El cumplir con la misericordia es un condicionante previo para ofrecer a Dios un auténtico culto.
No dudamos de la importancia de la iglesia y menos aún del culto, del ritual cúltico, aunque también valoramos la iglesia que existe fuera de los templos.
Sin embargo, mirando atentamente las Escrituras, los profetas y Jesús mismo, el culto es importante, pero siempre está subordinado al amor al hombre, al prójimo que debe estar en semejanza con el amor al mismo Dios.
El lugar sagrado por excelencia en la Biblia, por tanto, es el hombre, el prójimo, que se pone por encima del ritual. Jesús nos remite a reconciliarnos con el hermano antes de ir al templo. Mateo, 5:24.
Esto es así por lo ya comentado: El amor a Dios y al prójimo están en relación de semejanza.
Si no se hace justicia, si se practica el racismo o la xenofobia, si pasamos de largo del grito de los pobres en la tierra, si no se defiende al huérfano, a la viuda y al extranjero, si no se hace el bien y se restituye al agraviado, si se escatima el salario de los trabajadores, si no se busca justicia y no se practica la misericordia, es imposible el culto y la adoración.
Si estamos en alguna de estas circunstancias no vayamos al templo, porque nuestras alabanzas pueden sonar como “metal que resuena o címbalo que retiñe”, como se dice ya en el Nuevo Testamento, a los oídos del mismísimo Dios. Tu culto no puede ser acepto al Altísimo. Le es abominación y tus alabanzas y oraciones no pasarán del techo de las iglesias y no serán escuchadas. (Ver Isaías 1 e Isaías 58).
Así Isaías defiende que sin la práctica de la justicia y sin la ayuda a los colectivos marginados como los huérfanos, las viudas, los extranjeros prototipos de los marginados y excluidos en general, para Dios el incienso (símbolo de culto) le es abominación, el día de reposo y las asambleas no las puede sufrir, la celebración de las fiestas solemnes le son iniquidad y las aborrece su alma... Solamente después de hacer el bien y buscar la justicia, se abren las puertas para el auténtico ritual, para el culto: “Venid luego”, dice el Señor.
En Isaías 58 aparece gente religiosa que desea buscar en culto a Dios, pero Él no responde. Dios dice: “Quieren saber mis caminos como gente que hubiera hecho justicia”. ¿Cómo te atreves a acercarte el templo para dar culto a Dios si no te has reconciliado con tu hermano y no has hecho y buscado justicia para con él?
Aparecen en este capítulo personas que hacían ritos religiosos como el ayuno y otros rituales como genuflexiones o arrodillamientos... no valen para nada cuando no se practica el auténtico ritual que es partir el pan con los hambrientos, vestir, albergar... Buscar justicia y practicar misericordia.
En la parábola del Fariseo y el Publicano, se ve que la entrada al templo no sirve para nada al fariseo, porque no estaba reconciliado con el hermano. Estaba en actitud crítica frente al publicano y se creía más limpio y puro. Pero este fariseo religioso y lleno de orgullo espiritual no sale purificado del templo.
Estaba practicando la oración del deprecio: “Gracias, Señor, porque no soy como este publicano”. Le faltaba estar reconciliado con el hermano. Despreciaba al hermano al que consideraba inferior y más pecador que él.
Así no se debería entrar al templo. Nuestra actitud hacia el prójimo, hacia el hombre sufriente, de alguna manera condiciona nuestro acercamiento en culto a Dios.
La idea de sacrificio relacionada con el culto es relegada por Dios que prefiere la misericordia. Esta relación cultual no tenía sentido para Jesús sin la `práctica de la misericordia. Volvemos así a la relación tan fuerte que hay entre culto y búsqueda de justicia para el apaleado, entre culto y acciones de misericordia en un mundo cruel e injusto, entre sacrificio y misericordia.
El cumplir con la misericordia es un condicionante previo para ofrecer a Dios un auténtico culto. “Misericordia quiero y no sacrificio”. (Mateo 9:13).
La Ley en la que se debe reflexionar en los cultos y sobre lo que hay que predicar desde los púlpitos, no tiene sentido si no se está practicando o apoyando la justicia o si no se tiene misericordia.
Así, a los escribas y fariseos diezmadores, conocedores de la Ley y hombres cultos, Jesús les llama hipócritas porque, aunque diezman la menta, el eneldo y el comino, dejan lo más importante de la Ley que es la justicia, la misericordia y la fe, que es lo que da sentido a la Ley y al culto. (Mateo, 23:23). También habría que ver el significado del diezmo en el AT que marca que una parte debe ser para los pobres.
Por tanto, las relaciones cultuales de adoración y relación con Dios, precedidas y regadas por la ayuda, por la práctica de la misericordia y por la búsqueda de la justicia, son las que tienen auténtico sentido. Entonces nuestro culto será acepto a Dios.
Haced justicia y practicar misericordia para con el prójimo: Venid luego, nos dice el Señor. Mis oídos estarán abiertos a vuestras alabanzas, oraciones y adoración.
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