Ese ejemplo del
Dios con lo hemos de seguir también sus discípulos. No se trata por tanto de dar buenas prédicas para los pobres o acordándose de ellos, cosa que se debe hacer siguiendo las líneas proféticas de clamar por la justicia y denunciar a los opresores, sino que hay que dar un paso más, descender a los focos de pobreza y establecer con ellos relaciones de compromiso asumiendo su dolor como si fuera el nuestro propio y trabajar con ellos por la búsqueda de justicia y liberación. Trabajar con los pobres, no sólo para los pobres, para que éstos no sean sólo objeto de nuestra ayuda asistencial, sino para que sean sujeto de su propia liberación.
El Dios con los pobres, para comprometerse con ellos, decidió anonadarse y simplemente, ser como ellos. Ese estar con, le llevó a ser como. El Dios con los pobres eligió también, en la persona de su hijo Jesús, ser el Dios pobre. Por eso a este Dios no se le muestra a los pobres desde los mejores templos, ni desde las más excelentes tribunas, ni desde los más altos púlpitos, sino desde el descenso, la humillación, el abandono de comodidades, desde cierto anonadamiento y desde el acercamiento para sentirnos uno con ellos, hablándoles del Dios que mora con ellos y en ellos, participando de su dolor, así como de sus esperanzas de liberación. Dios se mueve en las entrañas de los focos de conflicto, de los focos de pobreza y en medio de las entrañas de sus criaturas que experimentan ese dolor vital de verse en el
no ser de la marginación, en la
no vida de la pobreza y exclusión social. Es el
Dios con los pobres.
Siguiendo el ejemplo de este Dios con los pobres, nosotros, sus seguidores, no sólo hemos de buscar justicia para los pobres, cuestión que es vital y que hay que hacer, sino buscar también comunión, la común unión que debe haber entre todas las criaturas de Dios, tener comunión
con ellos, el compartir la suerte de cada empobrecido para dignificarlo y ofrecerle la promoción humana que Jesús también ofrecía en su forma de evangelizar y acercar los valores del Reino a los pobres y oprimidos del mundo… y desde ellos, a toda la humanidad.
Siempre que nosotros realicemos ese descenso a los focos de pobreza para estar con los pobres, para compartir su suerte, veremos que hay alguien que se ha adelantado a nosotros, a los teólogos o a los que acuden a ellos simplemente por razones humanitarias. Cuando llegamos allí nos encontramos con un Dios que nos precede, que ya está compartiendo la vida con los pobres, el
Dios con ellos que se nos adelante siempre y sufre con el pueblo oprimido.
Los que se acercan al
Dios con los pobres para estar con ellos y ser como ellos para, desde este abismo, intentar el ascenso hacia la dignidad de todos, lo primero que deben hacer quizás no sea construirse un púlpito, ni despachos doctrinales, ni puntos referenciales litúrgicos, sino que deben estar dispuestos a introducirse en los subsuelos de pobreza, en las tramas sufrientes de las vidas de los pobres… lo que les va a llevar a introducirse en las tramas de las estructuras injustas de poder, en las estructuras económicas de pecado y opresión y, desde allí, estando con los pobres y junto al Dios identificado con los pobres del mundo, denunciar y buscar justicia intentando destruir el sistema o los sistemas que son los causantes del sufrimiento de más de media humanidad.
Si estando con los pobres predicamos salvación hemos de huir del dualismo que diferencia salvación de liberación y promoción social de las personas, que diferencia salvación de dignificación humana, que diferencia evangelización del hecho de trabajar humanitariamente con los pobres, que diferencia el cuerpo del alma, que separa la creación del hecho de la redención… produciendo dualismos que nos van a dirigir siempre a espiritualismos desencarnados que están a años luz de la espiritualidad que nos muestra Jesús como ejemplo de la vivencia que hemos de tener de la espiritualidad cristiana.
El Dios con los pobres no hace estas diferenciaciones dualísticas, no apoya este dualismo falso de cuerpo y espíritu que muchas veces hacemos los cristianos. El seguimiento de Jesús en el estar con los pobres, nos debe comprometer de forma integral, holística, completa en todos los ámbitos, ámbitos que, si los distinguimos, son exclusivamente por razones didácticas y pare entendernos. El Dios con los pobres asume todo de ellos, su humanidad y su espiritualidad, su salvación para el más allá y su liberación y promoción humana en su aquí y su ahora. Si no, reflexionad sobre los valores del Reino y su aplicación práctica.
En relación con la pobreza, un cristiano no debe mirar para otra parte ya que hay pueblos, grupos de personas e individuos a los que no se les puede dar por supuesta la vida. Muchas veces, con nuestra vuelta de espaldas al mundo de los pobres, con nuestro separarnos de ellos y no aceptar la interpelación que nos llega desde los pueblos pobres, queremos hacerlos invisibles y, más aún, callar su grito, silenciar sus anhelos y esperanzas. Así nos separamos del
Dios con los pobres y acentuamos el escándalo y vergüenza humana que es la pobreza en el mundo. Así, nos separamos del “
Dios con nosotros” y convertimos el cristianismo en la vivencia de una espiritualidad vana.
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