Jesús y la paz-descanso insolidaria

Muchas veces pensamos que la paz es ausencia de problemáticas, ausencia de compromisos de acción necesaria, ausencia de la necesidad de denunciar las injusticias, ausencia de acciones con cierto peligro en la defensa de los débiles. Paz como inactividad, como tranquilidad insolidaria, como ausencia de preocupaciones. Quizás sea la paz cómoda que busca el mundo.

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Creo que la paz que debemos buscar como don de Dios puede tener otras características. Jesús nos deja su paz: “La paz os dejo, mi paz os doy”, pero tiene un añadido muy especial “no como el mundo os la da”.

Quizás es que la paz que Dios nos da no es una paz pasiva de descanso, de búsqueda de una vida sin problemas, ni compromisos ni radicalidades de ningún tipo. Una paz-descanso somnoliento que me hace sentir cómodo y olvidado de las problemáticas del otro, de las responsabilidades que exigen trabajo, práctica de la misericordia y búsqueda de la justicia.

Para el cristiano debe existir una paz-descanso comprometida y activa que trabaja a favor de la justicia en todos sus amplios sentidos. No hay paz sin justicia, eso lo sabemos todos, pero la búsqueda de la justicia desde el punto de vista cristiano profético, exige denuncia, compromiso, mancharse las manos como buenos samaritanos.

La paz cristiana debe ser acompañada de la búsqueda comprometida de lo justo, con la denuncia del mal y con la acción siendo las manos y los pies de Jesús en medio de un mundo de dolor.

El cristiano debe saber que en un mundo injusto, cruel, inhumano y que abusa de los débiles no debe buscar una paz descanso al estilo del mundo.

Su paz se debe dar en los avances en la lucha contra la pobreza en el mundo, en el trabajo de denuncia de la opresión y de las estructuras de maldad injustas.

¿Cómo va a buscar el cristiano una paz-descanso insolidaria ante las problemáticas del mundo?

Su paz estará siempre en seguir los pasos solidarios del Maestro comprometido con los débiles, denunciador de las acumulaciones injustas, defensor de los oprimidos, de los huérfanos y las viudas como colectivo representante de todos los grupos marginados de nuestro aquí y nuestro ahora. En esta su paz se mantuvo hasta la muerte y muerte de cruz.

Es verdad que, a veces hablamos de que la paz que Jesús nos deja es una paz interior, pero debe ser una paz interior por el deber cumplido, por la tarea hecha, por la denuncia practicada y por haber trabajado siempre a favor de los débiles.

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Quizás ahí se encuentre la auténtica paz que el Señor nos da. El cristiano no debe buscar una paz y una tranquilidad pasiva e insolidaria ante el grito de los sufrientes del mundo. Debe actuar según sus fuerzas, sus dones y capacidades.

¿Cómo podemos gozar de una paz cristiana pensando que es la que Jesús nos da, si no estamos trabajando por la justicia en el mundo?. Dos mandamientos clave en la Biblia: Hacer justicia y practicar misericordia.

Es como si el trabajo a favor de la justicia y la práctica de misericordia marchan juntos en la Biblia. La paz que Jesús nos da no puede mostrarse en los religiosos que no siguen estas líneas.

Misericordia activa ante las injusticias es lo que nos demanda Dios. La injusticia contra los débiles del mundo es un factor generador de la pobreza, pero también de muchas guerras, de muchos tipos de terrorismo, de muchas torturas, de desequilibrios económicos, de desesperaciones, odios, marginación, exclusión e incumplimiento de los más elementales derechos humanos.

Pregunta: ¿Desear disfrutar de una paz-descanso pasiva e insolidaria puede ser la paz que Jesús nos deja ante todo este dolor?

La paz también se gesta a base de la palabra, palabra de denuncia, palabra solidaria, palabra que pone al descubierto las acumulaciones desmedidas e inhumanas de bienes que empobrecen al mundo, palabra que debe de ir unida a los gestos de solidaridad, misericordia y compromiso con los más débiles del mundo.

Paz activa y solidaria que deviene de haber cumplido con el amor al prójimo apaleado. El deber cristiano cumplido da paz. No deberíamos cantar ese corito que dice: “Yo tengo paz como un río, tengo un gozo muy grande” si estamos alejados y sordos al grito de los sufrientes de la tierra, si somos pasivos y miramos hacia otro lado ante el sufrimiento del prójimo, porque ahí no se puede dar esa paz que nos quiso dejar Jesús, una paz totalmente diferente a esa paz cómoda e insolidaria que buscan los del mundo y que, además, es muy difícil de conseguir porque no tiene la bendición y ayuda del Señor.

Señor, danos tu paz. Una paz que descanse en el trabajo de amor al prójimo que nos hace luchar por la justicia y practicar la misericordia.

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