Compasión, sensibilidad, ternura, delicadeza, es el mejor escenario para propiciar el ánimo y el fortalecimiento que el debilitado necesita.
“Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida… Y se fue por el desierto un día de camino y vino y se sentó debajo de un enebro. Entonces deseó morirse y dijo: Basta ya, Señor, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres. Echándose, pues, debajo de un enebro, se quedó dormido…” (1ªRe.19.1-18).
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Desde hace muchos años hemos escuchado a predicadores hablar sobre esta historia y, el profeta Elías no ha salido muy bien parado en sus predicaciones. Ellos le tacharon de hombre de falta de fe y de cobarde, por no enfrentarse a la reina Jezabel cuando fue amenazado de muerte: “El profeta se comportó de forma cobarde, huyendo de una mujer”; decían algunos. “Elías no estuvo a la altura”, declaraban otros. Los distintos predicadores decían que con los triunfos que había tenido antes, ahora, su comportamiento dejaba mucho que desear. Sin embargo, dichos predicadores no repararon en algunas cosas por las que ellos mismos serían los descalificados, no el profeta Elías.
1.- En primer lugar, en un contexto más amplio, cuando Elías anunció la sequía fue el mismo Dios quien le dijo que huyera y se escondiera “en el arroyo de Querit” (1ªR.17.3). Él estuvo escondido, mientras el rey Acab le buscaba por todo Israel y fuera de la nación de Israel. (1ªR.18.10). ¿No fue cobarde entonces, por huir y esconderse del peligro? Sin saberlo, en esta ocasión en la cual la reina Jezabel le amenazó de muerte, Elías siguió lo que el Señor Jesucristo también practicó en algunas ocasiones. Él también “se quitó de en medio” cuando estuvo en peligro, hasta que llegó su hora (J.7.1). Y ese también fue el consejo que Jesús dio a sus discípulos cuando fueran perseguidos (Mt.10.23).
2.- En segundo lugar, también hay que tener en cuenta que los profetas se enfrentaban a peligros o no, siguiendo las órdenes directas de Dios, ya que ellos no obraban por su cuenta. ¿Tenía Elías que enfrentarse a la perversa y cruel Jezabel por su cuenta y sin la dirección divina?
3.- En tercer lugar, todo el ministerio de Elías estuvo lleno de privaciones, persecución (1ªR.18.9-11) y grandes tensiones; aún los mismos triunfos contribuyeron a aumentar el estrés en su vida, de tal manera que con el tiempo causó en Elías un decaimiento de sus fuerzas psicológicas y emocionales, al punto que cayó en una profunda depresión. Elías, al igual que Pablo, aunque con menos luz que éste, “deseando morirse, dijo: ¡Basta ya, Señor, quítame la vida”. Pablo, con una mayor revelación, dijo que estaba “deseando partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor” (Fil. 1.23).
4.- En cuarto lugar, ante esta situación, los predicadores a los cuales me refería al principio, suelen ser unos consejeros dañinos, aconsejando una terapia errónea. Ellos hubieran aconsejado al profeta Elías que reconociera su pecado de cobardía y que orara más y ayunara, y todo eso… Sólo así podrían volver a él el valor y la fe que necesitaba.
Hace más de treinta años, yo pregunté a un pastor muy reconocido, que nos visitaba en casa -aunque no era de nuestro país- si un creyente podía pasar por una depresión y él me contestó que un creyente no tendría que pasar por eso: “En la Biblia tenemos promesas de victoria y se nos manda que estemos ‘siempre gozosos’. ¿Por qué tenemos que deprimirnos?”. Yo estaba pasando por una fuerte depresión y le había preguntado para ver qué pensaba. Al oír su respuesta, guardé silencio y no dije nada. Pero sabía que estaba equivocado; pero yo tampoco me encontraba en pecado, por eso.
Posteriormente, estaba leyendo una revista que recibía desde Latinoamérica. Al final traía una sección en la cual algunos lectores hacían consultas y un “gran evangelista” reconocido mundialmente, contestaba (no digo el nombre). La pregunta que le hacía una mujer, era semejante a la que yo le hice al pastor mencionado. ¿La respuesta? Ahí va: “Señora, usted debe arrepentirse de su depresión. Pida perdón al Señor y verá cómo la depresión la dejará y podrá disfrutar del gozo del Señor”. Aquello me causó tristeza; porque si yo ya sabía la respuesta la primera vez que hice aquella pregunta, otros muchos creyentes con menos instrucción, no la sabían (¡ni la saben!) y el daño que se les puede hacer con este tipo de “consejos” y “terapias espirituales” es más grande del que pudiera parecer.
