Kuyper se opuso a la tendencia centralizadora de los estados modernos a hacerse cargo de la educación, el bienestar social o la religión.
Para celebrar el 750 aniversario de Ámsterdam, hemos estado explorando el papel que ha desempeñado la fe en la configuración de la ciudad a lo largo de nueve siglos.
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En el evento del domingo, el Dr. Johan Snel nos ayudó a centrarnos en la profunda influencia de Abraham Kuyper tanto en Ámsterdam como en los Países Bajos desde mediados del siglo XIX hasta mediados del siglo XX.
Aunque Kuyper es una figura algo olvidada en la sociedad holandesa actual, Snel cree que sigue siendo el estadista más influyente de los Países Bajos, cuyo legado aún se aprecia claramente.
Snel ‘descubrió’ a Kuyper hace solo unos años, cuando comenzó su doctorado sobre el periodismo holandés. Se topaba continuamente con ese “gigante” al que no podía evitar.
Kuyper no solo era el periodista más destacado de Holanda, sino también líder de una nueva confesión religiosa, fundador de la Universidad Libre de Ámsterdam, líder del primer partido político moderno de los Países Bajos y primer ministro en 1901.
Kuyper, que comenzó su carrera como clérigo liberal, experimentó varios momentos de conversión que le llevaron a comprender que Dios era soberano no solo sobre los aspectos espirituales de la vida, sino sobre todas las esferas de la vida humana.
A partir de ahí, se propuso reformar la sociedad holandesa bajo el señorío de Cristo, especialmente en las áreas de la iglesia, el gobierno, la educación y el periodismo.
La propia tradición religiosa de Snel ridiculizaba a Kuyper como el hombre que había dividido la iglesia nacional en el siglo XIX. Sin embargo, cuando comenzó a investigar algunos de los 20 000 artículos y 200 libros que Kuyper publicó a lo largo de su carrera, Snel se dio cuenta de que pocos habían hecho justicia a su rico legado.
Siguiendo los pasos de Juan Calvino, el reformador ginebrino, y Groen van Prinsterer, una figura clave del movimiento Réveil, Kuyper analizó con perspicacia el malestar político de finales del siglo XIX.
La Ilustración había abandonado la base sagrada de la sociedad en una búsqueda humanista de libertad, igualdad y fraternidad. Sin embargo, sin el Padre como punto de partida, ¿cómo se podía hablar de hermandad?
Si los seres humanos fueran simplemente el producto fortuito del tiempo y la materia, ¿cómo se podría hablar de igualdad? Si la libertad significara simplemente hacer lo que uno quisiera, en lugar de lo que uno debería hacer, ¿por qué luchar por el bien común?
Kuyper consideraba que los diversos ‘ismos’ que surgían en la escena política —capitalismo, socialismo, nacionalismo, conservadurismo y liberalismo— eran expresiones de idolatría.
Cada ideología buscaba la “salvación” absolutizando alguna parte de la buena creación de Dios: por ejemplo, la riqueza, el Estado, la identidad nacional, la tradición y la libertad. Los seres humanos adoraban a las criaturas. Habiendo rechazado a Dios, intentaban compulsivamente llenar el vacío con una deidad falsa.
Esta explosión de opciones ideológicas que llenan el vacío espiritual ha hecho que hoy en día estemos confundidos, desorientados e intelectualmente inquietos.
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Aunque nos preocupen la libertad, la igualdad y la justicia universales, no tenemos ninguna base para justificarlos. El discurso político se ha degradado hasta convertirse en un griterío.
Kuyper ofrece un análisis de nuestro malestar social y político actual, ya sea en una América polarizada, una Europa populista o una Ucrania asediada que busca su propia identidad y transformación.
También propone un camino a seguir en el pluralismo social. La diversidad y el pluralismo deben verse en todos los aspectos de la creación de Dios y no deben temerse ni reprimirse con la uniformidad. La responsabilidad del Gobierno es promover la justicia para todos, no solo para la corriente política que se encuentra en el poder.
Kuyper se opuso al individualismo liberal, la idea de que la sociedad es simplemente un conjunto de individuos libres con el Estado como árbitro. Consideraba que los individuos formaban parte de comunidades con responsabilidades específicas.
Se opuso a la tendencia centralizadora de los Estados modernos de hacerse cargo de la educación, el bienestar social o la religión. También se opuso a la teocracia o eclesiocracia, es decir, la idea de que la Iglesia debía controlar toda la vida pública, ya que esta no respetaba la libertad de conciencia y de creencias.
La sociedad humana estaba compuesta por diferentes ‘esferas’ o ámbitos de la vida, como la familia, la iglesia, la escuela, los negocios, la ciencia, los medios de comunicación y el Estado. Cada esfera tenía su propio propósito, autoridad y normas otorgadas por Dios, independientes de las demás.
Ninguna esfera, ni siquiera el Estado, tiene derecho a dominar o absorber las funciones de otra. Este principio protegía el pluralismo social, es decir, el reconocimiento de las diversas instituciones, comunidades y formas de vida.
Kuyper abogó por el pluralismo religioso en las instituciones públicas. Esto se conoció en la política holandesa como “pilarización” (verzuiling), donde cada cosmovisión (protestante, católica, socialista, liberal) desarrolló sus propias instituciones dentro de la sociedad.
Por ejemplo, estableció un sistema de apoyo estatal igualitario tanto para las escuelas públicas como para las confesionales en los Países Bajos, una política gubernamental que sigue vigente en la actualidad.
Defendió el derecho de las comunidades —católicas, protestantes, laicas, socialistas— a organizar sus propias escuelas, periódicos, sindicatos, partidos políticos, etc.
El pensamiento pluralista de Kuyper influyó en la política democristiana moderna europea y en el concepto de pluralismo de otras sociedades democráticas. Su modelo sigue siendo relevante en los debates sobre libertad religiosa, multiculturalismo y límites del poder estatal.
Es una figura a la que se le debería prestar mucha más atención, no solo para comprender el pasado de Ámsterdam, sino también para guiarnos a través de los retos globales de los turbulentos tiempos actuales.
Jeff Fountain, director del Centro Schuman de Estudios Europeos. Este artículo se publicó por primera vez en el blog del autor, Weekly Word.
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