No todos responden a los requerimientos divinos con la ceguera y rebelión.
La verdad es que este tema de si hay salvación aparte del conocimiento de la Biblia y del evangelio, me ha preocupado durante bastante tiempo. Es lógico, no solamente por tener una respuesta para mí, que la necesitaba, pero también por la cantidad de gente que me ha preguntado sobre este tema. Entonces, a lo largo del tiempo he tratado de ver si la Biblia tenía algo más para decir sobre el asunto. Y creo que sí, que dice algo más de lo que dicen los teólogos reformados, W. Grudem, Charles H. Hodg, José Grau y otros más.
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Al respecto del tema planteado, hace algún tiempo me encontraba leyendo en la Teología Sistemática de W. Grudem y su comentario sobre el capítulo 1 de Romanos, y tomé nota de lo siguiente:
“Así que, aunque más adelante se argumentará que aparte de la Biblia las personas pueden saber que Dios existe y pueden saber algo de sus leyes, parece que no hay posibilidad de llegar a tener una fe que salva, aparte del conocimiento específico de las palabras de la promesa de Dios” (Ed. Vida. Ed. Rev. 2009. P.221).
Por otra parte, también el gran teólogo, Charles H. Hodg dice en su Teología Sistemática:
“¿Cómo se justificará el hombre delante de Dios? o, ¿cómo puede Dios ser justo y justificar al impío? La humanidad ha ponderado ansiosamente esta pregunta durante siglos, y no ha encontrado satisfacción. Se ha aplicado el oído en el seno de la humanidad para captar el son suave y bajo la conciencia y no ha recibido respuesta” (Clie 1991. Pág. 42)
Y añade:
“Es debido a que el Juez de toda la tierra tiene que hacer lo que es justo que todos los pecadores reciban la paga del pecado, por una ley inexorable, a no ser que sean salvos por el milagro de la redención. Por ello, al enseñar que no hay salvación para los que ignoran el evangelio, la Biblia sólo enseña que un Dios justo castigará el pecado… Él deja a la humanidad a sí misma. Permite que se hagan pecaminosos y desgraciados… (pp.44-45. –todas las negritas y bastardillas son mías-)
Por supuesto, que el Juez de toda la tierra “hará lo que es justo”. Pero uno no deja de pensar que si Él es el único que puede hacer que a los seres humanos les llegue el conomiento de la salvación y NO lo hace, no parece justa esa visión de Dios. Mucho más, sabiendo que el evangelio se dio a conocer en un tiempo concreto de la historia (Gál.4.4) y era imposible que por mucho que la Iglesia se apurara (tanto en el siglo I como en los posteriores) que hubiera podido llegar a “cada criatura”. Pero por otra parte, Hodg culpa de negligente a la Iglesia y la responsabiliza por la perdición del mundo, pagano porque…
“que la Iglesia haya sido remisa en dar a conocer el evangelio es la culpa de la misma Iglesia. No debemos atribuir la ignorancia y consiguiente perdición de los paganos a Dios. La culpa es nuestra. Nosotros nos hemos guardado para nosotros mismos el pan de vida y hemos permitido que las naciones perezcan” (pp.44-45 –el énfasis es mío-)
Sin quitar algo de responsabilidad a la Iglesia, mucho nos tememos que la respuesta es otra y debe estar en consonancia con las Sagradas Escrituras; de otra forma no sería una respuesta verdadera ni, por tanto, válida.
Por otra parte, también podemos leer algo parecido de parte del teólogo evangélico/protestante español, José Grau:
“Aquellos que únicamente han contemplado la Revelación General ‘tienen el entendimiento entenebrecido, ajenos a la vida de Dios, por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón…” (Ef.4.18; -Intr. A La Teología Edit. Clie 1973, p.87-)
Y añade:
“Porque nuestra ceguera constituye la única respuesta que, para vergüenza nuestra, somos capaces de ofrecer ante la Revelación General” (Pp.96,97-el énfasis es mío-)
Por las citas mencionadas vemos que hay un sentir general con respecto a la perdición de todos los que por las razones aludidas, y por algunas más, el mundo que no ha conocido el Evangelio se perderá eternamente en las llamas del infierno, sin posible remisión. Sin embargo, como decíamos más arriba, debe haber otra respuesta a esas inmisericordes respuestas.
