. Hasta el punto de tener que decir, después de mostrar sus credenciales como Mesías: “Bienaventurado el que no halle tropiezo en mí”, bienaventurado el que no se escandalice de mi esencia mesiánica, el que pueda seguirme siguiendo estos valores propios del reino que irrumpe en nuestra historia con la figura de Jesús.
Jesús se define en contra de los creadores de pobres, de los generadores de pobrezas, de los insolidarios, sean religiosos o no, pero específicamente de los insolidarios ocultos detrás de una fachada religiosa. La oferta de salvación que Jesús hace a los pobres con su acogida, resultó escandalosa en tiempos de Jesús. Los bienaventurados eran los que no se escandalizaban de esta esencia mesiánica que mostraba Jesús. Pero, ¿y hoy? ¿Nos sigue escandalizando la esencia mesiánica de Jesús como Hijo de Dios que se acerca a los pobres de la tierra? ¿Podemos seguir con tranquilidad estos principios identificándonos con las credenciales que mostró el Maestro?
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