La pluralidad en la iglesia

Pluralidad ideológica y teológica. La pluralidad ideológica en la iglesia sería algo bueno. Es deseable el respeto a la diversidad de opiniones en el seno de la iglesia, ya que, a veces, hay miembros o simples visitantes que no se atreven a presentar sus ideas por miedo a que sean diferentes a la del pastor o a la línea más o menos oficial de la iglesia. Se necesita también cierto respeto a la pluralidad teológica. Ambos respetos son necesarios.

¿Cómo es posible que se desee que todos pensemos igual? Eso puede conducir a que nadie piense, a que se acepte la línea oficial de la iglesia como algo dado que me evita el compromiso de pensar o de tener ideas propias sobre la vivencia de la espiritualidad cristiana. El pensamiento se atrofia, vamos a lo fácil, la mente se adormece y disfrutamos de cierta complacencia cómoda que nos reduce el uso del pensamiento y acaba por aburrirnos. Una tragedia.

La iglesia no debe cortar las líneas de opinión, ni ideológica ni teológica, sino entrar en razonamientos respetuosos. No creáis que la discrepancia en ciertos aspectos no totalmente esenciales es algo malo. Decir nuestra opinión frente a otras acaba siendo algo totalmente enriquecedor. Lo negativo, lo obtuso, lo empobrecedor del pensamiento es encerrarse en un círculo clauso en donde ya no se admiten líneas de opinión diferente. Hay que tener mentes abiertas y dispuestas al diálogo enriquecedor que puede ir alumbrándonos de forma totalmente positiva.

No queramos ni trabajemos por erradicar del mundo eclesial líneas de opinión a no ser que sean tan claramente contrarias a los fundamentos básicos del cristianismo o aquello que nos lleva al desprecio del otro, a la violencia, al racismo, xenofobia o similares.

La unidad de la iglesia no consiste en formar personas o miembros que piensen todos igual o que sean individuos que en el seno de las congregaciones sienten miedo a tener ideas o pensamientos diferentes. La unidad de los creyentes se puede dar dentro de cierta pluralidad ideológica, teológica, política o social. Hay que tener cuidado de no confundir la unidad con la uniformidad. 

El ser uno se fundamenta en el ser hijos del mismo padre y vivir una espiritualidad cristiana en la línea del amor a Dios y al prójimo, fundamentalmente el prójimo en necesidad. Excluir o silenciar a alguien por pensar diferente, por defender una pluralidad sana de opiniones es lo que rompe la unidad. A veces el deseo de exclusión del diferente o la crítica parte de algunos que se sienten instalados en la verdad absoluta, sin tener en cuenta que todos somos falibles y que dependemos de Dios en todo.

No es lo mismo la unidad que la uniformidad. Caer en la uniformidad va a impedir avanzar a la iglesia. No se va a buscar las causas de las problemáticas humanas, de los abusos de los débiles, los análisis culturales, sociales y económicos que pueden afectar negativamente al prójimo. No van a ser capaces de inculturar el Evangelio en las diferentes culturas, en la economía, en la enseñanza. Van a dar al espalda a muchos de estos fenómenos. Se pueden quedar desarraigados de la historia, de nuestro aquí y nuestro ahora que nos ha tocado vivir que es plural, diverso y polifacético.

Para evitar estancamientos más o menos fanáticos, deberíamos estar bien despiertos, alertas, velando y haciendo que nuestra sensibilidad, nuestro cerebro y corazón estén al tanto en la contemplación de lo social en donde se desenvuelve la vida de nuestro prójimo. 

Puede haber personas que deseen la fidelidad al texto bíblico, que favorezcan la dignidad de las personas, que sean seguidores del Maestro y que, sin embargo, puedan tener ideas diferentes en diversos temas intentando que Dios los guíe en lo fundamental. 

Pensad en uno de los fundamentos de la Reforma Protestante: la libre interpretación de la Escritura que, quizás no en lo fundamental, pero sí en muchas temáticas y formas plurales de ver la realidad pueden llevarnos a hacernos preguntas, a hacer reflexiones, pero también muchas aportaciones tanto a la congregación a la que pertenecemos como al mundo en el que vivimos.

Yo creo que si somos sinceros vamos a tener unidad en lo fundamental, pero no busquemos una uniformidad rancia y que debilita el pensamiento de los creyentes. Siempre puede haber dudas y cosas que se presten a diferentes interpretaciones que han de verse en el respeto al pensamiento del otro que también es una parte del amor cristiano, del amor al prójimo.

No nos posicionemos en la comodidad de la uniformidad en donde el pensamiento no fluye y queda estancado para perjuicio de las congregaciones, de las relaciones y de la misma vida.

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