Asistimos al surgimiento de una generación de autómatas, gobernados por las pantallas.
Que los excesos se pagan es una verdad que la experiencia demuestra constantemente, de ahí que la moderación fuera la divisa de alguna escuela filosófica griega, como la de Aristóteles, uno de cuyos principios esenciales era el de saber vivir de acuerdo al punto medio en todas las cosas, consistiendo la virtud en esa moderación.
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Pero tal principio hace aguas en ciertas cuestiones vitales, porque en lo que atañe al bien y el mal no es aplicable, dado que no se puede hablar de un bien inmoderado o excesivo ni de un mal moderado o equilibrado. Como el corazón humano fragua el auto-engaño fácilmente, un ladrón encontraría una buena argumentación en que robar con moderación se ajustaría a esa norma que se acerca a la virtud, siempre y cuando su delito no sea desmedido. Igualmente, un enganchado a cualquier sustancia también podría justificarse, echando mano del principio de la moderación, si consigue mantenerse dentro de unos límites tolerables. Conocí a alguien al que le gustaba inyectarse heroína, pero cuando veía que la situación se le iba de las manos, reculaba, rebajando la frecuencia de sus picos y hasta absteniéndose durante un cierto tiempo. Según él, era factible ser un moderado consumidor de heroína y en tal moderación encontraba la seguridad de que saldría airoso de los letales peligros asociados a esa droga. Si bien su idea de la moderación le funcionó durante un tiempo, finalmente acabó destruido.
No, no hay un mal moderado, como tampoco hay un bien inmoderado, de igual manera que no existe una corrupción moderada y una integridad inmoderada. Con estas entidades morales estamos ante términos absolutos y no relativos, que desde el origen quedaron así establecidos por Dios, quien trazó una raya de separación entre ambos, consistiendo la obediencia y la desobediencia, por nuestra parte, en las dos únicas respuestas posibles, produciendo la primera bendición y la segunda ruina.
Es en las cuestiones neutrales donde el principio de la moderación tiene su aplicación, cuando el recto uso de las mismas es legítimo y beneficioso y su abuso es ilegítimo y dañino. Por ejemplo, el dinero sería una de esas cuestiones neutrales, dependiendo del uso que se haga, si soy yo quien controlo al dinero o es el dinero quien me controla a mí. Su uso moderado es necesario para poder vivir, pero su uso inmoderado lo convertirá en un ídolo al que terminaré sirviendo. El trabajo es otra cuestión neutral, que depende de la moderación, para que esté situado en su justo punto. Una cosa es trabajar para vivir y otra vivir para trabajar. En el primer caso, se usa del trabajo; en el segundo, se abusa del mismo. Los bienes de consumo son otra cuestión neutral, en la que se precisa la moderación, porque su abuso se convierte en consumismo, es decir, en gastar por gastar, en comprar por comprar y en tener por tener, habiendo compradores compulsivos. También el tiempo es otra cuestión neutral, que se puede emplear provechosamente o se puede desperdiciar de manera improductiva y dañina, dependiendo de la moderación o falta de ella. Igualmente el esparcimiento es neutral, pero hay una radical diferencia entre descanso y ociosidad, porque el primero es necesario para recuperar la energía y renovarse interiormente, mientras que la segunda es el taller donde trabaja el diablo.
Así es como llegamos a la tecnología, que también es neutral, pero dependiendo del uso que se haga de ella, será útil o será un instrumento dominador. Y lo que se hace patente es que se ha convertido, para una gran mayoría, en lo segundo, siendo una adicción incontrolable, que desde que se levantan hasta que se acuestan, no pueden dejar. La moderación de Aristóteles resulta en este campo desconocida, porque para que haya moderación hace falta dominio propio, el cual ha quedado arrasado totalmente. De este modo, asistimos al surgimiento de una generación de autómatas, gobernados por las pantallas.
Vivir para el móvil, por el móvil, del móvil, con el móvil, ante el móvil, desde el móvil, en el móvil, hacia el móvil, mediante el móvil, tras el móvil, bajo el móvil y según el móvil, es la norma universal. El móvil es el todo. Todo el tiempo. El lema es: Oh móvil, todos tuyos, todo el tiempo. La consecuencia no se hace esperar, porque las mentes y los corazones están siendo modelados, retorcidos, de acuerdo a su imagen y semejanza.
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Hay un tweet de Dios que dice lo siguiente: ‘¿Hallaste miel? Come lo que te basta, no sea que hastiado de ella la vomites.’ (Proverbios 25:16). La miel es buena o perniciosa según sea su uso o abuso. La moderación la convierte en buena, la inmoderación en mala. Pocas cosas hay más dulces que la miel y la multitud de beneficios que tiene son innumerables. Es saludable, es natural, es nutritiva… con moderación. Sin embargo, su exceso la convierte en un agente nocivo, pasando a ser de apreciable a detestable.
Casi setecientos años antes de que Aristóteles enseñara sobre la moderación, este pasaje ya la enseñó. ¡Es muy importante que tomemos nota de su lección!
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