Satanás

El mundo no se ha puesto muy fácil para que en medio de las masas de población esté vigente esta malévola figura, Satanás. Se ha dado todo un proceso de secularización fundamentalmente en las grandes ciudades, pero no nos habíamos repuesto de este baño secular que afecta a la vida de los ciudadanos, cuando comprobamos que en el mundo se da una situación aún más grave: La descristianización.

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Esto puede afectar mucho a la vivencia de la espiritualidad cristiana, pero también afecta a la figura de ese personaje representante del mal y de las tentaciones que hacen sufrir a las personas en nuestro aquí y nuestro ahora. ¿Se atreverá Satanás a abandonar nuestro mundo y dejarnos en paz al no estar ya en las mentes de las grandes masas de población? ¿Se estará preparando para decirnos adiós?  

Ya no vivimos la experiencia que vivieron los que nos precedieron en la historia y fundamentalmente en las culturas primitivas. Ellos necesitaban al diablo para entender el mundo. Tenían respuesta cuando se preguntaban por el origen del mal, el origen de las catástrofes naturales, las inundaciones, las calamidades y pandemias colectivas. Satanás estaba actuando.

Creían a pies juntillas en Satanás, en los espíritus malignos. El mal para nuestros antepasados en culturas ancestrales tenía su explicación fácil y cargaban la culpa en las espaldas de esos espíritus malignos que conforman a hueste del propio Satanás. El mundo de alguna manera estaba lleno de espíritus. Creían en una naturaleza habitada por el espíritu de Dios y el de Satanás. De uno provenía todo lo bueno y del otro todo lo malo. Satanás era el maligno. Era como si el mundo estuviera lleno de esa magia santa o maligna que les afectaba a partes más o menos iguales.

Pregunta: ¿Cómo llega un mundo encantado, lleno de magia y experiencias de espíritus que pueblan toda la tierra a pasar a ser un mundo objeto de estudio científico, a un mundo investigado del que parecen haber huido todos los demonios del pasado?

Muchos dicen que fue precisamente con la idea de la existencia de un solo Dios, con la creencia en el monoteísmo se comienza a desmagificarse el mundo, a dejar de ser un mundo más o menos encantado en donde se mezclan tantas y tantas fuerzas espirituales. Solo hay un Dios. El mundo pierde una variedad de espíritus del bien actuando en el mundo. Todo se desencanta. El mundo tiene un solo Dios y, por ende, también desaparecen las huestes satánicas. Debe haber un solo Satanás.

El mundo se llena de ciencia, de investigaciones y búsqueda exagerada de recursos. El mundo encantado lleno de dioses y demonios recibe un bofetón de parte de la ciencia. El hombre se cree el dueño y gestor de todo. Así, de pasada podemos hablar del momento histórico en el que se hablaba también de la muerte de Dios. Consecuencia: “Dios ha muerto, viva el hombre”. Hay una cierta emancipación del hombre del fenómenos religioso, quizás precedente de la gran pujanza de la descristianización del hombre del mundo de hoy.

Si Dios parece sufrir un revés, Satanás reciba un golpe, una bofetada, una patada en sus posaderas mucho más fuerte aún. Ya nadie teme a Satanás. Se considera uno de los mitos bíblicos ya superados. Se ha dicho que hoy muchas masas de población viven en la increencia, de espaldas al Dios vivo, pero es mucho más fuerte el olvido del Diablo. El hombre le dijo adiós y ya no se acuerda de él. Incluso si surge el tema en predicadores religiosos a muchos no les gusta, creen que no hay que asustar al hombre de hoy nombrando a esta figura que ha desaparecido, que se ha despedido de un mundo que no lo reconoce ni estima. Hay que guardar silencio en torno a la figura satánica.

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Ocurre otro fenómeno muy extraño: podemos conservar las expresiones de algo satánico o diabólico en nuestro vocabulario, pero ya no nos referimos a la figura celeste del representante del mal. ¿Qué ha ocurrido entonces? ¿Cuál es el final? Pues mirad qué curioso. Ahora el hombre tiende a pensar que nuestro diablo, nuestro satanás podemos ser nosotros mismos. Tú mismo puedes ser tu diablo. El diablo podemos ser nosotros. En nuestro interior está arraigado el mal, en nuestro corazón tiene su raíz. El hombre puede ser un lobo para el hombre. Los humanos son los responsables del mal. ¡Triste historia! ¿Hay, quizás, algo de razón en ello?

El hombre de hoy lleva sobre sus hombros una pesada carga que le hace parecer a un jorobado enfermo que no puede con el peso del mal en él y sobre él. Muchos dicen que el hombre de hoy camina por el mundo con dos personalidades, dos perspectivas, dos componentes que le hacen vivir una vida pobre, enfermiza y un tanto triste. Quizás se siente una parte hombre y su otra parte diablo. Así camina por el mundo cediendo en muchos casos a esa su mitad satánica y haciendo el mal. Triste responsabilidad.

¿Quién podrá ayudarle? ¿Quién lo podrá liberar? ¿Quién podrá redimirlo? ¿Quién lo podrá salvar? ¿Dónde están los valores que puedan ayudarle? Pues si eres cristiano sin duda que tú conoces esos valores. Si lees la Biblia allí los encuentras. Hay valores bíblicos, valores del Reino que irrumpe en nuestra historia con la llegada de Jesús al mundo que son valores liberadores, que acentúan la figura de Dios y que te dicen, que si el diablo existe, hay una figura más fuerte que le puede vencer: Jesús, salvador y redentor de todos nosotros.