Del Karma a la gracia

En nuestra sociedad contemporánea, se ha popularizado el término karma, como una especie de ley moral universal que viene a decir que ; “todo lo que haces, se vuelve a ti” mas pronto que tarde.

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Es común escuchar frases como “el universo te lo devuelve” o “la vida pone a cada uno en su sitio”. Esta idea que ha sido tomada de tradiciones orientales, ha calado hondo entre quieres no profesan religión alguna.

Me sorprende que personas sin ninguna creencia, o incluso contrarias a la fe de cualquier tipo, invoquen con tanta convicción la idea del karma.

Sin embargo muchos no saben que en la Biblia también se enseña un concepto un poco similar, aunque con una raíz y principio espiritual diferente; lo que siembras, cosechas. Quien siembra vientos, recoge tempestades.

Pablo el apóstol lo expresó con claridad : “No os engañéis, de Dios nadie se burla. Cada uno cosecha lo que siembra” Gálatas 6:7.

A simple vista, parece casi lo mismo que el KARMA. Pero en el fondo hay una diferencia esencial. En el pensamiento cristiano, la siembra y la cosecha no son un mecanismo impersonal del universo, sino una expresión del amor y la justicia de Dios.

No es el cosmos el que responde a nuestras acciones, sino un Dios personal que conoce el corazón y la mente, no solo ve los actos.

El filósofo C.S. Lewis dijo: “ No hay actos neutros. Cada decisión nos convierte en un tipo de persona ;en un ser más celestial o más infernal”.

Desde esta perspectiva, lo que sembramos no solo se refleja en consecuencias externas, sino que también moldea nuestra alma.

Si sembramos bondad, generosidad, alegría o perdón, no solo fomentamos cosas buenas, sino que nos transformamos interiormente, y nuestro espíritu se ensancha de forma maravillosa.

Y si sembramos egoísmo, resentimiento, amargura, envidia, maldad, en nosotros nuestra alma se arruga y marchita llegando al punto de morir.

Jesús usó con mucha frecuencia un lenguaje agrícola para hablar del alma humana y dijo: “El reino de Dios es como un hombre que echa semilla en la tierra ; duerme y se levanta de noche y de día, y la semilla brota y crece, sin que él sepa cómo”. (Marcos 4:26-27).

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Esta imagen revela que hay un misterio en la siembra. No controlamos el proceso ni el tiempo, pero sí podemos decidir qué tipo de semilla depositamos en la tierra. La vida espiritual, es como la tierra, devuelve multiplicado lo que se le entrega.

El KARMA promete equilibrio. El Evangelio, en cambio, ofrece redención. En el cristianismo, las malas semillas no nos condenan sin remedio. Hay GRACIA, hay posibilidad de comenzar de nuevo, porque el Dios creador, hace brotar vida incluso en el terreno más árido.

Como dice el profeta Oseas;”Sembrad justicia para vosotros y segad misericordia; romped el barbecho, porque es tiempo de buscar al Señor” ( 10:12).

Quizás la popularidad del KARMA revela un anhelo humano de justicia y sentido. Pero el mensaje de Dios va más allá: no estamos solos ante una ley cósmica, sino ante un Dios que se relaciona en nuestras cosechas, que perdona cuando hemos sembrado mal y que multiplica cuando sembramos en amor.

El mártir Dietrich Bonhoeffer escribió;”La GRACIA no elimina la ley de la causa y el efecto, pero la REDIME”.

Y en esa redención está la verdadera diferencia. No es el universo quien nos devuelve lo que hacemos o damos, sino el Dios que transforma nuestras semillas -buenas o malas- en oportunidades para crecer, sanar y volver a empezar. No siempre la cosecha llega cuando o como esperamos, pero llega.

Y mientras tanto, cada gesto, cada palabra, cada elección es una semilla que dejamos caer en el campo de la vida. Las recogeremos no según el karma , sino de acuerdo a la bondad, perdón y redención de Dios por el regalo inmerecido de su GRACIA.

Quizás hoy tengas que mirar qué es lo que siembras en tus relaciones, el trabajo, tus pensamientos. Tal vez hay malas hierbas que arrancar, semillas nuevas que plantar; paciencia donde hay prisa, esperanza donde hay tristeza, una nueva mirada donde hay sombras. El Creador convierte tu cosecha en algo mejor de lo que imaginas.

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