Jesús ejercía una atracción especial sobre muchísimas personas. ¿Cuál era la razón? La razón es que el Evangelio que trajo Jesús era atractivo. ¿Lo sigue siendo hoy? Estoy seguro que hoy podría serlo si siguiéramos los parámetros del Evangelio que nos trajo Jesús.
Es como si Jesús, para las multitudes, a través de su palabra, de su ejemplo, de su estilo de vida, de sus prioridades y de su mensaje liberador de las cargas de los religiosos de la época, su identificación con los pobres y humildes y la siembra de sus valores, los valores del Reino, se presentara como algo fresco frente a lo rancio de muchos religiosos, como acogedor frente a las reglas y normas de pureza y de exclusión que marcaban las autoridades religiosas del momento, como algo vivencial que convertía al Evangelio en un flujo liberador para con los que sufren.
Es por eso que le seguían multitudes. Es como si a través de este estilo de vida y este Evangelio liberador de Jesús, se estuviera haciendo un llamamiento generalizado, como si el mensaje “venid en pos de mí”, fuera un mensaje para todos. Todos, en cierta manera, podemos ser llamados, atraídos, captados por la figura de Jesús, por su vida de servicio, por su mensaje liberador y que se identificaba tanto con los débiles del mundo.
Cuando uno es captado por el atractivo de este evangelio restaurador y que se identifica con los sufrientes del mundo, es cuando hace surgir en nosotros una vocación: vocación de servicio, vocación de ser agentes de liberación, vocación de comunicar el Evangelio, vocación de búsqueda de justicia, vocación de ser los transmisores de un mensaje que cambia vidas, vocación de unirnos a la denuncia profética a favor de los débiles del mundo... Eso era el atractivo de Jesús, la razón del por qué de ese auge de la esperanza de las multitudes, de los proscritos y tildados de pecadores.
Veían en el mensaje de Jesús algo atractivo que no era común a los líderes religiosos de la época. Jesús era totalmente original en su mensaje con respecto a los líderes religiosos del momento y se convirtió en un ser atractivo para grandes multitudes.
Hoy, para ser atractivos, debemos volver a la figura histórica de Jesús, debemos volvernos hacia los valores del Reino, hacia el compromiso con los pobres y sufrientes de la tierra, a identificarnos con los excluidos y proscritos del mundo, con los robados de dignidad y de hacienda, con los ofendidos y humillados de la tierra.
El atractivo de los creyentes no está en que asistan a los cultos con ropas limpias, en que se conviertan en cumplidores de rituales... aunque hay que hacerlo. No está de más que busquemos el culto en los templos, pero el auténtico culto a Dios está explicado tremendamente bien por los profetas. El auténtico ritual está, sin duda, en partir el pan con los hambrientos, en acordarse de los excluidos y pobres de la tierra, en trabajar por la justicia... Eso nos va a hacer atractivos en la línea de Jesús, sin que eliminemos otras partes del ritual o del culto.
Quizás sea entonces cuando las multitudes nos van a seguir, cuando la evangelización va a tener un atractivo imparable, cuando nuestras palabras serán hermosas y proféticas, cuando el mundo se volverá hacia nosotros. Jesús era atractivo porque tenía en cuenta a los oprimidos, rechazados, proscritos y, además, liberaba a muchos tildados de malditos por ignorantes que no podían seguir toda la maraña de normas de los religiosos del momento. El Evangelio liberador de Jesús tenía un atractivo extraordinario, imparable, nuevo, liberador, original, restaurador de los despojados y rechazados.
Cuando nos sentimos atraídos por el Evangelio comprometido de Jesús, el que en gran parte se puede llamar el Evangelio a los pobres, es cuando nuestra fe está empezando a vivir, cuando el Señor nos ha tocado para que abramos nuestro corazón y nuestra vida a una fe actuante. La fe que necesita del amor para no morirse y dejar de ser. Para ser atractivos al mundo tienen que surgir las obras de la fe como algo precioso e irresistible, como algo que se compromete con el mundo y que sirve.
La fe sin obras, no es atractiva. El cristiano de fe pasiva, es como algo sin forma, sin atractivo, sin valor. La fe que actúa por el amor es el atractivo al cual no se podrán resistir las multitudes del mundo, la fe que puede cambiar valores y hacer que las estructuras de pecado, de maldad y de injusticia salten hechas pedazos.
Por tanto, el auténtico atractivo, si queremos ser vidas preciosas ante los hombres que no tengan más remedio que reconocer la atracción de los cristianos del mundo, el encanto que se debe reflejar en el rostro y la vida de los cristianos, debe compaginar la fe con el amor, una fe activa que obra a través de actos de amor y de servicio a los débiles. El cristianismo que se limita a ser de ritual y de sacristía, no es atractivo para el mundo. Ni siquiera es feo u horroroso... es algo indiferente, sin forma, incapaz de cambiar el mundo, ni de cambiar vidas.
La atracción del Evangelio no está sólo en la alabanza o en la exaltación de un Jesús por labios insolidarios. La atracción va a estar cuando el Evangelio se compromete con el mundo como algo liberador, cuando se predica con unos estilos de vida que alumbren al mundo, alejados del boato y del “prestigio” mundano de los acumuladores de este siglo, cuando se den los primeros lugares a los que han sido relegados a los últimos rincones de la humanidad. Cuando el Evangelio que prediquemos sea rompedor de yugos, liberador de los oprimidos y rehabilitador de los que viven en la infravida de la pobreza y marginación.
Es cuando, entonces, nuestros rostros van a ser atractivos al mundo y el Evangelio será un faro que atraiga la mirada de todos los pobladores de la tierra.
Si quieres comentar o