Este texto,
“perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores”, interpretado desde los parámetros del Evangelio a los pobres, tiene hoy una significación muy específica y muy especial.
El mundo rico tiene a los pobres como deudores. Los pobres, con su sacrificio, están financiando al mundo rico en concepto de una deuda contraída que se les exige que devuelvan. Duras políticas de ajustes para que esa deuda pueda ir siendo saldada, hace que muchos niños pasen hambre y, en su caso mueran. El mundo rico, una minoría en la opulencia y entre ellos muchos denominados cristianos, tiene al mundo pobre, al ochenta por ciento de la humanidad, como deudor… y siguen orando o rezando en las iglesias o en sus casas:
“perdónanos como nosotros perdonamos”. Esto es un atentado contra el Evangelio. Más aún, si pensamos en el Evangelio a los pobres.
Esta quinta petición del Padre nuestro, me recuerda a la parábola de los dos deudores: el rico que había sido perdonado, los instalados en la sociedad a los que, no sé quién, les ha perdonado una gran deuda con la humanidad debido a sus acumulaciones injustas que nadie reclama ni condena, agarran por el cuello al deudor pobre y lo pone en aprietos de muerte, usa como esclavos a su familia y a sus hijos, hasta que acabe pagando la deuda… No hay misericordia. El pobre es considerado como deudor y se le aprieta hasta que ya no puede más. Hoy este texto clama y grita alrededor de un tema vital para muchos pobres: la deuda externa.
Aquí hay un tema importante, si quisiéramos, como cristianos, poder orar esta petición a nuestro Padre, si fuéramos coherentes con la Biblia y con nuestra fe, deberíamos estar clamando por perdón al mundo pobre. Muchos cristianos han tomado como base el tema del jubileo que aparece en las Escrituras. Debería clamarse por un jubileo universal y luchar por ello en busca de una mayor justicia en el mundo, para que nosotros, los cristianos, pudiéramos orar con tranquilidad y coherencia en la línea que nos marca esta quita petición:
“perdónanos como nosotros perdonamos”. Si no, los valores bíblicos, los valores que estamos viendo del Evangelio a los pobres, nos están condenando por nuestra falta de capacidad para perdonar.
Los cristianos deberíamos usar nuestra voz y nuestras fuerzas, nuestra capacidad de influencia y de denuncia, para que se fueran dando pasos en la dirección de la condonación de la deuda. Quizás así tendría sentido el que pidiéramos a Dios el ser perdonados así como nosotros perdonamos a los que nos deben, a nuestros deudores.
Es verdad que el tema de la petición de perdón en la línea de esta petición del Padre nuestro, no se reduce al tema de esta deuda que los ricos reclaman de los pobres. Esta petición se puede aplicar en todos los órdenes de la vida, en las relaciones entre los hombres en general, entre los creyentes en el seno de las iglesias, en las relaciones de vecinos o de trabajo…, pero en este contexto que estamos tratando de los valores y las líneas del Evangelio a los pobres, encaja de una manera tal, que el mundo rico se siente interpelado por esta petición del Padre nuestro.
Se da en la situación del mundo un contrasentido, una esquizofrenia en la humanidad. Los países ricos que son deudores para con los países pobres por sus despojos, sus acumulaciones y gastos de energías, alimentos y bienes y servicios sin límite ante un Lázaro agonizante como es el inmenso mundo pobre, llaman deudores a los despojados y excluidos. ¿Quién es, realmente, el deudor y cuál es la cuantía de la deuda de cada uno? Por eso esta quinta petición del Padre nuestro me recuerda a aquella parábola tan llamativa de los dos deudores. Una parábola trágica y sangrienta, escandalosa y vergonzosa para el género humano.
A los deudores ricos, el mundo les perdona y les rinde pleitesía. Con los deudores pobres se sigue la línea de la parábola: Se les tiene agarrados por el cuello hasta que paguen el último céntimo. Así, la petición
“perdónanos como somos perdonados”, afecta al mundo en el que vivimos. Nos pone en evidencia ante el mundo pobre que pidió unos créditos que se ofertaban en épocas de crisis por gran liquidez, mientras que olvidamos al gran deudor, al deudor real, al deudor con respecto a las vidas y haciendas de los pobres del mundo.
Recordemos la historia de las conquistas, analicemos el trabajo de las multinacionales en el mundo hoy, analicemos las políticas de ajuste que se hacen para el mundo pobre hoy, por donde van y a quién pertenecen los flujos de dinero que circulan por el mundo intentando multiplicarse a costa de los más débiles del sistema.
Se podría afirmar con rotundidad: El mundo rico es deudor en grandísimas cuantías y no es capaz de personar la insignificante deuda de su hermano en el mundo pobre. Así, esta quinta petición del Padre nuestro resuena en el mundo hoy como una llamada de atención desde lo alto, como una llamada de atención de Jesús al perdón entre los hombres, a la reconciliación.
El perdón no sólo debemos practicarlo entre los hermanos miembros de una misma iglesia, no sólo hemos de practicarlos en el seno de la familia, sino en el seno de esa gran familia que es el mundo entero. Yo creo que pocos en el mundo hoy se atreven a orar pidiendo al Señor que le perdone en la misma manera que él perdona. Así, muchas veces nos avergonzamos ante esta petición y la rezamos automática y repetitivamente sin fijarnos en lo que pedimos ni en la trascendencia de nuestra petición.
Tenemos que volvernos a Dios y pedirle que nos ayude a vivir de manera que podamos hacer esta petición de forma consecuente y sin tener que avergonzarnos.
Señor, no te pido que no nos perdones si no perdonamos. No me atrevo. Sí te pido que nos ayudes a poner en orden nuestra vida para poder ser consecuentes con esta petición, que afecta tanto al mundo, en la línea del Evangelio a los pobres.
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