La Biblia nos enseña que Dios nos ha dado dominio sobre la creación y nos ha llamado a ser mayordomos sabios de sus recursos. Esto incluye a los ordenadores y las tecnologías relacionadas.
Algunos se acordarán de aquel viejo chiste sobre el pastor que predicaba con tanto entusiasmo que hasta las estatuas de la iglesia gritaban “aleluya”. Hay que prepararse porque la Inteligencia Artificial (IA) - que muchos conocen en su versión gratuita de Chat GPT, Gemini o Copilot - está a punto de darle un nuevo significado a esa caricatura. Desde asistentes virtuales que nos recuerdan citas bíblicas hasta sermones generados por algoritmos que podrían dejar boquiabierto al mismísimo Spurgeon, la IA está ganando terreno también en el mundo protestante, púlpitos incluidos.
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Antes de que nos rasguemos los vestidos y empecemos a imaginar un futuro distópico donde los pastores son reemplazados por robots con voces angelicales, sería conveniente reflexionar con tranquilidad sobre el tema. Porque esta revolución tecnológica, tan emocionante como desafiante, nos plantea a los cristianos preguntas cruciales como: ¿Deberíamos estar abiertos a esta nueva herramienta digital? ¿Cómo debemos entender la IA a la luz de la creación divina? ¿Cuáles son sus implicaciones éticas y teológicas? ¿Cómo podemos navegar por esta nueva era sin comprometer nuestra fe y valores? ¿Puede un algoritmo, por muy sofisticado que sea, reemplazar la guía espiritual de un pastor de carne y hueso? ¿O acaso la IA nos ofrece nuevas oportunidades para compartir el Evangelio y servir al prójimo de maneras que nunca habíamos imaginado?
Son solamente algunas preguntas. Se me ocurren una docena más y desde luego no voy a poder responderlas de forma adecuada en este artículo. Pero sí quiero concienciarnos de lo que nos viene encima. Sería conveniente que los protestantes no fuéramos los últimos que reflexionan sobre estos temas porque el mundo secular ya lo hace desde hace tiempo. La IA ya ha empezado con su conquista imparable de todas las áreas de la vida. Nos guste o no, estamos ante un hecho innegable e imparable.
La IA está a punto de convertirse en la tecnología más impactante de todos los tiempos dado su potencial y debido a su rápido crecimiento y adopción masiva. De hecho, es la tecnología que crece con más velocidad en la historia de la humanidad. Los que entienden lo que implica un crecimiento exponencial saben de qué estoy hablando.
Las aplicaciones para la IA está a punto de explotar, lo cual cambiará este mundo completamente, empezando con el entorno laboral. En lo económico, podría provocar un shock deflacionario global, uno de los más grandes que el mundo haya visto. Esto se debe a que la IA tiene el potencial de reemplazar a muchos trabajadores y reducir el costo de los bienes y servicios para los consumidores. Se perderán decenas de millones de puestos de trabajo que quedarán obsoletos. Al mismo tiempo, se crearán oportunidades laborales jamás soñadas y se liberará un potencial creativo sin precedentes. Creer que esto se controlará con leyes y regulaciones diseñadas por un ejército de burócratas en Bruselas es una equivocación.
Pero queda sobre todo la gran incógnita: ¿qué sucede si la IA cruza la línea de la mera herramienta y desarrolla una conciencia propia? ¿Qué implicaciones tendría para la humanidad si las máquinas comenzarán a tomar decisiones independientes, quizás incluso en contra de nuestros intereses? Si alguien piensa que se trata de ciencia ficción, aún no ha entendido de que va el tema. No se trata de una app más en tu iPhone, sino de un cambio de paradigma, de un antes y un después. Estamos ante una inteligencia que reúne no solamente todo el conocimiento de la humanidad, sino que es capaz de aumentarlo de forma exponencial.
La IA desafía también nuestra comprensión de lo que es un ser humano, creado a imagen de Dios (imago Dei). Aunque puede imitar e incluso superar la inteligencia humana en ciertas áreas, carece de la esencia espiritual y moral que nos distingue como seres creados por Dios. No posee conciencia, voluntad, o la capacidad de amar. Son características distintivas de los seres humanos creados a imagen de Dios. La Biblia nos enseña que fuimos hechos para tener una relación con Dios, para ejercer dominio responsable sobre la creación y para reflejar el carácter de Dios. La IA, por sofisticada que sea, no puede cumplir estos propósitos divinos. Pero ¿qué pasa, si la IA se automejora y empieza a desarrollar su propia visión de las cosas pensando por sí misma? Elon Musk ya ha advertido que la IA es mucho más peligrosa que las armas nucleares y que debemos ser extremadamente cuidadosos con su desarrollo.[1]
El desarrollo de la IA obedece al deseo de mejorar la condición humana y de superar nuestras limitaciones. La Biblia nos advierte al mismo tiempo sobre la soberbia humana y la tentación de usurpar el lugar de Dios.
Dios nos ha llamado a ejercer dominio sobre la creación, pero este dominio debe ser responsable y ético - es decir: respetando los límites que Dios ha puesto. La IA plantea desafíos significativos. En este contexto surgen más preguntas: ¿Cómo podemos garantizar que la IA se utilice para el bien común y no para el beneficio de unos pocos o para fines destructivos? ¿Cómo podemos prevenir la discriminación y el sesgo en los algoritmos de la IA? ¿Cómo podemos proteger la privacidad y la dignidad humana en un mundo cada vez más conectado?
