Reconocemos el diagnostico que hace la Biblia de nuestra triste realidad. Pero hay una esperanza de salvación, que no viene de nosotros, sino de Aquel cuya sangre nos limpia de todo pecado.
Hay novelas cuyo éxito no es fácil de explicar. La obra más popular del nuevo Académico de la Lengua, Soldados de Salamina (2001), trata un tema habitual en la literatura española contemporánea, como es la guerra civil, pero su héroe es un falangista y el autor era poco conocido entonces. Javier Cercas (1962) es un extremeño que había publicado una colección de cuentos y dos novelas, que habían pasado desapercibidas. Se había dedicado a la enseñanza en Estados Unidos y ahora estaba en la Universidad de Girona, pero su libro tuvo tal acogida que su mensaje de esperanza se transmitió por toda España de boca a boca. Tras tantas expectativas, nadie podía imaginar a continuación que hiciera una obra tan oscura como La velocidad de la luz (2005), que nos enfrenta de lleno al misterio del mal.
La velocidad de la luz es una historia de amistad, que se prolonga en el tiempo, entre un joven novelista y un enigmático criminal de guerra. Pertenece a un género poco desarrollado en España, como es la novela de “campus”, pero en el que Cercas ya ha hecho anteriores incursiones. Es un tipo de literatura muy popular en el mundo anglosajón, pero no fácil de enclavar en nuestro contexto. Tal vez por eso el autor ha escogido siempre el mundo de las universidades norteamericanas, que tan bien conoce, para desarrollar este tipo de relatos. Lo que resulta todavía un poco exótico para el lector español, acostumbrado siempre a novelas ambientadas en nuestra geografía, como Soldados de Salamina, aunque sean cada vez más ya los escritores que rompen con este escenario.
En una ciudad del Medio Oeste norteamericano, un recién licenciado catalán encuentra trabajo como profesor de lengua y literatura en español. Su protagonista, como el autor, enseña en el campus de Urbana. Cercas cuenta que en la Universidad de Illinois tenía un compañero de despacho que había estado en el Vietnam. Trabó amistad con él, pero siempre le intrigó su reticencia a hablar sobre la guerra. Algo parecido me ocurrió a mí, con un misionero que estuvo en Madrid. Nunca quería hablar del tema, a pesar de que su testimonio era que se había convertido estando entonces con los Marines. Nam, como le llaman los veteranos de la guerra del Vietnam, es una historia oscura de la que nadie prefiere hablar, “el corazón de las tinieblas′”.
[photo_footer]La obra más popular del nuevo Académico de la Lengua, Javer Cercas, trata un tema habitual en la literatura española contemporánea, como es la guerra civil, pero su héroe es un falangista.[/photo_footer]
Si Soldados de Salamina nos muestra cómo hasta en las situaciones más extremas, siempre hay alguien capaz de ser generoso y compasivo, en La velocidad de la luz, Cercas se sumerge en el mal que anida en el corazón humano y su “infinita capacidad de hacer daño”. Nos muestra como personas aparentemente buenas, inteligentes y amables son capaces en determinadas circunstancias de convertirse en monstruos. Es una historia de horror, miedos, estupidez y culpa. Todo es tan oscuro aquí, que ni el narrador se salva.
Rodney, el personaje del veterano del Vietnam, es un tipo normal pero que se convierte en un monstruo. El narrador en cambio se convierte en un cretino. Es por eso por lo que la novela tiene un poema de Bachmann como epígrafe, que nos recuerda que es “el mal, no los errores”, lo que “perdura”. Los errores en ese sentido son algo perdonable, como un corte de navaja, que con el tiempo cicatriza. “El mal sin embargo es una herida que se reabre cada noche y no se cura”, dice Cercas.
Comprender y justificar son dos cosas distintas. El autor cree que “tenemos el deber de entender a Hitler y comprender que también era un ser humano”. Es por eso, por lo que Sánchez Mazas en Salamina es un tipo normal y desvalido, que se ha perdido en el bosque. Nada tiene que ver eso con su ideología política. Rodney también es una persona normal y corriente, que podría ser un amigo tuyo. Sin embargo, en un momento determinado se convierte en un monstruo. “Eso está en su naturaleza, como está dentro de todos”, dice Cercas. Es “el enemigo que llevamos dentro”.
[photo_footer]Nadie podía imaginar que Cercas hiciera una obra tan oscura, tras el relato de bondad y reconciliación de Soldados de Salamina.[/photo_footer]
Esta es una novela moral, como las del ahora centenario Joseph Conrad. Si Lord Jim es alguien generoso e idealista, es porque es como “uno de los nuestros”. Sin embargo, comete un error atroz para un piloto, abandona el barco. Todo el libro intenta purgar esa falta, pero al final no lo logra. Para Cercas, “ese es el corazón del problema: entender que todos podemos llegar a cometer barbaridades”. No se trata de justificar al asesino, sino de “comprender como funciona la naturaleza humana”. El autor cree que “sería maravilloso que Hitler y su camarilla de paranoicos fueran extraterrestres, porque estaríamos salvados”. Pero “la enfermedad”, como dijo un poeta de la posguerra, “no estaba en Alemania, estaba en el alma”.
El ex-combatiente del Vietnam, Falk, se confunde a veces con el narrador, hasta convertirse en su doble. Los conflictos de conciencia de uno se prolongan, hasta coincidir con los del otro. Y ambos buscan la purificación por medio del dolor, pero no hay expiación posible. En este amargo mapa de la condición humana, lleno de violencia y locura, crueldad y maldad, reconocemos el diagnostico que hace la Biblia de nuestra triste realidad. Pero hay una esperanza de salvación, que no viene de nosotros, sino de Aquel cuya sangre nos limpia de todo pecado (1 Juan 1:7). En Él “tenemos redención, el perdón de pecados, según las riquezas de su gracia” (Efesios 1:7).
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