Quiero ahora resaltar cómo su vida y su trabajo impactaron en quienes decidimos asumir nuestra responsabilidad social y política afirmados en la Palabra.
La voz pausada y grave de Samuel Escobar, su discurso jamás precipitado, me hizo pensar cuando le conocí en GBU que estaba ante un personaje conservador y más dado a la elucubración teológica que a la acción práctica ¡Qué error! Pronto descubrí un hombre dispuesto a arriesgarlo todo por la coherencia con la Palabra, a trazar caminos inexplorados y a traducir sus descubrimientos a la práctica política.
Y lo hacía siempre con esa mirada brillante iluminada por el optimismo y la esperanza. Seguía siendo aquel estudiante de GBU abierto a la sorpresa, pero con muchas capas de poso espiritual e intelectual sedimentadas por décadas.
Cuando le escuchaba sabía que podía estar tranquilo porque nada se escapaba del marco bíblico, pero tenía que estar muy abierto a la sorpresa porque en cualquier esquina del discurso podría saltar una propuesta revolucionaria.
Fundador de los GBU en España, siempre estuvo vinculado a nuestra organización, de la que se sentía orgulloso. Así, en un campamento de GBU agarró por el brazo a Lindsay Brown, entonces secretario general de IFES, le mostró un libro, Galicia insumisa, de Evangelina Sierra, y le dijo: “Hay que traducirlo al inglés, porque es un buen ejemplo de cómo aquí hacemos investigación rigurosa”.
No voy a recordar su solidez y atrevimiento, que le llevaron a fundar, junto a hermanos como René Padilla, Pedro Arana o Pedro Savage, la Fraternidad Teológica Latinoamericana; se conoce bien su papel decisivo en el Movimiento de Lausana.
Quiero ahora resaltar cómo su vida y su trabajo impactaron en quienes decidimos asumir nuestra responsabilidad social y política afirmados en la Palabra.
Hace siete años le pedí un trabajo; estaba reuniendo material para publicar en la web del Centro de Estudios del Congreso Iberoamericano por la Vida y la Familia, y había reservado un espacio para “Política”. Me parecía fundamental tener un documento de Samuel Escobar y le pedí que me pasase un texto sobre escatología y política.
Samuel no hizo el estudio teológico que algunos esperarían; describió magistralmente cómo había sido la evolución del modelo escatológico de los evangélicos en Latinoamérica y cómo este dirigió definitivamente su acción política.
Para ello reescribió su capítulo “El Reino de Dios, la Escatología y la Ética Social y Política en América Latina” del libro El Reino de Dios y América Latina, de 1975.
Sus análisis son luminosos: “Pareciera que el crecimiento y el ansia de un nuevo papel social nos han transformado de una minoría sacrificada y disciplinada en una subcultura de clase media en la cual las ambiciones de poder y prestigio social han reemplazado al discipulado. Se ha abandonado la esperanza y la dinámica escatológicas […] El modo de vida norteamericano, el capitalismo, la llamada libre empresa y la democracia liberal, han venido a ser para los evangélicos algo así como la manifestación social y política del reino de Dios en la tierra.”
Y en su análisis de la escatología escapista dice: “¿Hasta dónde hay consecuencia entre una afirmación premilenial acerca de la bancarrota del mundo actual y al mismo tiempo una defensa conservadora de las instituciones, valores y costumbres de ese mundo, cuando se ven amenazados?”
El texto de 1975 lo redactó en pleno auge de los movimientos revolucionarios en Latinoamérica, que evaluó certeramente: “El marxismo, al igual que tantos otros movimientos sociales radicales, se alimenta de un esquema escatológico cristiano al cual se le ha dado nuevo contenido. El rechazo de un Dios que ‘está ahí’ y actúa hoy, lleva por fuerza a otorgar categoría divina al reino humano, a otorgar infalibilidad a ciertas doctrinas humanas y a considerar que el sacrificio de vidas humanas está justificado en nombre del advenimiento de ese reino revolucionario.”
Parece que está hablando de hoy mismo cuando dice: “Muchos cristianos se han limitado a alabar las dictaduras que dicen haber traído ‘paz’”, y añade: “Hoy la paz social está amenazada no sólo por agitadores comunistas a sueldo, sino por esa escandalosa diferencia entre masas y élites, frente a las cuales las clases intermedias han optado por el silencio o se han aliado con las élites.”
Es muy claro: “¿Tenemos sólo en lo espiritual ‘hambre y sed de justicia’?” Y lo aplica a su entorno sociopolítico: “Nuestro Dios no acepta culto ni ofrendas si van acompañadas de injusticia. Cuando en medio de una sociedad que progresa y se desarrolla hasta el refinamiento los pobres son echados a un lado, Dios levanta su voz a favor de los olvidados.” “Si en América Latina no damos contenido social y político al bien que queremos vivir y compartir con los demás, nos estaremos limitando a aceptar pasivamente lo que el grupo social en el cual nos movemos considera ‘bien’ y nuestra justicia no será mayor que la de los escribas y fariseos.”
Y señala algo fundamental en la escatología de todo evangélico interesado por la política: “Ya que sabemos que lo perfecto no ha venido y que no vendrá simplemente por medios humanos, jamás sacralizaremos un orden determinado, identificándolo con el reino de Dios. La advertencia vale tanto para los partidarios del statu quo, como para los partidarios de la revolución, que son los dos polos en los cuales la tendencia a absolutizar una realidad política es más marcada.”
Y termina: “Cuando el conformismo pasivo, disfrazado de realismo o espiritualizado, nos diga que de nada vale intentar cambiar el mundo, podemos responder que por el solo hecho de ser fieles a Cristo ya lo estamos cambiando, que vivimos nuestra acción social y política, como toda nuestra vida, a la luz de la esperanza del reino: Y esta esperanza no nos desilusiona, porque Dios ha llenado nuestro corazón con su amor, por medio del Espíritu Santo que nos ha dado.”
Asistimos a un crecimiento espectacular del Evangelio en Latinoamérica y con él a una feliz sensibilización por la participación política, algo que también empieza a suceder en España. Pero no pocos están saltando a la política sin paracaídas, sin un sustento de reflexión bíblica sólida; no pocos se conforman con leer la Biblia desde modelos políticos aprendidos, en vez de leer los modelos políticos desde la Biblia.
El Señor no nos usará con poder si antes de ir al parlamento no vamos a la Palabra; para esa tarea invito entusiastamente a leer a Samuel Escobar. Gracias a Dios por el regalo de la vida de Samuel.
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