La descristianización del mundo

En nuestro mundo cristiano se ha hablado mucho más de la secularización que de la descristianización del mundo. ¿Quizás no nos están llegando mensajes de que es mucho más intenso la descristianización que la secularización? Se ha hablado mucho de si la ciudad está secularizada, de que estamos en un mundo secular que las iglesias se vacían, que los profesionales de la religión pierden fuelle y cosas similares. Todo esto se lo hemos achacado siempre a la secularización, pero ¿no serán mensajes de la descristianización del mundo hoy?

Quizás en nuestro mundo hoy estemos mucho más en un proceso de descristianización que de lo que se ha entendido por secularización. Es probable que la “Ciudad Secular” del teólogo Harvey Cox se ha quedado antigua y desfasada frente a la fuerte descristianización no solo de la ciudad sino del mundo. Creemos que el mundo se seculariza, pero yo voy a dar otra tesis que no es precisamente la de un mundo secularizado, sino la de un mundo descristianizado aunque se mantengan todavía los parámetros de secularización marcados por Harvey Cox. 

Muchos piensan que existen momentos importantes en los que se muestra el sentir cristiano como por ejemplo en Semana Santa. ¿Pero es que, acaso, tanto festejo, tanto turismo en torno a imágenes de palo, himno nacional, legionarios y otros es muestra de un genuino cristianismo? Muchos incluso de los que van a ver estos actos quizás ni siquiera asistan a la iglesia y den la espalda a muchas creencias. Pero dejemos España y miremos el mundo ¿acaso no se ven continuamente masas de población descristianizadas? 

Luego, quizás, la gran mayoría de estos turistas religiosos no van a la iglesia a no ser que todavía conserven la costumbre de algunos de sus ritos en los bautismos, bodas procesiones u otros. No, no. La ciudad no es secular, el mundo no es secular, sino que se descristianiza a unas marchas locas.

Está claro que el mundo se descristianiza pero, como compensación, se llena de otros fenómenos para que el hombre no caiga en el vacío existencial. Vuelven los viejos demonios del pasado, el ocultismo, brujerías, hechizos pseudoreligiosos y otras muchas nuevas espiritualidades que, lejos del cristianismo, pululan por las grandes ciudades y por el mundo. La descristianización es un fenómeno de mucha más enjundia, más vasto y grave que en ninguna época anterior de nuestra historia.

Los rituales religiosos, aunque estén de espaldas a la auténtica vivencia de la espiritualidad cristiana y del compromiso de seguimiento al Maestro Jesús, no se desvanecen y se expresan en fiestas que, aunque paganas, tienen tintes religiosos de ritual de ocultismo y de descristianización. La descristianización venció a la secularización de la ciudad. Es un fenómenos mundial. El fenómenos de la descristianización causa mucha más indiferencia que el ateísmo porque éste es combativo. La descristianización es pasiva y se asume de forma tan natural que parece no molestar a nadie. Lo cristiano muere en muchas de las vidas de las personas que pueblan el mundo. Sin ningún tipo de pena ni aspavientos. Un fenómeno silencioso que debiera atronar los oídos de los creyentes.

Pregunta: ¿creéis que existe la iglesia fuera de los templos? O sea, que ¿aunque los templos se vacíen existe en el mundo un remanente fiel fuera de la iglesia local? La única esperanza es que la iglesia que existe fuera de los templos, aunque en cierto anonimato y sencillez, sea fiel a su Señor y que mantenga viva la antorcha del Evangelio y del amor al prójimo tirado al lado del camino, porque lo que se ve que se acentúa con mucha fuerza, es la evocación del pasado mítico que puede dar lugar a expresiones y movimientos del cuerpo en formas de danzas extrañas o ritos ancestrales que vuelven entre las rendijas de los asfaltos de la ciudad. 

Esto no es, para nada, la secularización de la que tanto se habla. Es simple descristianización que, como vasos comunicantes, lo que se vacía de un lado se puede ir llenando de su contrario. Parece que vuelven los viejos demonios del pasado. Algo necesario para la estabilidad psicológica y para no caer en el vacío existencial, pero que ya no es cristianismo.

La cuestión debería ser el pensar y planificar cómo podemos evangelizar en medio de una ciudad que se descristianiza a marchas forzadas, pero que se centra en el recuerdo y la evocación de otros rituales que nada tienen que ver con el cristianismo. Hay que analizar como introducirnos en medio de esos rituales “cúlticos” de la piedad secular para poder dejar en medio de ellos algunos de los valores del Reino, valores cristianos que irrumpen en nuestra historia con la venida de Jesús.

La piedad popular está en muchas ocasiones mucho más apoyada por ayuntamientos u otras entidades que sostienen la cultura popular, que por los propios religiosos que se asoman desde el interior de las iglesias de cualquier confesión cristiana. En todos esos sitios institucionales hay responsables de organizar festejos que, en muchos casos, enlazan con ritos ancestrales, comisiones de fiestas populares con tintes religiosos arcaicos ante la mirada pasiva de los profesionales de las religiones cristianas, muchas de las cuales se lían con sus Cofradías y hermandades que trabajan más en el campo de lo folclórico que en el de lo que debería ser un proceso evangelizador de la cultura.

Por tanto se puede afirmar que, aunque haya descristianización, el ritual ancestral, la vuelta de los viejos demonios nos muestran su feo rostro. Es como si el hombre no pudiera estar vacío en su espiritualidad y, si no la llena de la auténtica espiritualidad cristiana, la tuviera que llenar de los viejos o, en su caso, nuevos demonios, el fetichismo, la magia y el ritual falso. 

¿Acaso se debería reevangelizar el mundo teniendo en cuenta el fuerte fenómeno de la descristianización? Así, para los cristianos genuinos que aún quedan no es fácil la evangelización que de ninguna manera se ha de hacer solo de palabra, sino que tiene que ser como un fermento que sea capaz de evangelizar la cultura desde compromiso con los vecinos, las ciudades, los barrios, las solidaridades con los que sufren, los pobres, los marginados y apaleados de la historia para que así, cuando pasen a ser la voz de Dios en el mundo, se les pueda escuchar con la coherencia del que vive y actúan con arreglo a lo que predica.

Hay que trabajar dentro de los ambientes populares, en medio de las culturas llenas de valores antibíblicos, para que podamos ir permeando y leudando toda la masa cultural con los nuevos valores que deberíamos conocer y, más que eso, practicar. Son el conocimiento de los valores bíblicos y su puesta en práctica, los que pueden ir abriendo caminos a una evangelización creíble por los sectores populares de nuestras naciones, pueblos, ciudades y barrios. Difícil dar marcha atrás en la descristianización del mundo, pero sigamos trabajando con nuestros ejemplos de vida y prioridades, siendo Biblias abiertas ante un mundo que en tan gran parte da la espalda al cristianismo. Señor, danos de tu gracia y de tu sabiduría.

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[title]Por un año más[/title]

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