Adversidad

La adversidad es semejante a un vendaval. Y no me refiero sólo a que nos impida ir a lugares a los que de no ser por ella habríamos ido. También se lleva de nosotros todo salvo aquello que no se puede arrancar, de modo que cuando ha pasado nos vemos cómo realmente somos, y no cómo nos habría gustado ser. 

Arthur Golden, Memorias de una Geisha

La adversidad nos desnuda como lo haría un huracán. Quedamos desamparados, incluso avergonzados porque, en cierta manera, puede ocurrir que nos sintamos culpables de lo que pasa.

La adversidad rompe nuestros planes. Aleja nuestras perspectivas. Nos deja en cueros. Esta debilidad no es lo que solemos mostrar. Acostumbramos a protegernos con una coraza de fortaleza y, sin más remedio, ahora nos descubrimos ante esos que en todo detalle se fijan y quizá disfrutan con crudeza lo que ven. Nos avergonzamos.

Infortunio que llega, nos desbarata, nos consume. La sequía espiritual nos aparta del grupo. La desventura toda ilusión apaga. La fatalidad cae de golpe y acongoja nuestro ser. Nos visita la desdicha que toda dicha ciega y nos impide seguir adelante. Infelicidad. Locura.

En la adversidad, hasta aquellos que siempre dijeron que eran nuestros amigos pueden dejar de serlo y las personas con las que apenas contábamos se muestran más cercanas, nos protegen con cariño.

La vida es una cuerda floja. Cuando estamos en este estado, más necesidad tenemos de esperanza. Ansiamos el más mínimo rayo de luz que nos advierta que todo pasará, que el alma regresará al cuerpo. 

Saber caminar durante esta crisis nos hará más fuerte. Tarde o temprano llegará el consuelo y traerá consigo la paz. Tengamos calma. El amor también se hará presente y las perspectivas de nuestra vida cobrarán una nueva visión, porque no conoce su propia fortaleza quien no se ha encontrado con la adversidad. (Francis Bacon. Barón de Verulam (1561-1626).

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[title]Por un año más[/title]

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