Job, Melquisedec, Jetro y Balaam, figuras separadas por siglos y geografías, forman una curiosa conexión que ilustra la universalidad de la revelación de Yahvé antes de la consolidación de Israel como nación.
En las áridas tierras de Madián, un sacerdote levantó su mirada hacia el cielo para reconocer al Dios verdadero, mucho antes de que Israel se consolidara como nación. Jetro, conocido también como Reuel, era un líder madianita cuya vida se cruzó con la de Moisés en un momento crucial de la historia redentora. La Biblia nos cuenta como Moisés, después de su huida de Egipto, llega a Madián y se casa con Séfora, una hija de Jetro (Éxodo 2:21).
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Después de la salida de los israelitas de Egipto, Jetro decide hacer una visita al campamento de los hebreos en los alrededores del Monte Sinaí. Su encuentro, narrado en Éxodo 18, nos lleva a un tiempo de transición, justo después de la salida, pero antes de que recibieran la ley en el Sinaí. Como sacerdote de Madián (Éxodo 3:1), Jetro no pertenecía al pueblo elegido, pero, al escuchar las maravillas que Yahvé había obrado para liberar a los hebreos, exclamó: “Ahora sé que Yahvé es más grande que todos los dioses” (Éxodo 18:11). Este reconocimiento, seguido de un sacrificio a Yahvé, revela que la adoración al Dios verdadero podía florecer fuera de Israel, incluso entre los descendientes de Abraham por otra línea, la de su segunda esposa Cetura (Génesis 25:2).
En este cuarto artículo de nuestra serie sobre la adoración a Yahvé antes de la existencia de Israel, exploraremos cómo Jetro, un extranjero en el desierto, se convirtió en un testigo de la soberanía divina, desafiándonos a ver la universalidad de la fe en el plan eterno de Dios.
Jetro, también llamado Reuel en Éxodo 2:18, era un sacerdote y líder entre los madianitas, un pueblo descendiente de Madián, hijo de Abraham y Cetura. Esto explica perfectamente su conocimiento de Yahvé. Los madianitas habitaban las tierras al este del Golfo de Áqaba, en lo que hoy es el noroeste de Arabia Saudita y el sur de Jordania, una región desértica lejos de Canaán y de las futuras fronteras de Israel. Como sacerdote, Jetro probablemente presidía sacrificios de adoración para su pueblo. Sin embargo, su papel como sacerdote no lo limitó a las tradiciones locales; su apertura a reconocer a Yahvé sugiere un corazón dispuesto a recibir la revelación divina.
Jetro entra en la narrativa bíblica cuando Moisés, huyendo de Egipto tras matar a un egipcio, llega a Madián (Éxodo 2:15). Allí, Moisés se casa con Séfora, una de las hijas de Jetro, y vive como pastor durante cuarenta años (Éxodo 2:21, Hechos 7:30). Este vínculo familiar establece una relación de confianza entre ambos, pero la verdadera transformación de Jetro ocurre después del éxodo de Israel, cuando visita a Moisés en el desierto (Éxodo 18:1-5). Aunque los madianitas más tarde se convertirían en enemigos de Israel (Números 31:2-3), en este momento Jetro representa una figura de fe y sabiduría, mostrando que la adoración a Yahvé podía trascender las barreras culturales y nacionales incluso en un contexto pre-israelita.
El encuentro entre Jetro y Moisés, narrado en Éxodo 18:1-12, es un acontecimiento clave. Jetro, al enterarse de que Moisés había regresado al desierto tras liberar a los hebreos de Egipto, viaja desde Madián para reunirse con él cerca del Monte Sinaí, llevando consigo a Séfora y a los hijos de Moisés, Gersón y Eliezer (Éxodo 18:2-5). No era un viaje largo, ya que el Sinaí se encuentra cerca de Madián[1]. Este reencuentro no es solo familiar, sino profundamente espiritual. Moisés comparte con Jetro “todo lo que Yahvé había hecho a Faraón y a los egipcios por amor de Israel” (Éxodo 18:8), relatando las plagas, el cruce del Mar Rojo y la provisión divina en el desierto.
La respuesta de Jetro es inmediata y reveladora: “Ahora sé que Yahvé es más grande que todos los dioses; porque en esto que hicieron, poniéndose con soberbia contra el pueblo, Yahvé los ha destruido” (Éxodo 18:11). Este reconocimiento no es un simple asentimiento; es un acto de fe que lo lleva a adorar. Jetro ofrece sacrificios a Yahvé y comparte una comida sagrada con Moisés, Aarón y los ancianos de Israel “delante de Dios” (Éxodo 18:12). Este gesto, que incluye holocaustos y una comunión litúrgica, demuestra que Jetro no solo reconoció a Yahvé como único Dios, sino que lo adoró activamente, uniendo su fe a la de los hebreos. Su adoración, en un momento antes de que Israel recibiera la Ley, muestra que Yahvé podía ser conocido y adorado por un extranjero, poniendo de manifiesto la universalidad de Su revelación.
