En este ya iniciado siglo XXI, se vive, en la pequeña fracción del mundo que puede, llenos de comodidad y confort, pero sin asumir riesgos, sin audacia, sin gestos de valentía, sin compromisos fuertes y solidarios, sin compasiones que nos desgarren el alma. En el campo cristiano vivimos la fe sin que ésta actúe de una manera inevitable y valiente a través del amor. ¿Tenemos miedo? ¿A qué tenemos miedo? Recordad el mensaje navideño: “Pero el ángel les dijo: No temáis”. Lc. 2:10
Ante los inmigrantes, más que un instinto o espíritu de renovación, queremos ser conservadores y tenemos miedo a lo nuevo. La comodidad y confort al que se ha acostumbrado el primer mundo, le lleva a tener miedo a asumir responsabilidades en medio de tensiones y de posibles conflictos, miedos a vivir la vida de la fe de forma comprometida. No recordamos el mensaje de los ángeles a los pastores.
Ante las tensiones y problemáticas sociales, en vez de ser sal y luz, en vez de ser una levadura que puede leudar la masa social, tenemos miedo, somos cobardes y optamos por vivir la fe arropados por las cuatro paredes de la iglesia en donde el pastor nos va dando un Evangelio de autoconsumo que parece hacernos felices. ¿Para qué hablar de o ante las injusticias? ¿Para qué usar la voz en defensa de los más débiles que, incluso, se sientan a nuestro lado en los mismos bancos que nosotros en nuestra iglesia? Nos callamos por miedo y, así, nos hacemos cómplices de las estructuras sociales injustas de este mundo y de quienes las mantienen.
No queremos que el pastor o los responsables de la iglesia nos inquieten con cuestiones solidarias, con retos hacia compromisos con los débiles del mundo, con la misericordia. Preferimos los rituales y los sacrificios a Dios aunque estemos de espaldas al dolor de los hombres. Somos cobardes, tenemos miedo, queremos un evangelio de autoconsumo satisfactorio y que nos llene de gozo y bendiciones aunque éstas sean insolidarias. No queremos cargar con el yugo de Jesús, con las responsabilidades del seguimiento.
¿Por qué en la iglesia hemos de hablar de los Derechos Humanos, de las injusticias en las que nos movemos, de la pobreza del mundo, de tantos religiosos que acumulan insolidariamente o dando migajas como en la parábola del Rico y Lázaro? ¿Por qué nos perturban e inquietan los temas teológicos que se salen de lo que consideramos normal en el conservadurismo con el que vivimos el cristianismo? ¿Por qué tenemos miedo a interponer la misericordia a los rituales y a todo tipo de sacrificio? ¿Por qué tenemos miedo a seguir las líneas de Jesús con los pobres, con los proscritos, con los tildados de pecadores, con los que están al margen de la sociedad, con los desclasados? ¿Por qué tenemos miedo a que se nos tilde de amigos de pobres y pecadores?
La respuesta es clara: porque no vivimos con autenticidad la espiritualidad cristiana, porque no hemos comprendido el mensaje ni el reto de Jesús, porque nos hemos hecho una religión a nuestra medida, religión que nunca nos incomoda, que nos da elementos para la autosatisfacción, que nos quiere dar todo en la tierra y todo en el cielo. Nos da miedo escuchar al Jesús de la historia, de los Evangelios.
Preferimos pensar en el Jesús glorificado que nos espera sentado a la diestra del Padre, pero que no nos demanda mucho a lo largo de nuestra andadura por este mundo. Lo otro, el escuchar a Jesús con calma y con disposición para seguirle, da miedo. Nos da miedo enfrentarnos a la llamada del Maestro. Somos cobardes.
Preferimos gozarnos con el Maestro que, domingo tras domingo, nos van presentando en la iglesia para que nos gocemos y sintamos asegurada nuestra herencia eterna. El Jesús encerrado entre los muros del templo que no nos reta al seguimiento en medio de las problemáticas y conflictos del mundo. Normalmente, preferimos escuchar al Pastor que a Jesús. Jesús da miedo en su radicalidad, en su demanda de compromiso, de acogida a los proscritos, los pobres y los excluidos de la historia. Nos da miedo.
No creo que esta vivencia del cristianismo mutilado nos de auténtica felicidad. Nos lanza al individualismo, a la vida insolidaria y alejada del servicio, a la vivencia de los valores mundanos que son contravalores bíblicos... nos lanza a la insatisfacción espiritual, a la vivencia de algo que no se debe dar en la vivencia cristiana: el vacío, la percepción de cierta insatisfacción a pesar de las prácticas religiosas, a la náusea... Somos cobardes y nos da miedo el seguimiento del Maestro. Nos da miedo la radicalidad de Jesús.
Muchas veces se puede hablar con cristianos miedosos, llenos de insatisfacción, deseando un Evangelio que le vaya compensando sus frustraciones y sus angustias. Cristianos desorientados y vacíos... ¿Será que no están viviendo la projimidad, que les da miedo el concepto de prójimo de Jesús?
¡No temáis! Es el mensaje que se da tanto en el nacimiento como en la resurrección, a los pastores, testigos del nacimiento, como a las mujeres que son los testigos de la resurrección. ¿Por qué tenéis miedo? ¿por qué buscáis la iglesia como refugio cómodo en lugar de verla como el lugar del reto, de compromiso, de la vida vivida por los otros, aunque tengamos que huir de la tranquilidad del sillón casero que nos adormece?
¿Por qué os conformáis a este mundo? ¿Os da miedo nadar contracorriente con valores que son contracultura con los valores insolidarios de este mundo? La felicidad, la bienaventuranza no es para los cobardes que se refugian huyendo del compromiso. La felicidad no es sólo la comodidad ni la búsqueda de un evangelio de autoconsumo satisfactorio. El poseer, la comodidad y el bienestar según los parámetros del mundo nos pueden dejar en medio de la náusea, de la búsqueda de un evangelio que nos alivie de la náusea, en vez de un Evangelio que nos habilite para ser las manos y los pies del Señor en medio de un mundo de dolor.
No busques solamente la religión del posible gozo interior, del bienestar insolidario. No busques la religión que te tranquiliza sin mostrarte tu responsabilidad y compromiso con los débiles del mundo... la vivencia de la espiritualidad cristiana, no nos aísla de las implicaciones del concepto de projimidad, del concepto de prójimo, prójimo que nos necesita... la religión es vana si nos aparta del compromiso para con el prójimo... si te aparta de la responsabilidad para con tu hermano.
Que no te dé miedo Jesús. Si es así, tampoco te dará miedo las responsabilidades para con tu hermano. No seas cobarde. No tengas miedo. El Reino de los cielos se hace fuerte y sólo los valientes lo arrebatan. ¿Surge en ti algún rasgo de valentía? ¡Déjalo crecer! Recuerda el mensaje de los ángeles a los pastores.
Foto: copyright (c) 123RF Stock Photos
Si quieres comentar o