Sin embargo, bíblicamente y para los cristianos, los Derechos de los Pobres van mucho más allá que los Derechos Humanos. Si los Derechos Humanos emanan de la sociedad humana, los Derechos de los Pobres emanan de la misma Biblia de una manera directa, fuerte y radical.
Si no fuera porque la Biblia defiende de forma tan clara y tajante los Derechos de los Pobres, podríamos afirmar que estos derechos se hayan incluidos en los Derechos Humanos, porque estos son para todos sin ningún tipo de excepción. No habría que hablar mucho más. Al defender los Derechos Humanos defenderíamos los Derechos de los Pobres, pero la Biblia nos pide que nos comprometamos con los pobres algo más. Exige un plus en relación con los Derechos de los Pobres. Por tanto, no coinciden los Derechos Humanos con los Derechos de los Pobres que defiende la Biblia.
Sin embargo, es
bueno que la iglesia promociones y defienda los Derechos Humanos. Cuando las Comunidades Cristianas no tienen conciencia de estos derechos, no pueden asumir fácilmente los posicionamientos de Jesús ante las riquezas, ante los colectivos humanos marginados y excluidos, ante los quebrantados y sufrientes, ante los que sufren torturas, ante las desigualdades sociales que la iglesia puede, incluso, legitimar desde sus posicionamientos religiosos. La Biblia asusta un poco porque va más allá de la defensa de los Derechos Humanos al defender los Derechos de los Pobres, pero el conocimiento y la concienciación ante los Derechos Humanos nos ayudan a entender otras perspectivas bíblicas que asumen estos derechos y los superan.
Pero
los Derechos de los Pobres van aún más allá que los Derechos Humanos. También son diferentes desde la perspectiva de la cruda realidad que nos muestra que hay muchos que dicen defender los Derechos Humanos y olvidan los Derechos de los Pobres. El problema es que, para entender los Derechos de los Pobres, hay que conocer y entender el Evangelio. Jesús y el Dios Padre que se nos presenta en el Antiguo Testamento, son defensores de los pobres, se identifican con ellos. No sólo marcan los derechos que éstos tienen, sino que Dios rechaza y condena a aquellos que los mantienen en la pobreza.
Jesús los defiende haciéndolos destinatarios específicos de su Evangelio: El Evangelio a los Pobres. Hace continuas discriminaciones positivas criticando a los necios acumuladores. Los pone como ejemplos de personas acogidas en el seno de Abraham como al pobre Lázaro. Hace toda una inversión de valores para que los últimos sean los primeros. Los hace entrar en el Banquete del Reino rechazando a muchos de los “integrados” que no responden a la llamada.
Los Derechos de los Pobres se ven en la Biblia como unos derechos que están por encima de todos los demás, como los derechos absolutos ante los cuales, quizás, hasta los Derechos Humanos parecen relativos. La acción que hacemos al pobre, sea positiva, negativa o, simplemente de omisión de la ayuda y, por tanto, el pasar de largo sin comprometernos, ya es faltar a los Derechos de los pobres... Es el pecado de omisión. El “benditos de mi padre” o malditos de mi Padre”, está en relación en si hemos potenciado los derechos de los pobres con nuestros compromisos y acciones concretas... “Por mí lo hicisteis” -o no lo hicisteis-, nos dice el Señor. Salvación o condenación.
Los Derechos de los Pobres van más allá de un derecho humano concreto como, por ejemplo, el derecho al salario. Bajo este derecho, muchos cristianos están cobrando salarios escandalosos y acumulando sin límites. También, los Derechos de los Pobres van más allá que el derecho a tener una vivienda. Bajo este derecho, muchos tienen grandes propiedades, mansiones, edificios de lujo, residencias vacacionales. El Derecho de los pobres va en contra de todo esto. No puede aprobar las enormes diferencias sociales en donde algunos acumulan empobreciendo a muchísimos, no puede aprobar esta desigual redistribución de los bienes del planeta. La Biblia clama contra ellos:
“¡Ay de los que acumulan casa a casa y heredad a heredad!”, dejando a tantos en la situación de personas “sin techo”.
Así, los Derechos de los Pobres sobrepasan a los Derechos Humanos. Nos presentan un reto en el seguimiento de Jesús. Son derechos absolutos no solamente irrenunciables, sino que hay un mandamiento para todos los creyentes de fomentar estos derechos y luchar por ellos. Los Derechos de los Pobres sólo se pueden defender desde el mensaje de Jesús, desde la asunción de sus posicionamientos y prioridades.
Yo creo que, sin dejar de hablar de los Derechos Humanos, la iglesia debería hablar continuamente de los Derechos de los Pobres, de estos derechos absolutos ante los cuales, nuestra indiferencia y el pasar de largo se unen en acusación y condena contra nosotros mismos. Nuestra indiferencia ante los Derechos de los Pobres, desmiente el que seamos discípulos de Jesús.
La defensa de los Derechos de los Pobres se transforma en denuncia de las estructuras y sistemas sociales injustos. Con la defensa del Derecho de los Pobres, estamos acercando el Reino de Dios a los hombres, estamos convirtiendo el Evangelio en Buena Noticia. Las Buenas Nuevas a los Pobres que deben redimir a todo el mundo.
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