Una tecnología es neutral. Se puede usar para bien o para mal. Pero eso depende de los valores y las prioridades de quienes la crean y la utilizan. Como cristianos, debemos asegurarnos de que la IA se utilice de manera que honre a Dios y sirva al prójimo.
La IA tiene sin lugar a duda el potencial de destruir la tierra, igual que lo tienen las armas nucleares y biológicas. Pero Dios no lo va a permitir. Puede haber un juicio, pero no un segundo diluvio.
Como advertencia nos queda recordar la torre de Babel: una sociedad desarrollada puede sufrir un revés para retroceder centenares de años en su desarrollo. Ha pasado en tiempos bíblicos y también después. Sin el desastre causado por las migraciones masivas en los años finales del Imperio Romano, el desastre de la peste bubónica que mató un tercio de la población de Europa y la guerra de los treinta años, la humanidad podría haber alcanzado su nivel actual hace dos o tres siglos. Si nosotros no respetamos los límites que Dios ha establecido, Dios mismo va a ocuparse del tema. No hay que olvidar, por ejemplo, que una fuerte tormenta solar puede dejar fuera de combate a una buena parte de los equipos electrónicos del planeta[2]. Esto incluye a ordenadores, redes eléctricas y satélites. Si alguien quiere más detalles de lo que puede pasar en un caso así debería estudiar lo que pasó en mayo de este año, cuando una tormenta solar dejó fuera de combate a millones de equipos informáticos.[3]
Sin embargo, no debemos caer en la trampa de rechazar la IA por miedo o por ignorancia. Una vez más: la Biblia nos enseña que Dios nos ha dado dominio sobre la creación y nos ha llamado a ser mayordomos sabios de sus recursos y esto incluye a los ordenadores y las tecnologías relacionadas. Recordemos el ejemplo del apóstol Pablo, quien utilizó las carreteras romanas, las naves más modernas de su época y la lengua griega. Eran logros “tecnológicos” de su época, para difundir el Evangelio por todo el mundo conocido. De la misma manera, debemos discernir cómo aprovechar las posibilidades de la IA para glorificar a Dios y extender su reino.
La IA está destinada a revolucionar el trabajo, automatizando muchas áreas, entre ellas muchas tareas aburridas, liberando así un potencial humano sin precedentes. Nadie podrá detener esta marea de cambio. Millones perderán puestos de trabajos tediosos, abriendo un mundo de posibilidades para aquellos dispuestos a adaptarse y aprender. Imaginemos una explosión de creatividad, donde el trabajo, como don divino, se convierte en una expresión auténtica de nuestro ser. Encontraremos soluciones para que todos participen en esta nueva economía, incluso aquellos desplazados por la IA. Podría ser la llave para que muchos descubran su verdadera pasión, transformando trabajos aburridos en vocaciones significativas. Y más vale que haya cristianos dedicados en los sitios que toman decisiones en esta área.
La IA no solo transformará el trabajo, sino también revolucionará la educación. Imagínate clases traducidas instantáneamente a cualquier idioma, permitiendo un acceso global al conocimiento. Visualiza un solo profesor virtual impartiendo múltiples lecciones simultáneamente, personalizadas para cada alumno. Piensa en la capacidad de crear tus propios programas informáticos sin necesidad de conocimientos previos de codificación. Imagínate desarrollar un curso de hebreo bíblico adaptado a las necesidades específicas de los masáis en Kenia o de un ejecutivo en la City de Londres, por ejemplo. O ¿qué te parece dar la Biblia a un pueblo cuyo idioma no ha sido analizado o escrito antes? La IA se encargará también de desarrollar programas para enseñar a esa gente leer y escribir su idioma. Ese proceso antes tardaba décadas. Con la IA podría reducirse a cuestión de días. Desde el primer momento, la IA se puede encargar de leer la nueva traducción de la Biblia con la ayuda de un pequeño dispositivo del tamaño de un teléfono móvil. Puede incluso componer canciones completas, incluyendo partituras, abriendo nuevas fronteras para la expresión artística. Las posibilidades son infinitas, limitadas solo por nuestra imaginación.
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La Inteligencia Artificial ya está aquí. No podemos ignorarla, ni escondernos o pretender que no existe. Como cristianos, somos llamados a ser luz también en este nuevo mundo digital. ¡Enfrentemos el desafío sin miedo!
No temamos a las preguntas difíciles. Atrevámonos a explorar esta nueva frontera. Como iglesia somos llamados a facilitar el marco ético para aquellos que se dedican a desarrollar esta nueva tecnología. Esto requiere que hablemos desde una postura bien informada para poder aplicar los principios bíblicos correctamente. La IA puede ser una herramienta poderosa para el bien o un arma peligrosa. Como cristianos deberíamos aspirar a ser protagonistas, no observadores, moldeando un futuro donde la IA sea una bendición y donde la gloria de Dios se manifieste incluso a través de la tecnología.
[1] https://cnnespanol.cnn.com/2023/04/18/elon-musk-advierte-ia-podria-causar-destruccion-civilizacion-trax
[2]https://www.astronomy.com/science/a-large-solar-storm-could-knock-out-the-internet-and-power-grid-an-electrical-engineer-explains-how/
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