Más allá de su adoración, Jetro desempeña un papel práctico que refleja una sabiduría inspirada por su reconocimiento de Yahvé. Al observar a Moisés juzgando al pueblo desde la mañana hasta la noche para resolver disputas y enseñando las leyes de Dios (Éxodo 18:13-16), Jetro advierte que esta carga es insostenible: “No está bien lo que haces. Desfallecerás del todo, tú y este pueblo que está contigo, porque el trabajo es demasiado pesado para ti; no podrás hacerlo tú solo” (Éxodo 18:17-18). Su consejo es claro y estructurado: Moisés debe delegar la resolución de casos menores a hombres capaces, temerosos de Dios y justos, mientras él se enfoca en los asuntos mayores y en interceder por el pueblo ante Dios (Éxodo 18:19-23). El sistema que Jetro propone es nada menos que el establecimiento de tribunales de apelación.
El líder de Israel acepta este consejo, implementando un sistema de jueces que alivia su carga y organiza al pueblo (Éxodo 18:24-26). Este acto no solo muestra la sabiduría de Jetro, sino también su comprensión de la voluntad de Yahvé para Israel, a pesar de ser un extranjero. Se puede ver en Jetro un precursor de los gentiles que más tarde se unirían a la fe en Yahvé bajo la nueva alianza, como Rahab o Rut. Su contribución práctica, inspirada por su fe en Yahvé, demuestra que la adoración al Dios verdadero podía manifestarse no solo en sacrificios, sino también en actos de servicio que benefician al pueblo de Dios, incluso antes de que Israel se consolidara como nación. Aunque no sabemos más de Jetro en el relato bíblico después de su despedida de Moisés (Éxodo 18:27), nos queda el testimonio vivo de su fe en el único Dios verdadero en un contexto plagado por el politeísmo.
La historia de Jetro tiene profundas implicaciones para nuestra comprensión de la adoración a Yahvé antes de la formación de Israel. Como sacerdote madianita, Jetro no pertenecía al pueblo elegido, y, sin embargo, su reconocimiento de Yahvé como “más grande que todos los dioses” y su ofrecimiento de sacrificios revelan que la revelación divina no estaba limitada a Israel. Jetro, al igual que Job y Melquisedec, es un ejemplo de cómo Dios era conocido —en este caso por la ascendencia de Abraham-— fuera de cualquier pacto formal, mostrando que Su plan siempre ha sido universal.
Además, su papel como consejero sugiere que la fe en Yahvé podía traducirse en acciones prácticas que apoyaran la obra de Dios. Jetro no solo adoró, sino que contribuyó al bienestar de Israel, preparando el escenario para su organización como pueblo. Esto nos recuerda que la adoración a Yahvé antes de Israel no era solo espiritual, sino también práctica, uniendo a extranjeros como Jetro con el propósito divino que culminaría en Cristo, quien invita a todas las naciones a Su reino (Mateo 28:19). La vida de Jetro nos muestra que Yahvé siempre ha buscado adoradores de toda lengua y pueblo, incluso en los desiertos más remotos.
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Job, Melquisedec, Jetro y Balaam, figuras separadas por siglos y geografías, forman una curiosa conexión que ilustra la universalidad de la revelación de Yahvé antes de la consolidación de Israel como nación. Job y Melquisedec, ambos del segundo milenio a.C., adoraron a Yahvé en tierras distantes —Uz y Salem, respectivamente— mostrando que la fe en el Dios verdadero florecía fuera de cualquier pacto formal durante el período patriarcal. Cinco siglos después, Jetro y Balaam, contemporáneos en la era del éxodo, también reconocieron a Yahvé: Jetro como un sacerdote madianita que ofreció sacrificios tras el éxodo (Éxodo 18:12), y Balaam como un profeta gentil obligado a bendecir a Israel (Números 24:10-13). Esta sucesión temporal, desde el segundo milenio hasta el siglo XV a.C., revela que Yahvé se manifestaba soberanamente a través de las eras, uniendo a estos adoradores pre-israelitas en un testimonio continuo de Su plan redentor que trasciende fronteras y épocas.
Si Jetro, un sacerdote madianita en el corazón del desierto, pudo reconocer a Yahvé y unirse a Su pueblo con sacrificios y sabiduría, ¿qué nos impide a nosotros buscar a Dios más allá de nuestras propias fronteras? Su historia nos desafía a ver que la fe en Yahvé no conoce límites, invitándonos a adorar con la misma apertura que este extranjero mostró hace milenios. Deja que la vida de Jetro te inspire a buscar al Dios que siempre ha sido el Señor de toda la tierra.
[1] Véase mis artículos: ¿Dónde está el Monte Sinaí?: https://protestantedigital.com/teologia/68422/donde-esta-el-monte-sinai-1
https://protestantedigital.com/teologia/68500/donde-esta-el-monte-sinai-2
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