Otra respuesta es posible y bíblica.
Es cierto que en el capítulo 1 de Romanos, se nos dice que a la revelación de Dios a través de la naturaleza, muchos de los seres humanos dieron –¡y dan!- una respuesta de rechazo a Dios. Eso está claro. (Ro.1.18-32). Entonces, basados en esa exposición del apóstol Pablo, muchos teólogos reformados dicen que la revelación de Dios a través de la naturaleza no salva a nadie, sino que pone de manifiesto el pecado de los hombres, haciéndolo más evidente. Además, como hemos leído más arriba del teólogo José Grau, “nuestra ceguera constituye la única respuesta que, para vergüenza nuestra, somos capaces de ofrecer ante la Revelación General”.
Sin embargo, eso no parece que sea todo cuanto dijo el apóstol Pablo sobre el asunto. Sería bueno recordar aquí, lo que dice también Hechos 14.16-17: “Dios no se dejó a sí mismo sin testimonio…”. O sea, que hay un testimonio divino dado y que “se entiende a través de las cosas que han sido hechas, de tal manera que (los hombres) no tienen excusa” (Ro.1.19-20). Y por otra parte, también es verdad que los hombres no respondieron -¡ni suelen responder!- “glorificando a Dios ni dándole gracias”, sino todo lo contrario (Ro.1.21-25) atrayendo sobre sí mismos el juicio divino por sus desvíos espirituales, morales y éticos, “recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío” (Ro.1.27-32).
Pero aunque el apóstol pinta una realidad de corrupción espiritual, moral y ética bastante generalizada, tal y como fue en la realidad, no deja de reconocer que no es así de forma absoluta. Esto lo podemos ver en el capítulo 2, donde además de lo dicho en el capítulo 1, sobre la revelación de Dios a través de la naturaleza, ahora el apóstol añade, para nuestro conocimiento, que una operación divina es llevada a cabo en base a “las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad” (Ro.2.4). Esa acción nos estaría hablando de la gracia de Dios obrando en los seres humanos con la finalidad de “guiarlos al arrepentimiento” (Ro.2.4). Y no deberíamos ser tan rápidos y tajantes para dictaminar que “nuestra ceguera es lo único que podemos ofrecer…” a los medios de revelación de Dios. Sobre todo porque lo escrito por el apóstol Pablo en el capítulo 2 iba dirigido al “hombre, quien quiera que seas tú…”; “al judío primeramente, pero también al griego/pagano” (2.1, 9,10). O sea, cualquiera que leyera a Pablo, fuese creyente o no creyente-pagano-agnóstico, o quien quiera que fuese.
Entonces, ante esta revelación de Dios que llega al ser humano a través de la naturaleza y esa obra divina de gracia que opera en los corazones para “procurar arrepentimiento” en ellos, es verdad que hay gente que responde mal a los requerimientos divinos (2.5), pero Pablo añade que hay otros que responden positivamente a esa obra de gracia. ¡No todos responden con un no a Dios! Si no, ¿por qué dice el apóstol Pablo en ese mismo capítulo:
“Vida eterna a los que perseverando en el bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia… pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; porque no hay acepción de personas para con Dios”? (2.7-10).
Entonces, siguiendo el argumento del apóstol, él no hubiera escrito eso si no fuera porque creía que era posible responder favorablemente a la obra de gracia de Dios (todavía no se habla aquí del evangelio) por los medios de revelación ya mencionados; incluso aquella “verdad/ley” que está “escrita en los corazones de los hombres” (Ro.2.14-15). De otra manera, ¿por qué dijo Pablo, usando un lenguaje universal, que…
“de una sangre ha hecho –Dios- todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre la faz de la tierra y les ha prefijado el orden de los tiempos y los límites de su habitación, para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de vosotros. Porque en él vivimos, nos movemos y somos… porque linaje suyo somos”? (Hech. 17.24-28; Énfasis mío).
