Triste realidad terrestre: Tres de cada cuatro, abarcando tanto hombres como mujeres y niños, son pobres. Luego, dentro de este ingente número de pobres, se podría hablar de las características de la pobreza de la mujer, o sea, de la feminización de la pobreza. Se podrá hablar también de los niños, de los que mueren de hambre nada más nacer, del hambre infantil, de la muerte de muchos niños por malnutrición. Se podrá hablar de los niños explotados, violados o introducidos en la esclavitud del trabajo infantil, se podrá hablar de los hambrientos del mundo, de los que sobreviven con menos de un dólar diario o de los que permanecen en la infraalimentación o en la hambruna... Entre los pobres también hay grados y características. Todos ellos con una común: son empobrecidos por la acumulación de riqueza, energía y poder que unos hombres, una minoría, ostentan y ejercen sobre una gran mayoría.
La riqueza de algunos grupos privilegiados del Norte rico, unida a la acumulación de las élites dirigentes del Sur pobre, produce en el mundo un gravísimo problema social, ético, político, cultural, ecológico y humano que hace que hace que el mundo, visto desde un mapa mundi gigante, sea una vergüenza, un escándalo. Debajo de la bota de esos grupos privilegiados de los acumuladores del mundo rico y debajo de las élites dirigentes del mundo pobre, se encuentran subyugados miles de millones de gente empobrecida, reducidos a la infravida, excluidos como sobrante humano que sobrevive en el sufrimiento y, al no poderlos eliminar, simplemente se olvidan, se marginan de la participación de los bienes del mundo.
El desarrollo humano es sólo para unos pocos, un desarrollo montado sobre el dolor y el despojo de los pobres... eso no es desarrollo, sino que es simplemente robo, producto de rapiña, peor que los animales, porque éstos, una vez hartos, dejan participar a los más débiles. Con razón dice el poeta:
“Yo he visto a un lobo que de carne ahíto,
Dejó comer los restos de un cabrito,
a un perro ruin que contempló su robo”.
Los hombres, a veces, ni eso. Aun estando ahítos siguen engordando. Tendemos a la acumulación, o malgasto, o desperdicio de bienes que pertenecen a otros y que no los dejamos acceder a ellos.
El desarrollo humano, al ser sólo para unos pocos, es una mentira engalanada por las naciones poderosas del mundo, por las multinacionales, por los organismos internacionales que observan, impasibles y fríos, como aumentan las distancias entre ricos muy ricos y pobres muy pobres. Sólo unos pocos controlan la ciencia y la tecnología, se concentra, así, el poder económico, financiero, comercial, científico, tecnológico y militar. Son ladrones de la esperanza de los pueblos, palos en las ruedas del desarrollo de los más débiles, despojadores del presente y del futuro de las tres cuartas partes de la humanidad.
Nadie quiere, ni se atreve, ni desea hacer el cambio de valores que propuso Jesús: que los últimos pasen a ser los primeros. Es un concepto que muchos considerarían revolucionario, un trastoque de valores que casi ninguno de los integrados en el actual sistema económico y social estaría dispuesto a aceptar. No se trata de un cambio revolucionario en donde los pobres puedan tener lo que ahora tienen los ricos y los ricos pasen a ser pobres. Sería necesario un cambio de valores en donde todos pudieran comer lo necesario. Lo único que yo podría decir, siguiendo los ejemplos bíblicos, es que los pobres comieran primero. Hay que hacer esta discriminación positiva amparada por la Biblia en las Parábolas del Reino, porque si no, al final se van a cumplir las palabras del Cántico de María:
“A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos envió vacíos”.
La pobreza y el hambre en el mundo aumentan. Hasta hace poco se hablaba de 800 millones de hambrientos en el mundo. Hoy, con la crisis, superan los 1.000 millones. Leo en un libro sobre la pobreza en el mundo: “El 34% de los pobres del sur no comen carne, ni pescado, ni huevos; bebe agua no potable; viven en chabolas, no tienen zapatos ni ropa para cambiarse y se desplazan a pie”. Toda esta información hace del desarrollo humano una mentira. Toda esta información se convierte en un reto para el cristiano, en un apuesta de relieve de la Parábola del Buen Samaritano, en una llamada a la acción, a compartir tiempo, vida y bienes... Anda “ve y haz tú lo mismo”, nos dice Jesús. Así serás buen prójimo como el buen samaritano de la parábola.
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