Estrella López (Voz de Agar): ‘Cada vez que veía a una mujer vulnerable sin poder levantar la voz, con culpa, aislada o incluso con lesiones algo dentro de mí se activaba’
Estrella López
Estrella López nació en Madrid, aunque realmente ha pasado casi toda mi vida en Móstoles donde ha pasado unos treinta años, a unos dieciocho kilómetros de la capital. Y luego, en 2005, “obedeciendo la dirección del Señor, me mudé a un pueblecito de Alicante, en la Vega Baja, que es donde vivo ahora”. Está divorciada, es madre… y también suegra.
En cuanto a estudios, se formó en la CESTAD, en Biblia y Ministerio. Y profesionalmente, lleva ya treinta años trabajando en enfermería, tanto en urgencias como en UCI. Ha pasado por varios hospitales y distintas comunidades de España. Actualmente forma parte de la unidad de digestivo en la zona donde reside.
Pregunta.- ¿Cómo fue tu conversión a Jesús, cómo ha sido tu trayectoria, a qué iglesia asistes actualmente?
Respuesta.- Bueno, mi conversión empezó muy temprano. Yo tenía 9 años y mi hermana 10 cuando mi madre nos llevó por primera vez a una iglesia evangélica. Para nosotras, aquel lugar se convirtió en un espacio donde podíamos reír y sentir paz. Pero, sobre todo, lo que nos impactó de verdad fue el cambio que vimos en mi madre. Veníamos de una etapa muy dura, con la muerte de mi padre y de mi abuelo materno, y ella estaba sumida en una tristeza profunda. Y al empezar a ir a la iglesia, comenzó a transformarse. Eso nos llamó muchísimo la atención.
Pero la obra de Dios no se quedó solo en ella. Cuando yo tenía 12 años, fui a un campamento de verano y, lejos de mi entorno familiar, empecé a hacerme muchas preguntas, aunque ya había experimentado el amor de Dios. Una de esas preguntas era: “Señor, ¿por qué te llevaste a mi padre?”. Y justo aquella noche compartieron una palabra que me llegó directamente al corazón. Sentí que Jesús me respondía de forma muy personal a través de Juan 21:22: “Si quiero que él quede hasta que yo venga, ¿qué a ti? Sígueme tú”. En ese momento entendí que Jesús me llamaba a seguirle.
A partir de ahí ha habido de todo. Mi vida ha pasado por crisis de fe, incluso por momentos de hija pródiga. Pero volví a casa y el Padre ha sido fiel. Se ha remangado, ha corrido hacia mí, se ha sentado a la mesa conmigo y no me ha juzgado ni me ha cuestionado. Simplemente me ha escuchado y me ha abrazado.
Mi vida sigue siendo apasionante y, a veces, arriesgada. Pero así es también la vida del creyente, no es lineal ni predecible. Jesús tampoco vivió una vida cómoda; vivió una vida valiente, atrevida, sin miedo a levantar la voz cuando hacía falta y sin callarse ante la injusticia.
Y, de alguna manera, ese ha sido también mi caminar. He aprendido que seguir a Cristo implica desafíos, decisiones difíciles, pasos de fe que a veces dan vértigo… pero también implica ver milagros, restauración y la fidelidad de Dios en cada etapa. Mi historia no ha sido perfecta, pero ha sido real, y en ella el Señor siempre ha sido el protagonista.
P.- Tienes un llamamiento especial para ayudar a mujeres en vulnerabilidad. ¿Por qué este llamamiento?
R.- Bueno, yo siempre he pensado que todos tenemos la responsabilidad de cuidar a quienes son más vulnerables. Pero es verdad que, muchas veces, las mujeres son las más expuestas. La propia Biblia lo muestra, sobre todo cuando habla del cuidado de las viudas, que en la sociedad antigua no tenían ningún apoyo.
A veces me lo he preguntado, ¿por qué tengo yo este llamado?… y sinceramente no lo sé, o quizá sí lo sé y no quiero reconocerlo. Lo que sí tengo claro es que, cada vez que veía a una mujer vulnerable —con baja autoestima, sufriendo en silencio, sin poder levantar la voz, con culpa, aislamiento o incluso lesiones sin justificar— algo dentro de mí se activaba. El corazón me latía fuerte, sentía taquicardia, y sabía que no podía irme. Mi lugar era estar ahí.
Mi primera experiencia fue con una compañera de trabajo que sufría violencia de género en silencio. Me acerqué y le dije: “¿Cómo te puedo ayudar? Quiero ayudarte”. No tenía ni idea de qué hacer y seguro que cometimos errores, pero yo solo quería acompañarla. Su exmarido tenía un arma y ella tenía que salir de allí con sus dos hijos pequeños. En aquella época ni siquiera existía el 016, así que lo único que tenía claro era que tenía que hacer algo.
