Aunque parezca increíble hoy en día, hubo un tiempo en que ser un evangélico conservador como Francis Schaeffer (1912-1984) era querer conservar también el medio ambiente, preocuparte por la ecología y denunciar la contaminación que produce la industria. En esta época de negacionismo, los cristianos que defienden la vida, el matrimonio y la familia, no sólo hacen apología del capitalismo, sino que parecen haberse “tragado todo el paquete conspiranoico”, que abarca ya cualquier chifladura, desde el “terraplanismo” hasta dudar de que el hombre haya pisado la luna. Todo cabe, una vez que el algoritmo te indique cuáles han de ser tus búsquedas, para tener “información independiente” y “datos no manipulados”.

Schaeffer no leía muchos libros, pero estaba al tanto de lo que pasaba en el mundo por medios de comunicación serios, que no confundían todavía la política con la aceptación de una realidad que desafiara tu visión de la vida. Pensar que hoy estamos mejor informados porque el algoritmo te confirme todos tus prejuicios y opiniones, es como negarse a reconocer una noticia falsa cuando está de acuerdo con lo que piensas tú. Hay muchas fuentes de información, pero el sistema te lleva siempre por el itinerario de búsqueda que considera que es de tu interés y creencias. Nunca desafiará tu pensamiento. Estás condenado a vivir en ese “nicho” y no salir nunca de él. 

Pensar que un libro como Polución y la muerte del hombre: Enfoque cristiano a la ecología (1970) fue traducido por la editorial Mundo Hispano tan sólo tres años después de su publicación, te muestra lo al día que estábamos entonces de la reflexión sobre cualquier aspecto de la vida, sin necesidad de “memes”, consignas y tonterías para repetir como un loro, sin saber de lo que estamos hablando. Obras como estas te dan nostalgia de cuando ser evangélico era algo serio y no seguir la agenda del partido de turno, cuando la realidad no se reducía a un eslogan ni el análisis a un “me gusta”, sino que se enfrentaba la vida con todas sus aristas, aunque no pudieras entender lo que pasaba. Había muchos “bocazas” también entonces, pero no les poníamos un megáfono delante para que todos pudieran escuchar sus bobadas. 

[photo_footer]Schaeffer fue un evangélico conservador también en querer conservar el medio ambiente, preocuparse por la ecología y denunciar la contaminación que produce la industria.[/photo_footer]

Raíces históricas

La contaminación –traducida literalmente como “polución”, un término que se usaba todavía en castellano– por el efecto de insecticidas como el DDT, dice Schaeffer ha producido tal efecto en la vida animal y vegetal, que nos ha llevado a una “crisis ecológica”. Ante ella, ve que los cristianos que mantienen una fe bíblica ortodoxa tienen una perspectiva tan equivocada como los no creyentes. El panfleto –no más de 55 páginas en su versión original–, es una respuesta a un artículo aparecido en la revista Science (Ciencia) sobre Las raíces históricas de la crisis ecológica, escrito por el historiador de Princeton, Lynn White.

La tesis de White es que la visión cristiana del “dominio” sobre la naturaleza tiene la culpa del problema ecológico. Como especialista en la Edad Media, White defiende una vuelta al ideal franciscano de fraternidad con el mundo natural, en vez de superioridad y dominio sobre él. Schaeffer observa que esto se plantea como una alternativa al panteísmo, que ve toda la vida como divina, por lo tanto, sagrada. Intenta ser una “tercera vía”, pero parte de una confusión de lo que la Biblia llama “dominio”. 

Primero hace una crítica al panteísmo. Cita al sociólogo Richard Means, que piensa que los seres humanos degradarían menos el medio ambiente si lo vieran como sagrado, al verse igual que el resto de la naturaleza. Para Schaeffer, el panteísmo nos hace menos, no más de lo que realmente somos. Al no considerar nuestra responsabilidad moral como humanos, nuestra supuesta divinidad lo que hace es acabar con nuestra responsabilidad. 

Lo interesante es que para un conservador como Schaeffer, eso nos hace caer en el pragmatismo, la virtud por antonomasia del pensamiento liberal que se enfrenta al ecologismo. Como en la economía, vemos lo lejos que estaba entonces de la llamada “derecha cristiana”, que no es más que liberalismo unido a supuestos valores conservadores, que no llegan siquiera a conservar el medio ambiente. 

[photo_footer]S¢lo los seres humanos son personas, a semejanza y a diferencia de Dios, a semejanza y diferencia del resto de la naturaleza.[/photo_footer]

El peligro de la superespiritualidad

Para Schaeffer, el problema del panteísmo es que da sentido a la unidad, pero no a lo particular. Y “si los individuos no tienen significado, la naturaleza tampoco lo tiene, incluida la particularidad del hombre”, por lo que concluye: “el panteísmo no es la respuesta”. No te da razones para distinguir la buena de la mala naturaleza. Te lleva a la visión de Sade, dice Schaeffer. 

La alternativa al orientalismo no es que lo algunos llaman pensamiento “occidental”, como si el cristianismo no fuera originalmente “oriental”, sino lo que Schaeffer llama el “cristianismo bizantino”, la combinación del pensamiento católico con la ortodoxia oriental antes del Renacimiento. El problema es que su aprecio de “las cosas celestiales” devalúa en realidad “las cosas de este mundo”. No es tampoco la solución para Schaeffer. Lo que nos lleva a un concepto básico de su pensamiento, “el peligro de la superespiritualidad”. 