¿Qué sentido tiene que Dios se manifieste a través de la naturaleza y por medios misteriosos de gracia (nuevamente Ro.2.4 y 2.14-15) y que tenga el propósito de que el ser humano le busque, si finalmente nunca le va a encontrar y siempre va a responder negativamente, como dicen los teólogos mencionados más arriba?
Sin embargo, lo que dice Pablo en Romanos 2, sobre los que responden buscando “gloria, honra e inmortalidad…” muestran un corazón arrepentido, “perseverando en el bien hacer”. Pero no es que la salvación se les vaya a conceder por su “buen hacer”. Dios no nos debe nada y sigue siendo cierto que, “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”; Y que: “por las obras de la ley, ningún ser humano será justificado delante de él” (Ro.3.20,22-23).
Sin embargo, el buen hacer –sus buenas obras- de justicia y misericordia de los mencionados, dan testimonio de que han procedido de acuerdo a lo que Dios esperaba de ellos. Hay que insistir en el hecho de que no todos responden a los requerimientos divinos “con la ceguera” y rebelión. Y aunque no han conocido el evangelio –de eso hablará Pablo a partir del capítulo 3- serán salvos. Pero no aparte de la obra redentora de Jesucristo que, en definitiva, es el evangelio; sino por medio de él. El evangelio no solo será la base de la salvación, pero también del juicio de todo ser humano (Ro.2.16).
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CONCLUYO diciendo que esto no responde todas las preguntas que suscita este tema, pero sí responde a los que ven en Romanos 1.18-32, que la una única respuesta a la revelación de Dios por parte del ser humano es la ceguera y el rechazo. Ellos no tienen en cuenta a otros seres humanos que responden favorablemente a los medios de gracia citados. Para aquellos, el ser humano, sin conocer el evangelio de forma directa, no encontrará la salvación por ningún otro medio de revelación. Pablo, sin embargo, parece decir lo contrario en los textos ya citados. Lo cual no contradice para nada el hecho de que todos, finalmente, seremos salvos por gracia, por medio de la obra de Jesucristo. Porque, de otra forma, surge el interrogante que muchos han tenido y tienen en mente: ¿Y qué de todos aquellos millones y millones de personas que no pudieron oír el Evangelio a lo largo de la historia, porque no les llegó el conocimiento del mismo, ¡por ningún medio!? ¿Acaso Dios ha hecho acepción de personas, permitiendo que hubiera millones de privilegiados por encima de otros muchísimos más millones a los cuales se les negó el conocimiento de una revelación más completa y definitiva? No lo creo -¡y no quiero creerlo!- Es verdad que Dios es soberano, pero esa verdad no está por encima de otras realidades como la de que Dios es justo y “muy misericordioso y compasivo” (St.5.11). Dios es mucho más justo y mucho más misericordioso de lo que todos nosotros juntos podemos imaginar. Como bien dijo el apóstol Pedro, estando en la casa de Cornelio y antes de comenzar a predicarles el Evangelio, a los allí reunidos:
“Ahora comprendo que Dios no hace acepción de personas, sino que en toda nación se agrada del que le teme y hace justicia” (Hch.10.34-35).
Y sin embargo, hemos de reconocer que hay teologías que limitan el amor misericordioso de Dios para con la humanidad perdida, que está necesitada de “gloria, honra e inmortalidad”, y que si bien hay muchos despreocupados y rebeldes (los cuales también han sido y son inquietados por la misma gracia) hay otros muchos que, angustiados, buscan la respuesta “a tientas, palpando”, como dijo el apóstol Pablo. A los tales, Dios nos les defraudará. Sin duda alguna.
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