Tempus fugit

Los días resbalan en el calendario, caen de forma veloz.

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Lento transcurre el tiempo para el que espera, rápido al que lo disfruta, y es corto, muy corto, al que sabe que pronto llega el adiós.

¿Por qué me aferro a la idea de rescatar momentos que ya acaecieron? El tiempo pasa , no regresa.

Dice una bonita metáfora: “El tiempo no es sino la corriente en la que estoy pescando”

Es la vida ese río donde lanzo mi señuelo y espero a que pasen las ondas del agua y algún pez despistado alcance el reclamo.

Esa presa será la recompensa a mi espera, el premio fruto de mis horas en la orilla, horas en las que habré lanzando una y otra vez el anzuelo para recibir mi galardón.

Ese río me recuerda que fluye hacia el futuro y que nunca se detiene.

Qué negligencia esta mía, queriendo tomar alas prestadas para volar hacia donde no debo. Querer adherirme a un momento pasado para sacarle lustre en el efímero presente.

Lo que fue ya pasó. El ahora se vive hoy .

Abrazar lo que me acoge, envolver con el envoltorio del contentamiento las situaciones ingratas que hoy se me presentan. Sacudir el añejo antojo de vida pasada, de instantes lamidos por el tiempo que sólo consiguen hacer aflorar la nostalgia.

Todo tiene su tiempo, y ese tiempo es fugaz.

Vivir con los ojos puestos en Él, conectada al Padre, deleitándome en la cadencia de los instantes de intimidad vividos bajo su gracia.

Acciones precisas para vivir una vida de excelencia.