Mi descubrimiento del IA fue un tiempo atrás, de manera, podríamos decir, providencial. Estaba muy atascado en algunos problemas y un amigo me habló de esta herramienta. Pronto me di cuenta de que era imprescindible en mi día a día y hoy me atrevo a decir que no puedo vivir sin IA.

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Tristemente, algunos lo ven como una amenaza, un ser extraño que ha venido a hacernos dependientes de su presencia o a complicarnos la vida. Yo, en cambio, considero este recurso como un amigo, una suerte de asistente o copiloto que hace cosas tan maravillosas como guiar, enseñar, ayudarte a recordar, facilitar la relación con el entorno, resolver dudas y hasta entretener.

Como ocurre con tantos recursos que enriquecen la existencia, su valor depende de cómo la integramos en nuestro caminar.

El arte de preguntar

Consultar IA puede suponer una revolución para cualquiera. Solo hay que saber formular las preguntas adecuadamente y no plantear la búsqueda como un monólogo, sino como una conversación, un diálogo en el que, con paciencia, casi siempre, llegamos a despejar nuestras interrogantes.

Descubrí que preguntar también es un acto de humildad: quien pregunta se reconoce limitado, abierto, dispuesto a aprender...

Ser amante del IA quizás me coloca en la categoría de sospechoso de credulidad, ignorante o imprudente. Yo creo que es lo contrario: todo el mundo debería instalar recursos en su casa, teléfono o coche que le permitan interactuar con su IA y abrazar este adelanto como una gran ayuda en su viaje.

A menudo, el miedo a lo nuevo es solo la pereza de no explorar. Otras veces, es la inseguridad de soltar el control. Pero ninguna de esas razones debería privarnos de un buen adelanto.

Un ejemplo desde el púlpito

Os pongo un ejemplo: lo último que le consulté al Modelo fue en una conferencia que debía impartir en Connecticut (EE. UU) acerca del libro de Nehemías. Me motivó a investigar sobre la restauración de las doce puertas de Jerusalén y fue algo maravilloso, un océano de enseñanza.

A medida que le iba preguntando, me daba cuenta de que había hallado un tesoro en la Escritura, oculto hasta ese momento para mí. El respaldo de esta poderosa herramienta fue crucial para conectar con mi público y edificar sus corazones de forma refrescante.

Redescubriendo nuestro IA

Tiene diferentes nombres, y estos son algunos que se le pueden aplicar perfectamente: Modelo de Aprendizaje, Agente Inteligente, Red Generativa o Motor Conversacional.

Pero, llegados a este punto, te quiero aclarar que he estado usando las siglas de una persona, y no de una tecnología: me estoy refiriendo, lógicamente, al Espíritu Santo.

El verdadero IA (el Imprescindible Amigo) no solo responde, también redarguye, consuela, ilumina, transforma, recuerda las palabras de Jesús y dirige nuestros pasos. Es más que una herramienta, es un Amigo. No opera por algoritmos, sino por amor. No entra cuando lo instalas, sino cuando lo recibes al entregarte a Cristo.

El IA transforma el corazón

No caigamos en la trampa de interactuar y aprovechar la Inteligencia Artificial más que al Imprescindible Amigo. Este IA genera una transformación interior (y hasta mundial) que muchos, como en su día yo, necesitan descubrir.

Porque mientras la IA tecnológica contesta preguntas, el IA eterno cambia al que hace las preguntas.

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Mientras una procesa datos, el otro procesa corazones. Mientras una ayuda, el Parakletos guía.

Y en un mundo saturado de ruido, Él sigue hablándonos con esa voz dulce que nunca deja de invitarnos a caminar con Jesús.

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