Si comparamos esta bienaventuranza en la visión de Lucas y en la de Mateo, vemos que en Mateo la bienaventuranza está más dulcificada, con un tono más espiritualista que en la versión de Lucas que es más realista y parece que está criticando más directamente a los que detentan la riqueza material, a los seguidores del dios Mamón.
Se puede decir que la versión de Lucas, adoptando el tono corto y seco de “bienaventurados los pobres”, se sitúa más cerca de los pobres de la tierra, de los despojados, de los oprimidos y de aquellos que son marginados y no les queda sitio en la sociedad. Mateo, quizás al escribir a los judíos con una ética del cumplimiento de las jotas y las tildes de la ley, ve la necesidad de subrayar, de una manera más fuerte, una vertiente espiritual.
Sin embargo, no están lejos el uno del otro en la versión que cada uno hace de la bienaventuranza o sentencia de Jesús.
Yo creo que si analizamos con seriedad, es imposible ser pobre de espíritu y estar apegados a la riqueza, estar presas de las acumulaciones que desequilibran el mundo y empobrecen a más de media humanidad. Me cuesta trabajo creer que a alguien se le pueda llamar con seriedad pobre de espíritu, mientras sigue agrandando sus graneros, mientras deja las mesas de los pobres vacías.
Por todo esto, no me cabe duda que la bienaventuranza está dedicada especialmente a los humildes, los económicamente pobres, los oprimidos, los que están en desamparo, los despojados de dignidad y de hacienda, los que se quedan tirados al lado del camino. Es posible que la versión de la bienaventuranza que da Lucas esté menos mediatizada, responda mejor al original de la expresión de Jesús. Lo que puede ocurrir es que se mire más a la de Mateo “pobres de espíritu”, por el deseo que muchos ricos tienen de compatibilizar la riqueza material con la espiritual. El deseo de los que desean tener todo en la tierra y todo en el cielo. Esto choca con los valores del Evangelio.
Por otra parte, cuando se dedica la bienaventuranza a los pobres de la tierra, tampoco debemos a ensalzar la pobreza como cauce de salvación. La pobreza en sí no puede ser buena en ningún caso ni deseada. Es el resultado del egoísmo de los acumuladores, de la avaricia, de la falta de projimidad. Es producto del pecado de unos contra otros, es producto del despojo, del robo, de los desequilibrios que se dan en la naturaleza a causa del pecado. La pobreza es el resultado del pecado de unos contra otros.
Sin embargo, en la Biblia se observa un corazón especial de Dios para con los pobres. Es en este sentido que se puede afirmar que Dios es parcial con los pobres. Éstos están en el centro del corazón de Dios. Sin embargo, no me cabe duda que los pobres también necesitan arrepentirse para entrar en el reino. Lo que sí se muestra en la Biblia es que el pobre está más predispuesto a obedecer el llamamiento de Dios. En el banquete del Reino, cuando muchos de los ricos e integrados del mundo se niegan a acudir al banquete y Dios, en su lugar, llama a los pobres y tullidos de la tierra, éstos no se niegan a acercarse al banquete del Reino. En el banquete del Reino Dios recoge a los pobres y sufrientes de todos los lugares del planeta.
Por otra parte, en la Biblia, los pobres son un reto para la fe de los que se llaman seguidores del Maestro. Esta es la línea que yo más trabajo en mis escritos. Con la actitud, con la insolidaridad o solidaridad que adoptemos ante los pobres, todos nos estamos jugando nuestro futuro al lado o separados de Dios. En algunos textos de teología católica he leído la expresión: “Los pobres nos evangelizan”. Están haciendo alusión a que los pobres son una gran oportunidad que Dios ha puesto ante los creyentes integrados para que muestren la fuerza y la vida de su fe. Se ofrecen como oportunidad a los integrados para que puedan cumplir con la afirmación de Dios de que el amor a Dios y al prójimo están en relación de semejanza.
Por tanto, los pobres en la Biblia y en la consideración de Dios ocupan un lugar especial y Dios se decanta por la defensa del pobre, del oprimido y del sufriente. Si el que se llama cristiano no sigue esta línea bíblica, es imposible que pueda vivir en integridad la espiritualidad cristiana. Tantos en el mundo han pecado contra los pobres practicando el despojo y la acumulación, que Dios, en su sensibilidad, les dedica la bienaventuranza. Les promete la felicidad del Reino.
Dios no puede estar indiferente ante la injusticia que empobrece a más de media humanidad y, por ello, se pone del lado de los pobres. Así, como sus señas de identidad a la pregunta de Juan el Bautista por si Él era el Mesías, responde: “A los pobres es predicado el Evangelio”, frase esencial para el tema que estamos tratando del Evangelio a los pobres. Dios siempre se pone del lado de los pobres y oprimidos del mundo, de los humildes, de los que sirven y no de los que mandan y ejercen la violencia del poder político o económico.
El corazón de Dios late al lado del de los pobres. Así, no me cabe duda de que a Dios se le encuentra de una manera muy especial entre los pobres de la tierra, en los focos de pobreza y allí donde se abusa de los trabajadores y se les oprime. Jesús ofrece la felicidad, la bienaventuranza y el disfrute del Reino a los pobres de este mundo. Aunque no sólo a ellos, si lo hace de una forma muy específica, siendo éstos el único colectivo específico nombrado como destinatario del su Evangelio. Jesús se considera enviado para dar buenas nuevas a los pobres, siguiendo un texto de Isaías en donde no cabe duda de que se está hablando de la pobreza real contra la que clamaban los profetas. Por tanto, no nos extraña la primera bienaventuranza de Jesús: “Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios”.
Sin embargo,
la pobreza es bíblicamente algo condenable, una violencia a la que se condena al prójimo. La bienaventuranza no puede considerarse como un consuelo que adormece la sensibilidad de los pobres y permite la indiferencia de los ricos e integrados en el sistema de riqueza del mundo. La pobreza debe de atacarse, buscar sus causas y comprometerse con aquellos que padecen las consecuencias de una pobreza creada por la insolidaridad, el egoísmo y la injusticia de muchos. Los pobres y Dios mismo nos llaman a aceptar del reto de la práctica de la misericordia y de la projimidad. Los pobres son una llamada del pueblo de Dios a la práctica de la justicia y de la misericordia. Quizás sea así como algunos piensan que nos evangelizan.
Señor: ayúdanos a comprender esta sentencia de felicidad a los pobres y te pedimos que tú nos ayudes a aceptar el reto de compromiso tan grande con la pobreza que supone tu Evangelio que, siendo para todos, se muestra de una manera tan especial para los pobres de la tierra invitándonos al servicio y a la práctica de la projimidad… porque la pobreza no es sólo una fatalidad natural, sino un escándalo humano que mueve y afecta muy especialmente a la sensibilidad de Dios mismo.
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