Otro caso que me impactó es el de una chica cristiana que mientras su marido la perseguía para seguir agrediéndola, me llamó oculta en un armario de la cocina. Ese tipo de momentos me hicieron entender que tenía que alzar la voz por quienes no pueden hacerlo, como dice Proverbios 31:8-9.
Si eso es un llamado, entonces sí, lo tengo. Y desde ahí empecé a prepararme: me formé en diferentes ámbitos, en recursos seculares, en delegaciones y concejalías de la mujer, en violencia de género y acompañamiento, e incluso participé en asociaciones laicas dedicadas a este tema.
P.- Eres coordinadora del ministerio llamado Voz de Agar, dentro de Seneca Falls,. ¿Desde cuándo estás desarrollando este ministerio? ¿Nos podrías explicar en qué consiste la Plataforma y sobre todo el ministerio Voz de Agar? ¿Contactan con vosotras muchas mujeres? ¿También del ámbito cristiano?
R.- La verdad es que yo te conocí en unas conferencias de AGLOW. Estabas impartiendo un taller sobre feminismo bíblico y, cuando oí juntas las palabras feminismo, Biblia y Jesús, me quedé totalmente impactada. Era justo lo que yo estaba viviendo y no sabía cómo expresar. Sentí que hablabas el lenguaje que mi alma llevaba tiempo clamando dentro del entorno cristiano. Cuando terminó tu charla, me di cuenta de que no estaba sola. Había más mujeres pensando como yo, y eso fue un respiro enorme después de tantas críticas dentro del mundo cristiano.
Por si alguien no lo conoce, Seneca Falls es un movimiento cristiano evangélico fundado en 2019 por Asun Quintana. Promueve un feminismo bíblico, lucha por los derechos de la mujer y por su dignidad, defendiendo la igualdad entre hombres y mujeres, respetando sus diferencias biológicas. Es un feminismo cristiano inspirado en Jesús.
A finales de 2024, Asun Quintana me llamó para invitarme a formar parte de un equipo que estaban creando para trabajar de forma más organizada con mujeres. En esas reuniones compartimos nuestras ideas y, ahí, tomó forma el ministerio que yo ya llevaba en el corazón: Voz de Agar, que pusimos en marcha en primavera de este año.
Voz de Agar funciona principalmente a través de un canal de comunicación, el correo mailto:[email protected]. Es un espacio para que las mujeres puedan hacer consultas sobre sus derechos, tanto en general como en el contexto de las iglesias cristianas. Además, ofrecemos un acompañamiento integral a mujeres en situaciones de vulnerabilidad, aislamiento o que necesitan orientación para afrontar determinadas circunstancias, especialmente dentro del ámbito cristiano.
Y sí, nos contactan mujeres tanto de España como de otros países. Somos un equipo multiprofesional, así que cuando llega un caso lo derivo a la persona más adecuada según la situación: el tipo de violencia, la edad o las necesidades específicas. A veces son consultas puntuales que se resuelven al momento, y otras veces acompañamos procesos largos, donde la mujer necesita seguimiento, apoyo emocional y un espacio seguro. Cada historia es distinta, y por eso el equipo también es diverso, para poder ofrecer un acompañamiento responsable y sensible.
P.- Como ves el tema de la violencia contra la mujer en general en España,el mundo y en concreto en las iglesias?
R.- Cuando vemos que una de cada tres mujeres en el mundo sufre violencia física o sexual, y que la mayoría la sufre dentro de su propio hogar, ¿qué puedo pensar? Cada 11 minutos una mujer es asesinada en el mundo. Con datos así, es evidente que la violencia de género no está cambiando lo suficiente a nivel global; sigue siendo una realidad dolorosa y muy presente.
A esto hay que añadir que, en muchos países, 8 de cada 10 mujeres nunca denuncian, ya sea por miedo, dependencia económica o falta de apoyo. Ese silencio forzado nos muestra un panorama mundial muy preocupante y que exige que sigamos levantando la voz.
En España, aunque quizás las cifras no sean tan extremas, aún queda mucho por hacer. Falta formación específica y sensibilidad en policías, servicios sociales y juzgados. Muchas veces se siguen los procedimientos, sí, pero no se acompaña emocionalmente a las víctimas, y eso también es esencial para su recuperación.
Y dentro de las iglesias hay un punto clave: el lenguaje. El lenguaje crea realidades. Desde un púlpito podemos reforzar discursos de poder y sometimiento, o podemos hablar de libertad y dignidad. La iglesia debe ser un lugar seguro, no un sitio donde una mala interpretación bíblica haga que las mujeres se queden calladas o atrapadas en el abuso.
