Una de las características que deben tener todos aquellos que quieran seguir a Jesús en las líneas del Evangelio a los pobres -no hay otra forma de seguirle-, es la de la humildad, así como la del reconocimiento de que se depende en todo del Señor de los campos, de la creación, del universo, de los hombres, todos igual en dignidad y derechos.
Dentro de los parámetros del Evangelio a los pobres, tiene que haber ausencia de prepotencia, reconocimiento del otro como superior a nosotros mismos, independientemente de cuál sea su situación. Reconocimiento de siervos o esclavos de aquél que, como grupo específico dentro de los destinatarios de su Evangelio, eligió a los pobres de la tierra y vio en ello sus señas de identidad como Mesías. Es la única manera de que podamos decir con alegría
: “Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer hicimos”… Sólo así podremos experimentar la felicidad del siervo.
Las palabras
“prepárate, cíñete, sírveme” dichas cuando nos acercamos al Señor ya cansados, se configuran como todo un mensaje. Alguien nos está diciendo: Yo primero. No obstante, debemos recordar siempre que en estas líneas de servicio, por semejanza entre el amor a Dios y al hombre y por la identificación que Dios tiene con el sufrimiento de los débiles y despojados del mundo, este
“yo primero”, lo podríamos interpretar como
“el prójimo primero” y, especial y específicamente, el prójimo en necesidad.
Estas líneas de servicio que encajan perfectamente en las estructuras del Evangelio a los pobres, nos están exhortando a que la vivencia del Evangelio tenga unas líneas prácticas y de arraigo en la realidad socioeconómica hasta que nos demos cuenta de que, aunque la contemplación, la espiritualidad mística, la búsqueda de gozo y disfrute, el recibir parabienes por nuestro servicio y puesta en práctica del Evangelio, debe quedar en su lugar -pues tampoco queremos eliminar estos conceptos-, estas vivencias no nos deben apartar un ápice de las líneas de servicio tanto a Dios como al prójimo. El servicio a Dios y el servicio al prójimo son como las dos caras de la misma y única realidad. Sólo el que sirve puede, en autenticidad, disfrutar de la exaltación en la alabanza, de la oración y del culto. Fuera del servicio, estas prácticas pueden ser como una molestia a los oídos de Dios, “
metal que resuena o címbalo que retiñe”.
Si la salvación es por gracia, el servicio también debe ser gratuito en todos los aspectos. De ahí que esta frase que tan bien encaja en las estructuras y conceptos del Evangelio a los pobres:
“Cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos”, sólo les es posible vivirla a los que han captado tanto la gracia como la gratuidad en el servicio. De ahí que nadie debe servir ni trabajar, tanto en la ayuda al prójimo en la línea del Evangelio a los pobres, como en los campos de la evangelización, ni de la misericordia, ni de la enseñanza, pensando en el reconocimiento o cierto agradecimiento de Dios por nuestro trabajo.
De gracia recibimos, debemos dar y actuar de gracia. El que algún día el Señor pueda recompensarnos no debe entrar en nuestros parámetros de servicio. Recordad que cuando hayamos servido hasta la extenuación, debemos continuar con la frase: Siervos inútiles somos. Sólo hemos hecho lo que debíamos.
Así, si no queremos servir gratuitamente, si no queremos arar los campos donde hay tantas personas que sufren injustamente, si no queremos ni nos sentimos llamados a pacentar a los que tienen hambre, si no queremos cavar los campos endurecidos por la opresión, la explotación y el despojo de los débiles, si sólo queremos gozarnos en la tranquilidad y falso sosiego de los injustos, si el sufrimiento del prójimo a nosotros no nos afecta, de nada nos sirve el ritual, que será vano, de las iglesias.
Si no nos preparamos, si no nos ceñimos, si no damos de comer y beber, nuestra situación como cristianos es triste y desoladora. No hemos entendido, no sólo lo que implica el Evangelio a los pobres, sino que no hemos entendido la auténtica vivencia de la espiritualidad cristiana. Fuera de estas estructuras de bondad y misericordia, sólo se puede vivir una religiosidad insolidaria, no el cristianismo del Maestro.
La frase que estamos comentando en la línea del Evangelio a los pobres de considerarnos siervos inútiles porque sólo hemos hecho lo que debíamos, nos debe llevar a contemplar la integralidad del Evangelio con tantas líneas de servicio, de las cuales Jesús nos dice
“porque ejemplo os he dado”, líneas de servicio que nos conducen a la vivencia de un Evangelio integral… sin esperar nada a cambio.
Si aceptamos la salvación por gracia, como un don gratuito, sin que Dios nos pida a cambio esfuerzos, sacrificios, cilicios, cenizas o penitencias, nuestra respuesta debe estar en la línea de la gratuidad del servicio… por coherencia. Si no, no hemos entendido el Evangelio, ni ha calado en nosotros la gracia de Dios. ¡Qué dispuestos estamos a aceptar como gracia, como don gratuito, todo lo que Jesús sufrió en nuestro lugar, y cómo tiramos por la borda estos dones graciosos al dar la espalda al que necesita algo de la gratuidad de nuestro servicio!
“De gracia recibisteis, dad de gracia”, servid de gracia. Sólo así entenderemos las líneas, los parámetros, los conceptos y los mandamientos que conforman el Evangelio de Dios a los pobres, sólo así podremos entender a Jesús: Evangelio de Dios a los pobres.
Señor, si aceptamos tu gracia, la salvación por gracia, como don gratuito, sacude nuestras conciencias hasta que sepamos servir de gracia, sn esperar nada a cambio. Que podamos hacer lo que los siervos inútiles que trabajan, sin esperar nada a cambio, hasta hacer todo lo que debían.
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