No se trata ni siquiera de que hagamos un esfuerzo para mantener un equilibrio entre la fe y las obras, pues, probablemente, fracasaríamos si nos basáramos en un esfuerzo humano para equilibrar lo que ya en Jesús estuvo equilibrado, sino que se trata de dejar obrar a la fe que viva, que se deje a la fe actuar a través del amor, que se permita que la fe vaya produciendo sus obras. Os recuerdo el título de uno de mis libros: “DIACONÍA. Las Obras de la Fe”.
Pues bien, dentro de las obras de la fe puede estar también el hecho de que el cristiano se sienta urgido a ver y explorar vías de projimidad para sacar de la pobreza a tantos prójimos que necesitan que me pare, me comprometa y actúe. Estas vías de acción y de compromiso, que deben estar apoyadas por la oración y por estilos de vida que siguen los parámetros marcados por Jesús, pueden ser muy variadas: ayuda asistencial, ayudas al desarrollo de los pueblos, denuncia de la injusticia en el mundo, evangelización de las culturas, exposición y difusión de nuevos valores - los valores del Reino... -, pero también hay formas prácticas de gestión que deben ser el cuajo de las obras de la fe en el mundo, que pueden producir resultados positivos en la eliminación de la pobreza.
En estas formas prácticas de gestión no debemos desechar el hecho de trabajar junto a instituciones seculares, políticas, sociales, económicas y culturales que puedan dar apoyo o cauce al deseo cristiano de ayudar a erradicar la pobreza en el mundo. Las obras de la fe no rechazan ningún cauce humano por el que pueda circular la justicia y la dignificación de las personas... las obras de la fe.
No son sólo los cristianos los que claman contra la explotación laboral de las personas; no son sólo los cristianos los que claman a favor de un comercio justo gritando en contra de los salarios de miseria de muchos trabajadores, gran parte de ellos niños, que se pasan horas y horas manufacturando productos que, después, se venden en los mercados del NORTE rico; no son sólo los cristianos los que claman contra la exclusión del mercado laboral de tantas personas que parecieran ser un sobrante humano... pero los cristianos no deben ser la voz más débil entre las muchas voces que claman por justicia. Debe ser una voz unida a las otras, pero pionera y a la vanguardia. Ese clamor y esa denuncia puede ser una de las obras de la fe que ayudan a cambiar el mundo y a erradicar la pobreza.
Hoy hay muchos que hablan de la condonación de la Deuda Externa de los países pobres. Hoy se clama en muchos ambientes por un jubileo de perdón y condonación de esta Deuda. Tampoco en este tema la voz secular debe ser más fuerte que la voz de los creyentes. El pago de esta deuda es una sangría económica que impide el desarrollo de los pueblos pobres. Cada política de ajuste económico fuerte que se hace para poder devolver Deuda Externa, puede llevar a la muerte a muchos niños. A través de esta Deuda los países pobres son financiadores del bienestar de los países ricos. Cada año se transfieren al mundo rico desde el mundo pobre más de doscientos mil millones de dólares. Dios quiera que algún día estas cantidades se dediquen a erradicar la pobreza severa de estas poblaciones. ¿Por qué los cristianos no pueden incidir fuertemente en la denuncia de estas situaciones como una de las obras de la fe viva que actúa a través del amor? Son formas de erradicar pobreza.
Los cristianos deben estar dispuestos a impulsar acciones importantes para erradicar la pobreza como puede ser el concienciar al mundo de la necesidad de que los pueblos pobres tengan acceso al agua potable. Muchas de las muertes infantiles y de adultos tiene esta causa: la imposibilidad de acceso de muchas poblaciones al agua potable.
Una forma de cumplir con la petición de Jesús identificándose con los sedientos del mundo cuando dijo:
“Tuve sed y no me disteis de beber”, estaría en la línea de concienciarse de que gran parte del mundo tiene sed de agua limpia y potable... y muere por ello. ¿Por qué los cristianos van a pensar que el proveer de agua a los pueblos pobres depende solamente de las solidaridades de los gobiernos o instituciones seculares? La voz de los cristianos en el mundo podría ser un potente megáfono que clama por justicia, por agua potable para los pueblos. Un megáfono que es la consecuencia de las obras de la fe.
Lo mismo se podría decir en el área educativa en donde se erradique el analfabetismo en el mundo, en donde haya una escolarización universal que no haga que nuestros hijos se consideren privilegiados frente a los niños pobres del mundo. No son solamente cuestiones sociales, son cuestiones espirituales, demandas de la vivencia de la espiritualidad cristiana, demandas de la vivencia de una fe que actúa a través del amor, de una fe que, necesariamente, tiene que producir obras.
Igualmente se podría hablar del área sanitaria cuando sabemos que muchos niños y adultos mueren por enfermedades curables, por falta de vacunas, por falta de higiene. Y qué si hablamos de los hambrientos del mundo, situación que es vencible pues en un mundo en el que puede haber alimentos suficientes para todos y, sin embargo, hay una desigual redistribución de los bienes del planeta tierra.
¿Por qué no se redistribuye algo de riqueza a través de un sistema fiscal que pueda dedicar el uno por ciento del producto mundial para cubrir las necesidades de los países en vías de desarrollo? ¿Sabéis una cosa? La voz de los creyentes del mundo podría ser decisiva para que ese 0,7% de redistribución del producto mundial se llevara a cabo o, en su caso, el 1%... o lo que sea necesario.
Se necesita la voz de los creyentes como una obra de fe. También sus acciones concretas. Los evangélicos debemos potenciar estas obras para que nadie pueda decir que hemos robado las obras de nadie. Porque si la fe deja de actuar a través del amor, dejará de vivir y acabará en el no ser del mundo insolidario. Recordemos siempre que nuestra fe viva nos puede ayudar a erradicar la pobreza del mundo, a erradicar ese escándalo y vergüenza humana que es el 80% de la humanidad en pobreza.
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