En resumen, la violencia de género sigue siendo una de las injusticias más extendidas del mundo, y todos —como sociedad y como cristianos— tenemos una responsabilidad muy seria en cambiar esta historia.
P.- ¿Has tenido obstáculos por ser mujer en el desarrollo de tu profesión o ministerio?
R.- Sí, he tenido obstáculos por ser mujer, tanto en mi profesión como en mi ministerio.
En el ámbito sanitario, cuando yo empecé, la igualdad no estaba tan asentada como ahora. Había un abuso de poder muy normalizado y todavía se veía a la enfermera como “la ayudante”: la que preparaba la bata, el café o tareas que no tenían nada que ver con la profesión. Eso ha ido cambiando, pero al principio sí sentí que mi voz y mi capacidad valían menos por ser mujer.
En lo ministerial, los obstáculos han sido incluso más evidentes. A las mujeres se nos exige más, y todavía hay áreas dentro de las actividades eclesiales que siguen vetadas. Parece que siempre tienes que demostrar el doble. No se concibe igual de natural que una mujer ejerza su ministerio mientras el padre cuida a los hijos; al revés, sí está bien visto. Y eso genera un desequilibrio injusto.
Además, cuando intentas romper estos estigmas, aparecen las etiquetas: “feminista radical”, “fuera del ámbito bíblico”, o cualquier estereotipo que no tiene nada que ver con la fe que una vive. Se mezclan conceptos y se meten luchas justas en categorías políticas que no tocan.
Así que sí, he tenido que esforzarme más para ocupar los mismos espacios y responsabilidades que un hombre, tanto en lo profesional como en lo ministerial.
P.- ¿Cómo ves la situación actual en cuanto al ministerio de la mujer en las iglesias, denominaciones y entidades evangélicas?
R.- Yo diría que sí hemos avanzado, pero todavía queda bastante camino por recorrer. Cada vez hay más mujeres formadas, preparadas y con un llamado clarísimo del Señor, pero en muchos contextos aún no se les da el espacio, la autoridad o la confianza que realmente podrían aportar al Cuerpo de Cristo. Estamos en un tiempo donde muchas mujeres están levantando la voz, no para imponerse, sino para servir y caminar junto a sus hermanos en igualdad real. Aun así, en algunas denominaciones siguen presentes modelos tradicionales, estereotipos e interpretaciones bíblicas que limitan su participación en liderazgo, enseñanza o toma de decisiones.
También veo un despertar en las nuevas generaciones. Cada vez más iglesias entienden la importancia de equipos mixtos, de reconocer los dones sin mirar el género y de crear espacios donde las mujeres puedan servir sin ser cuestionadas.
P.- ¿Qué sugerirías que se puede hacer para que la mujer se integre con todo su potencial personal, intelectual y espiritual en la labor del Reino de Dios?
R.- Para mí, la primera clave es la educación. Si desde las iglesias enseñamos una teología sana, igualitaria y centrada en Jesús, podremos desmontar muchas ideas erróneas que todavía limitan a las mujeres. Necesitamos formar a las nuevas generaciones —hombres y mujeres— en dignidad, respeto mutuo e igualdad, para que nadie piense que hay ministerios vetados por cuestión de género.
También es esencial promover la corresponsabilidad en el hogar. Si todo el peso de la casa y de los hijos recae solo en la mujer, es muy difícil que pueda desarrollar todo su potencial en la iglesia. Cuando la pareja comparte responsabilidades, ella puede servir, formarse y ejercer sus dones sin culpa ni obstáculos.
Y, además, las iglesias deben abrir espacios reales donde las mujeres puedan aportar con libertad su capacidad personal, intelectual y espiritual, porque Dios reparte dones sin distinguir entre hombres y mujeres.
En resumen: educar bien, repartir bien y abrir espacios. Educación, corresponsabilidad y oportunidades.
P.- Algo más que quieras añadir
R.- Si alguien está leyendo esta entrevista y está sufriendo cualquier tipo de violencia, o conoce a una mujer que la esté viviendo, quiero pedir algo desde el corazón: no mires hacia otro lado. Levanta tu voz, igual que Jesús la levantó por quienes no podían hablar.
Tanto si lo estás viviendo como si conoces de alguien que lo necesite, ponte en contacto con Voz de Agar. Estamos para escucharte y acompañarte, para caminar contigo. Sin juicio, sin prisas y sin presión. Solo con presencia, respeto, seguridad y verdad. No tienes por qué pasar por esto sola.
Y gracias Asun, por darme este espacio para hablar por ellas y con ellas.
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