Una pastoral social no puede pasar de largo ante la pobreza urbana. En las grandes ciudades, fundamentalmente en sus centros antiguos, al haber una fuerte condensación de lo humano, se pueden observar también los focos de pobreza y conflicto que
conforman el llamado Cuarto Mundo Urbano. De todo esto se dieron cuenta ya hace más de un siglo las Misiones Urbanas del mundo. Precisamente se llaman urbanas porque ven en los centros de las grandes urbes un lugar urgente y preferente de trabajo y de servicio.
Una pastoral de lo social debe recoger el reto lanzado por las Misiones Urbanas hace ya más de un siglo. Es una línea de trabajo imprescindible que, incluso, debería forzar a la pastoral social a crear iglesias en los centros antiguos, ya que, en muchas grandes ciudades, las iglesias se van a la periferia dejando en el abandono a los que luchan y mueren en medio de los focos de conflicto urbanos. Esa es una realidad que también se observa en Madrid con respecto a las iglesias evangélicas.
La pastoral social en las grandes ciudades debería esforzarse para que la iglesia sea una luz que observa lo que ocurre en esos centros urbanos y, además de estructurar sus líneas asistenciales, debería ser una voz que incita a la creación de políticas inclusivas para tanto marginado, excluido y gente enganchada a la calle. A la pastoral social le compete ver las formas de crear políticas inclusivas para las personas sin hogar, las personas transeúntes y mendigos que deambulan por las grandes ciudades y, fundamentalmente, preocuparse por la situación de los niños de la calle en las grandes ciudades del mundo.
Hace poco, un latinoamericano que asistía a unos de nuestros Talleres Interculturales para la integración, comentaba que la vía de solución que se veía en algunos sitios de Latinoamérica era el crear “grupos de limpieza” que consisten simplemente en ejercer la violencia contra estos niños que, a veces, tienen que robar por necesidad. Es una violencia que, en muchos casos, llega hasta el asesinato. En eso consiste el trabajo de estos “grupos de limpieza”, al asesinato de los niños de la calle.
Una pastoral de lo social debe, necesariamente, centrarse en el servicio a estos colectivos urbanos, mancharse las manos, cuando sea necesario, como buenos samaritanos para que la iglesia no caiga en el pecado de omisión de la ayuda y, en lugar de ser una iglesia del Reino que transmite valores solidarios y de inclusión y dignificación, se convierta en una iglesia del antirreino y cómplice de todas estas atrocidades vergonzosas que estigmatizan a todo el género humano.
Una pastoral de lo social en las grandes ciudades, no debe conformarse con su involucración en lo asistencial, cuestión que es importantísima, sino que debe ser un grupo que, en el nombre de Dios y como discípulos de Jesús, presionan y gritan en contra de la exclusión, marginación y robo de dignidad de tantos seres humanos. La Iglesia se debe sentir impulsada, bajo las exigencias del concepto de projimidad y como discípulos y misioneros de Jesús, a llamar la atención y elevar su protesta contra las estructuras sociales que empobrecen, olvidan y marginan a estos grupos de personas. Deben interpelar a los gobiernos locales y nacionales, como en tantos casos se ha hecho por otros temas bioéticos como el aborto. En el caso de la pobreza también se trata de la defensa de la vida y es uno de los temas bíblicos que con más extensión y fuerza se tratan. Se refleja este tema en toda la Biblia y se ve de una manera especial en los profetas y en Jesús como el último de los profetas.
Una pastoral de lo social en estas áreas urbanas, debe trabajar creando proyectos de ayuda, de inserción social, de participación y de orientación en los que los pobres no sólo sean objetos de la acción asistencial de la Iglesia, sino en donde se sientan sujetos y actores responsables de su participación, renovación e integración. Así, una pastoral de lo social debe saber que la integración de las personas a través de la iglesia es una de las más fuertes y que pueden dar mejores resultados gracias a la solidaridad y amor cristiano que debe reinar en la iglesia a favor de los excluidos en donde nadie se debe sentir pobre, ni extranjero, ni diferente, ni marginado.
Por tanto desde estas líneas hacemos una llamada para que la iglesia vuelva su mirada, después de haber observado la pobreza en el mundo y reflexionado trazando líneas de acción y cooperación internacional, a la pobreza urbana, a las grandes ciudades del mundo, al Cuarto Mundo Urbano en donde se concentran, junto al lujo, la riqueza y el consumo, la pobreza más brutal y más dura, en donde hay focos de conflicto urbanos donde se mueven tantos marginados, incluidos los niños que nacen en los focos de pobreza urbanos y que mueren en la mayoría de los casos sin salir de ellos.
Una pastoral social debe estudiar las causas de la pobreza tanto urbana como mundial y, una vez conocidas las causas, actuar como buenos prójimos que no sólo comparten, sino que se manchan sus manos y usan su voz en defensa de los empobrecidos del mundo… como nos enseñó Jesús. Ejemplo nos ha dado. Ejemplo que hemos de seguir para que su misión en el mundo no se sienta traicionada por la propia iglesia.
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