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Y es que, algunos creen que “basta con leer la Biblia” y la usan como si fuera la respuesta para todo, sin tener en cuenta que Dios opera, no solo por su Palabra en aquello para lo que fue dada, pero su señorío va más allá de lo que está escrito en la Biblia y tiene en cuenta la ciencia, la medicina y los remedios naturales que él mismo ha dispuesto a tal fin, a la hora de una necesidad como era en este caso, la depresión. Sin embargo, muchos pastores y líderes con total desconocimiento de esta última realidad, actúan imprudentemente, causando más mal que bien.
Los “pastores” aludidos, sin siquiera saber de qué tipo era cada depresión (porque hay muchas clases de depresión) se limitaron a recomendar su muy equivocada “terapia”, demostrando ser unos nefastos y nulos “médicos” que más que ayudar, hacían –y hacen- mucho daño. Si hubieran estado bien informados, tendrían que haberse preguntado y preguntar al deprimido, para ver si las causas de su depresión eran espirituales (que las hay), de carácter reactiva, exógena, endógena o de cualquier otro tipo. Eso, además de leer bien la Biblia y no con unas gafas “super-espirituales” y triunfalistas y de una falsa fe. Y cuando uno llega al punto que puede determinar (si puede) que una depresión no tiene su origen en un mal espiritual, lo mejor es derivar a la persona al médico-psiquiatra, el cual con un tratamiento adecuado, podrá ayudar como no podemos hacerlo los pastores, por mucho que nos empeñemos, en dichos casos. ¿Ejemplos? Podríamos poner muchos, y no acabar; y en muchos casos con resultados nefastos ¡y hasta trágicos! Lo más triste y lamentable, es que podríamos asegurar que en un 80% largo… la mayoría de los pastores evangélicos no están capacitados para diagnosticar síndromes de Trastorno Bipolar, de Asperger, Estrés pos-traumático, etc. Pero aun así creen que podrán “sanar” a las personas “solo con la Biblia”.
No obstante el mismo Señor mostró más sentido común en su trato con el profeta Elías, que los pastores mencionados y otros que nos hemos topado a lo largo de algunos decenios ya. Al considerar el trato que tuvo el Señor con el profeta Elías, nos damos cuenta de cuán equivocados están los que todo lo suelen arreglar viendo el asunto sólo desde el punto de vista “espiritual”. El Señor lo hizo bien diferente: “Descanso y buena alimentación” (1ªR.19.5-7). Solo cuando el profeta Elías había descansado lo suficiente y se había recuperado, es que Dios trata directamente con él. Pero al hacerlo, descubrimos algo que a veces se nos pasa por alto y que forma parte de la terapia divina:
1.- Dios no le acusa ni le reprende (como suelen hacer algunos predicadores en su “exégesis” del pasaje). El Señor no encontró nada por lo cual acusar o reñir al profeta Elías.
2.- Dios no le habla desde su poder (1ªR.19.11-12). Dato importante este, ya que en el estado de Elías, lo que menos necesitaba era una demostración del poder de Dios.
3.- Dios no le habla desde su santidad (1ªR.19.12). Su poder y santidad, hubieran apabullado al profeta Elías. Pero Dios no quería “impresionar” al profeta.
4.- Dios habló al profeta Elías, en medio “de un silbido apacible y delicado” (19.12-13). Tal “escenario” fue propiciado por Dios, tal y como lo hubiera hecho el mismo Jesús. Aquí lo que vemos es la comprensión de Dios hacia el profeta Elías; la sensibilidad infinita del Señor para con su siervo en tan delicadas condiciones; es la ternura del corazón de Dios, tratando con el profeta Elías. En medio de ese contexto “apacible y delicado”, Dios anima al profeta, declarándole (y animándole, de paso) que no está solo en el servicio a él, que otros “siete mil” están siéndole fieles. Dios restaura al profeta, no sólo en su decaimiento físico, sino también espiritual, dándole las últimas instrucciones en relación con su ministerio (1ªR.1914-17).
Concluimos, diciendo que así es el Señor. Todo lo opuesto a la forma en la cual nosotros actuamos algunas veces: compasión, compresión, sensibilidad, ternura, delicadeza, es el mejor escenario para propiciar el ánimo y el fortalecimiento que el debilitado necesita. Dicho sea de paso, son los mismos principios e ingredientes que Dios tiene en Su trato para con nosotros; y es lo mismo que nosotros hemos de manifestar para con los demás que pasan por dificultades semejantes.
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Dios que es más sabio que nosotros y con tanto sentido común (que es el menos común de los sentidos) nos indica la mejor terapia para aquel que lo está pasando mal en sus horas “más bajas”: Descanso, buena alimentación, comprensión, sensibilidad y delicadeza, serán el mejor remedio para “levantar al caído”. Esto debería tenerse muy en cuenta para no dar la terapia equivocada, que por muy espiritual que pretenda ser, más que beneficiar perjudicará al necesitado. En este caso, al menos, tenemos que lo natural es primero; luego lo espiritual; porque una cosa no puede separarse de la otra, aunque a menudo, equivocadamente, lo hacemos.
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