Muchas veces estamos tan ligados a la mentalidad del sistema de cosas del mundo, tan atrapados por el pensamiento único de la economía neoliberal, que si nos preguntaran si seguimos a Dios o al sistema, estoy seguro que responderíamos que seguimos a Dios, pero, quizás, en nuestro interior nos quedarían dudas.
Si preguntáramos que a qué valores servimos o qué valores proclamamos con nuestras vidas, no sé si, muchos de los cristianos del mundo, nos atreveríamos a decir que defendemos, difundimos y seguimos los valores del Reino... porque en el fondo defendemos la competitividad, el beneficio sin importar a costa de quién, estamos marcados por el individualismo del sistema, participamos en los rituales del dios mercado, no compartimos... ¡Sálvese quien pueda! La esclavitud nos acecha, pero quizás nos gustan sus cadenas doradas, ligeras, atractivas, de metales preciosos... pero envenenadas e insolidarias con los pobres del mundo. Exentas de projimidad.
Más que por la justicia, nos dejamos guiar por ver la riqueza como prestigio, por ver a los enriquecidos del mundo de forma insolidaria como aquellos que nos pueden dar trabajo y hay que rendirles pleitesía. Muchas veces, los cristianos, carentes de conciencia social y fuera de la búsqueda de la justicia a la que nos llama la Biblia, decimos, como algunas pobres gentes de mi pueblo en la posguerra, alienados, sin conciencia social, sometidos y oprimidos que decían: ¡Qué buenos son los ricos, los amos... al menos nos dan algo de trabajo para poder sobrevivir!... Era yo un niño de ocho o nueve años y me quedé con esa “copla”. Creo que el cristiano debe mirar más allá, ponerse del lado de los oprimidos, de los que sufren, de los excluidos y clamar por justicia para ellos. Si no es así, yo no he entendido todavía la Biblia.
Hoy en día hay cristianos ricos, o cristianos que ven a los ricos como seres prestigiosos, que dicen: Ha acumulado mucho, le sobra el dinero por todos los lados, pero lo ha conseguido honradamente, “honestamente”. Amplían sus graneros, invierten en valores, en bolsa, en propiedades que se revalorizan... almacenan al estilo del rico necio de la parábola y, además, no comparten, pero nadie desde el mundo cristiano se atreve a llamarles lo que les llamó Jesús: ¡Necio! ¿De quién será todo lo acumulado?
Así, muchos viven esclavizados, encadenados a las riquezas “honradas”, luchando por la escalada social, y la iglesia no tiene ninguna palabra para ellos al estilo de las que tuvo Jesús con los ricos del mundo. Dejamos a los esclavos con sus cadenas y, además, les admiramos y les rendimos pleitesía dándoles los primeros lugares y esperando ver si son buenos amos que dan algún respiro a alguno de los parados de su entorno. Esa no es la línea bíblica de búsqueda de la justicia que libera esclavos y salva, en su aquí y su ahora, a los oprimidos del mundo.
Otras veces, algunos cristianos esclavizados por la ideología del sistema neoliberal en el que vivimos, pueden dar la espalda a la pobreza, al grito de los marginados, pero otros se fijan en ellos como si los pobres lo fueran por naturaleza, por destino personal o, simplemente, por vagancia, inferioridad u otra causa. No obstante, pueden tener sentimientos asistenciales, de cierta lástima o pena, pero no entran en el análisis de las causas de la pobreza, ni en la denuncia profética, ni en la búsqueda de Justicia. Es como si las orientaciones bíblicas fueran demasiado incómodas, como si les vinieran grandes. Son formas de vivir el cristianismo en esclavitud, aunque las cadenas que porten parezcan de piedras preciosas y metales nobles.
No somos, en muchísimos casos, buscadores de justicia, ni denunciadores de la opresión, de la acumulación injusta o del despojo de los pobres. Quizás algunos piensan que el entrar por estas líneas y estilos bíblicos les ensucia, que es cosa de políticos, que ellos deben ser más espirituales y angelicales, que deben impedir que estas cosas mundanas les manchen... y se puede entrar en los conceptos de pureza que tenían muchos de los religiosos de la época de Jesús que no comían ni se mezclaban con los proscritos, los tildados de pecadores, los pobres, los enfermos y desclasados. Pero Jesús repite con voz estruendosa para que llegue también a los oídos religiosos:
“Yo no he venido a buscar a los sanos, sino a los enfermos”. Jesús no vino a buscar a los “autolimpiados” o “autojustificados”, sino a los pecadores. Hay que reflexionar sobre los conceptos de limpieza y el mantenerse sin contaminación en este mundo.
Por eso los cristianos deberíamos pensar en lo que implica el seguimiento a Jesús, si, realmente, somos sus seguidores, si seguimos los valores del Reino o, por el contrario, estamos esclavizados. Nos llamamos cristianos, pero somos esclavos del sistema, de sus valores, de sus orientaciones y mensajes. Quizás nos resulta más fácil servir como esclavos del sistema, que seguir el auténtico servicio al Maestro y a los pobres de este mundo.
Así, si no reaccionamos y nos ponemos al servicio de Dios y del prójimo, especialmente del prójimo sufriente, podemos llegar a ser esclavos cómplices de la injusticia del mundo, del escándalo y la vergüenza que para el mundo es la pobreza de más del 80% de la humanidad. ¡Señor, danos luz en el seguimiento a tus valores, principios y estilos de vida!
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