Así, no estaría mal que los cristianos se unieran a los que, buscando tanto la justicia social como una justicia global y holística, levantan su voz reclamando esa deuda ecológica que afecta a toda la humanidad. Dentro de esta deuda ecológica se podría también contemplar esa otra deuda histórica de saqueo de los países pobres del Sur, ese expolio de los recursos que se ha tenido a lo largo de la historia a través de las diferentes conquistas, los imperialismos, los colonialismos de todo tipo, incluyendo el saqueo que muchas veces hacen hoy las grandes multinacionales del mundo rico que aún siguen extrayendo multitud de productos del mundo pobre para que ese pequeño porcentaje rico del mundo pueda nadar en la abundancia insolidaria de un consumo desmedido de bienes.
Estas deudas, la ecológica y la histórica contra tantos países pobres han enriquecido a un grupo relativamente pequeño de países que han explotado desmedidamente la tierra causando graves daños ecológicos que, después, no se esfuerzan en reparar ni se sienten responsables ante ello. Hay destrucción de energías no renovables, sustracción de recursos variados y de energías que corresponden a toda la humanidad para satisfacer la voracidad consumista de ese pequeño porcentaje de personas de los países del Norte rico.
Si pudiera haber algún observador especial que viniera de otros mundos y contemplara los desequilibrios de este planeta desconocido para él, pensaría que es, simplemente, un escándalo, una locura, una vergüenza que sume al conjunto de los humanos en la indignidad, una indignidad divisible claramente en dos grupos: los ladrones de dignidad y los despojados de ella. Toda una vergüenza humana, un escándalo incomprensible, sólo valorable desde el egoísmo y la avaricia.
Por ello, los que quieren vivir la espiritualidad cristiana y ser discípulos de ese gran Maestro que fue Jesús, deben tomar conciencia de la situación y hacerse eco del grito de la tierra y del gemido de los pobres del mundo. No se puede seguir a Jesús de forma insolidaria queriendo poseer todo en la tierra -mientras tantos se mueren de hambre y se mueven en la infravida-, y todas las riquezas del cielo. Hay ahí una falta de coherencia que afecta al concepto de projimidad que nos dejó Jesús. Dios quiere que el hombre sea el cuidador de la tierra, no su saqueador y destructor. Dios quiere que sus seguidores se preocupen del prójimo despojado y tirado al lado del camino, no un simple cumplidor de rituales vacíos e insolidarios.
El hombre ha llegado a ser una amenaza para el propio hombre, ha roto el equilibrio ecológico natural sometiendo a la tierra y, con ello, a más demedia humanidad que han sumido en la pobreza. Ha contaminado la creación, nos ha llevado a la pérdida de biodiversidad, al calentamiento global. Nuestro modelo de desarrollo ha degradado nuestro entorno y empobrecido a más de medio mundo, ha causado un empobrecimiento de poblaciones casi a nivel mundial, principalmente en el Sur, pero también en muchas zonas de los países del Norte. Necesitamos de personas responsables y con nuevos valores que denuncien, den y exijan respuesta que pueda resolver algo de esta deuda histórica, que pueda ir cancelando esa deuda ecológica, que acabe resolviendo esas grandes desigualdades que se dan en el mundo en donde no hay justicia.
La Deuda Ecológica ha puesto al mundo en peligro. ¡Cuántas toneladas de contaminantes lanzadas al mar, venenos químicos, sustancias radioactivas para mantener nuestros modelos de producción y consumo! ¡Qué escasez de aguas, sobre todo de agua potable para grandes grupos de población pobre que se mueren por enfermedades derivadas de la contaminación y escasez del agua! ¡La tierra llora por la destrucción de sus bosques, la degradación de sus pastizales que siguen empobreciendo poblaciones! ¡El cosmos gime por los gases del efecto invernadero, los cambios climáticos! ¡El terrible calentamiento de la tierra con los gases invernadero, el adelgazamiento de la capa de ozono con los problemas que producen para la salud el paso de los rayos ultravioleta!... ¡Cómo se puede decir que se sigue al Dios creador de la naturaleza y dar la espalda a estas problemáticas tan ligadas al mantenimiento de la pobreza en el mundo! Hay mucha práctica incoherente del cristianismo, un cristianismo minimizado, de ritual y con pérdida de los auténticos valores del Reino.
Los cristianos no pueden aprobar ni pasar indiferentes ante un sobreconsumo insolidario en el norte y la muerte o simples intentos de supervivencia en la infravida en el Sur. Es la repetición de la Parábola del Rico y Lázaro. A este nuestro pobre Lázaro de hoy, sólo se le dejan las migajas que caen de la mesa de los ricos, mientras éstos destrozan la naturaleza como fuente de recursos para todos. El consumo desmedido de las sociedades del Norte rico y la degradación medioambiental y el empobrecimiento de los pueblos del Sur, es una injusticia imperdonable. Hay que buscar redención y perdón a través de la justicia social y ecológica. Hay que saldar, de alguna manera, esa Deuda Ecológica causada por las sociedades del 20% del mundo rico.
¿Tenemos algo que hacer o decir los cristianos en torno a estas problemáticas de la pobreza y la Deuda Ecológica? ¿Podemos adorar de espaldas al grito de la tierra y al gemido de los pobres? ¿Podemos entrar con manos manchadas en el santo templo de un Dios solidario?... Tenemos que reflexionar, no sea que Dios no escuche para nada nuestro ritual, nos expulse de su santo templo y nos diga: “Reconcíliate primero con tu hermano”… y con la Creación, saldando esas deudas históricas y ecológicas que constituyen el mayor escándalo de la humanidad, la mayor vergüenza humana.
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