El evangelio no es un sistema más o uno entre otros, sino la única solución que suple todo lo que necesitamos.
La plomada ha sido durante milenios el instrumento que ha servido a los albañiles para trazar líneas rectas en sus construcciones, habiendo referencias a dicho instrumento en el Antiguo Testamento. Pero la limitación que tiene la plomada es que solamente sirve para comprobar la rectitud vertical, no la horizontal, por lo cual la invención del nivel de burbuja fue un gran avance, ya que permite comprobar las dos clases de rectitud, la vertical y la horizontal. La burbuja, justo en el centro de una pequeña masa de agua, es la señal de la correcta posición de lo que se mide. Más sofisticados son los niveles de láser, donde la luz proyectada indica la rectitud.
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Pero la rectitud tiene su importancia también en otros campos; por ejemplo, en el aprendizaje para tocar el violín una de las dificultades que se presentan al alumno es la complicación para mantener recto el arco. Ya de por sí el violín es un instrumento difícil, razón por la cual muchos abandonan en las primeras etapas, si bien es algo que ocurre no sólo con ese instrumento musical sino en otros aspectos de la vida, que demandan constante esfuerzo y disciplina. Pero concretamente, en referencia al violín, la rectitud del arco, mientras se desplaza sobre las cuerdas, es un verdadero quebradero de cabeza y no sólo en las etapas iniciales del aprendizaje. Esa rectitud se comprueba cuando el arco está en paralelo al puente, sin importar la cuerda que se esté tocando e independientemente de si se está tocando con la parte de la punta, del centro o del talón del arco. Lo que suele ocurrir es que el brazo derecho que lo maneja, desplaza al arco de acá para allá, desviándolo hacia un lado y hacia otro, lo que afecta no sólo a la estética sino también a la calidad del sonido. La disciplina que es necesaria para corregir ese defecto puede llevar muchísimo tiempo, hasta conseguir los resultados deseados.
Pero la cuestión de la rectitud no solamente tiene que ver con aspectos físicos, sino también, y muy especialmente, con aspectos morales. Los intentos para mantener la rectitud en ese ámbito han dado origen a muchos sistemas religiosos, éticos y filosóficos. Y así es como una de las doctrinas básicas del budismo tiene que ver con las ocho vías para encontrar la liberación, que son: Rectitud de visión, rectitud de pensamiento, rectitud en el hablar, rectitud en la acción, rectitud en el camino, rectitud en el esfuerzo, rectitud en la atención y rectitud en la concentración. Si se cumplen estas ocho condiciones todo el tiempo, entonces el individuo habrá alcanzado su anhelada liberación.
Pero el problema que tiene esta enseñanza es que da por supuesto que en el ser humano están las capacidades necesarias para llevar a cabo esa tarea, cuando en realidad la naturaleza humana tiene los pies de barro, siendo la debilidad y la propensión al mal sus características innatas. Los intentos por vivir de acuerdo a ese esquema de vida pronto se estrellarán, ante la realidad de la imposibilidad de mantener permanentemente ese nivel.
Cuando se celebró el concilio de Jerusalén y se debatió si los gentiles que se habían convertido al evangelio debían circuncidarse, lo que conllevaba la observancia de un gran número de prescripciones, la intervención del apóstol Pedro puso de manifiesto la incapacidad que le había supuesto a él y a los los demás judíos sobrellevar aquel yugo. Aquí había un reconocimiento de que los pobres esfuerzos humanos están condenados al fracaso, al intentar vivir de acuerdo al ideal de la rectitud moral.
La tremenda carga que arrastramos nos impide de todo punto llegar a ese nivel, siendo más bien lo contrario, la desviación maligna, lo preponderante que nos extravía. Es por eso que necesitamos algo más que teóricas propuestas que nos digan lo recto que hemos de hacer. Lo que necesitamos no es un conjunto de normas de rectitud, sino un Salvador, que nos rescate de la torcedura congénita que tenemos y nos provea los medios necesarios para poder vivir rectamente.
Frente a la debilidad de todos los sistemas humanos, el evangelio proporciona la liberación de nuestra culpa condenatoria, al haber cargado con ella nuestro Sustituto; igualmente nos proporciona la rectitud que no podemos tener por nosotros mismos, al otorgarnos la recta y perfecta justicia de Cristo; también nos proporciona el otorgamiento de una nueva naturaleza, que piensa, quiere, siente y actúa según Dios; asimismo nos proporciona el poder necesario, que es el Espíritu Santo, para vencer en el conflicto que tenemos con la vieja naturaleza. Por todo ello, el evangelio no es un sistema más o uno entre otros, sino la única solución que suple todo lo que necesitamos.
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Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘El que camina en su rectitud teme al Señor; mas el de caminos pervertidos lo menosprecia.’ (Proverbios 14:2). Hay dos opciones que presenta, siendo la primera la de tomar a Dios en serio, lo cual ya es rectitud, y siendo la segunda la de despreciarlo, al no querer abandonar los caminos torcidos. ¿Cuál es la que tú tomas?
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