Apedrearon a los siervos y mataron al hijo para quedarse con los frutos, con la heredad. Poco se predica hoy sobre esta parábola dirigida a los religiosos de la época, a los principales sacerdotes y ancianos del pueblo. Quizás escandaliza la forma en que Jesús se dirige a los religiosos.
Así dice uno de los textos de la Parábola dirigida a cumplidores de las normas religiosas: “Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió a sus siervos para que los recibiesen. Mas los labradores apedrearon a los siervos. Finalmente les envió a su hijo… mas los labradores cuando vieron al hijo dijeron: Venid, matémosle, y apoderémonos de su heredad”.
Mateo 21: 34-38.
¿Son los religiosos, acaso, los ladrones de los frutos del Reino? La parábola afirma como conclusión que el reino de los cielos se le quitará a estos labradores y se entregará a otro pueblo que produzca sus frutos. ¿Acaso eran los religiosos de la época de Jesús los que impedían que los frutos llegaran a su legítimo dueño, el dueño de la viña? ¿Causa escándalo el tildar a los religiosos, trabajadores de la viña, de ladrones? ¿Sigue siendo actual la parábola y los frutos del reino son frenados por los religiosos?
Esta es una parábola escandalosamente dura que nos presenta a un grupo de personas que trabajan en la viña del dueño, pero que impiden que éste vea el fruto de su viña.
Estos labradores malvados se creen en la libertad de apoderarse ellos de los frutos de la viña hasta el punto de que son capaces de matar a los emisarios del dueño que claman por sus frutos.
¿Quiénes apedrean o persiguen hoy a estos emisarios, a los profetas de Dios?
¿Quiénes apedrean hoy a los que reclaman los frutos de la viña para entregarlos a su Señor? ¿Quiénes son los que apagan la voz profética para que no se den los frutos de justicia que reclama el dueño de la viña? ¿Quiénes se oponen hoy a los frutos de justicia, de solidaridad humana, de dignificación de las personas, de liberación de la pobreza y de la miseria de tantos sufrientes del mundo? ¿Acaso son los propios religiosos?
A mí no me escandalizan las palabras de Jesús, pero la Biblia constata que muchos se escandalizaban de Él.
Religiosos que se preocupan de sus iglesias, de sus parroquias, de que se mantenga cierta “limpieza” interna intramuros de los templos... pero ladrones de frutos. Pero ¿se puede identificar la iglesia con el Reino de Dios? ¿Debe dar la iglesia los frutos del reino o se puede quedar con ellos apedreando incluso a los profetas?
Yo defiendo y amo a la Iglesia. Aquí la cuestión está en saber si las iglesias son todas iglesias del reino. Si son iglesias del reino, no pueden estar robando los frutos que éste demanda.
Yo espero que las iglesias no estén apedreando a los profetas, ni maten al hijo para quedarse con los frutos de la viña, los frutos del reino que deberían estar actuando en el mundo, como frutos de búsqueda de justicia, de práctica de misericordia, de estar sacando a los últimos y poniéndolos en los primeros lugares. ¿Se roban estos conceptos porque, quizás, causan escándalo?
Gracias a Dios que hay iglesias del Reino y no son identificables con los labradores de la viña que querían sólo para ellos la heredad y la posesión de los frutos que producía la viña. Pero puede haber iglesias del antirreino.
Quienes ejerciendo de labradores, de trabajadores de la viña, son malvados y matan a los profetas, a los emisarios de Dios e impiden que los frutos del reino lleguen a todos, al mundo, a los necesitados para que haya una sociedad nueva en la que prosperen esos frutos, no son dignos de ser labradores del reino. El reino se les quitará y se buscará otro pueblo que produzca esos frutos. Hay que acabar con los labradores homicidas para que los frutos del reino resplandezcan en el mundo de una manera clara.
Tenemos que saber que en la viña del Señor no hay lugar para los que no están aportando continuamente frutos, para los que no están actuando para los demás, para los que desconocen los frutos de la projimidad, para los que sólo se dedican a la palabrería y alabanzas vanas, pero que, al final, se quedan con los frutos, los roban, impiden que los frutos lleguen a un mundo lleno de dolor y con el que Dios se siente identificado. Pero, cuando se dice esto, muchos se pueden escandalizar.
¿Quién es el que puede quitar a los labradores malvados que, sintiéndose propietarios o amos impiden que el Señor recoja sus frutos? ¿Quién puede eliminar a los que apedrean a los profetas, a los que matan al hijo? ¿Quizás pensarán que con un Dios muerto van a poder quedarse con los frutos de la viña del Señor? Por eso matan al Hijo. Quieren matar al mismo Dios para que no les demande la entrega de los frutos. Esto sí es un escándalo real. Ante esto sí hemos de escandalizarnos en justicia.
A Dios no se le puede matar, porque es el dueño de la vida y de la muerte. Es verdad que mataron a Jesús, pero éste venció la muerte, resucitó y sigue pidiendo cuentas sobre los frutos que los religiosos tienen que dar al Señor de la viña. Esos falsos amos de la viña tienen que ser sustituidos y eliminados. Tiene que darse la viña a otros que produzcan frutos, frutos de justicia, de misericordia y de amor. Sin esto la religión no es válida, los cultos no son aceptos al dueño de la viña, las plegarias son una molestia para los oídos de Dios, las fiestas solemnes no las puede soportar el dueño de la viña. Éste lo que quiere son los frutos del reino, que éstos actúen en el mundo.
Creo que esto puede ser una gran lección para el cristianismo hoy, una lección que potencia la obra social cristiana, el compromiso con los pobres, con el mundo, con los oprimidos, con los que están esperando que los frutos del reino lleguen a todos los rincones del mundo eliminando injusticias, liberando, dignificando… Aunque esto escandalice a algunos.
Dios no puede bendecir una iglesia que no dé los frutos del reino, que no los entregue como ofrenda a su Señor. Si la iglesia y los cristianos intentan robar los frutos y apedrear a los profetas, será quitada de la faz de la tierra y entregada a otro pueblo que sea iglesia del reino.
No puede darse la vivencia de un cristianismo estéril que no produce los frutos que el dueño de la viña está esperando. El reino de Dios no está entre los religiosos que no producen frutos, en el pueblo que apedrea a los profetas y que es capaz de matar al hijo para quedarse egoístamente con los frutos y con la herencia que no le pertenece. Nadie que mate la voz de los profetas puede ser un agente del reino de Dios.
La iglesia hoy tiene que escuchar la advertencia de Dios a su pueblo: “El reino de Dios será dado a gente que produzca los frutos de él”, dice el texto de Mateo. La iglesia debe estar preparada con su cesto de frutos. Su privilegio será el poder decirle al Señor: Aquí están los frutos, Señor. Los frutos de mi fe, los frutos que nuestra fe ha dado a través del amor... aunque esto escandalice a los religiosos insolidarios.
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