A ambas visiones espirituales se enfrenta lo que él llama “el cristianismo de la Reforma”, una doctrina de la Creación que ve las cosas con una existencia objetiva. Acepta la realidad, no como una extensión de Dios, ni un sueño en la mente divina. 

En el orden creado, los seres humanos son parte de la naturaleza y comparten muchas cosas con otras criaturas, pero son diferentes del resto de la Creación de Dios, porque sólo la humanidad es creada a imagen de Dios. Sólo los seres humanos son personas, a semejanza y a diferencia de Dios, a semejanza y diferencia del resto de la naturaleza.

[photo_footer]La doctrina de la Creación  ve las cosas con una existencia objetiva, puesto que acepta la realidad, no como una extensión de Dios, ni un sueño en la mente divina.[/photo_footer]

El valor de la creación

A lo que Schaeffer apunta es a la necesidad de mantener una teología de la creación, no sólo de la salvación. Es lo que su editor en español, José Grau, llamó una de las “asignaturas pendientes” del mundo evangélico –utilizando la terminología de la película de Garci que marcó la transición a la democracia en España–. Para Schaeffer, “el valor de las cosas no está en ellas, autónomamente, sino en el Dios que las ha creado, por lo que merecen ser tratadas con el mayor respeto”.

Cuando no entendemos nuestra relación con Dios, a cuya imagen hemos sido creados, creemos que somos autónomos, tanto los seres humanos como el resto de la naturaleza. Buscamos el valor de la Creación en sí misma. 

Schaeffer utiliza aquí conceptos del neo-calvinismo clásico de Abraham Kuyper –el teólogo reformado que fue primer ministro de Holanda–, que hablaba de “la soberanía en cada ámbito o esfera”. Hay distintas áreas en la Creación que los seres humanos deben respetar, como son la iglesia, el estado o la familia. Dios es soberano sobre todas ellas y debemos vivir para Él en cada aspecto de la vida, pero nuestro papel será distinto en cada una de ellas. 

[photo_footer]El libro de Schaeffer de 1970 fue traducido por la editorial Mundo Hispano tan solo tres años después de su publicación.[/photo_footer]

Frente a la división platónica de cuerpo y alma, Schaeffer cree que Dios ha unido en la Encarnación y la Resurrección nuestra carne y alma en Cristo ascendido a los cielos. Los creyentes serán resucitados con verdadera carne y sangre en auténticos cuerpos humanos. No debemos espiritualizar, por lo tanto, lo que Dios no espiritualiza. 

Schaeffer habla de una “curación sustancial” como respuesta a la crisis ecológica. Este es un concepto que luego desarrollará en La verdadera espiritualidad. Quiere decir que es algo que ocurre aquí y ahora, aunque la redención completa no llegue hasta su Reino futuro. 

No debemos destruir la naturaleza

Si los seres humanos están separados de Dios –espiritualmente–, de sí mismos –psicológicamente–, de los otros –sociológicamente–, y de la naturaleza –ecológicamente–, aunque no haya una “nueva tierra” hasta la consumación de su Reino, tenemos que ser de “curación sustancial” ya en esta vida. Al volver a tener relación con Dios, todas nuestras relaciones son restauradas, incluido el uso que hacemos de la naturaleza. “Debemos tener dominio sobre ella, pero no usarla como la humanidad caída”, dice Schaeffer. 

El cristiano no debe destruir la naturaleza. “No podemos tratarla como si no fuera nada”, dice Schaeffer, pero “tampoco como si pudiéramos hacer todo por ella”, como si fuéramos Dios. En la práctica eso significa que podemos cortar un árbol para refugiarnos o calentarnos, pero no cortar un árbol por cortar un árbol. Podemos sacar las hormigas de casa, pero no pisar las que veamos. Usa ese principio para la caza y la pesca. Una cosa es matar un animal para comer, otra hacerlo por diversión. 

[photo_footer]No podemos tratar a la naturaleza como si no fuera nada, dice Schaeffer, pero tampoco como si pudiéramos hacer todo por ella, como si fuéramos Dios.[/photo_footer]

Si bien niega la idea de Francisco de Asís de fraternidad con la naturaleza, entiende que tenemos relación con toda la Creación de Dios. La hormiga no está creada a imagen de Dios, pero “tanto la hormiga como el hombre, son criaturas” de Dios. 

Aunque es poco hippie en su ideal franciscano, Schaeffer no puede dejar de citar a ‘The Doors’, para seguir siendo Schaeffer en su conexión con la contracultura. La canción es de 1967, Cuando se acabe la música (When The Music Is Over) y la expresión es “nuestra bella hermana” (our fair sister). No contento con citarla, la convierte en el título de su primer capítulo.

Schaeffer dice que la iglesia tiene que ser una “planta piloto”, como una empresa que crea una pequeña extensión de modelo como una “planta piloto”. Así los seres humanos tienen que encontrar “curación sustancial” para la alienación de sí mismos, los unos de los otros y de la naturaleza. Eso significa no sólo la sensibilidad ecológica ante una actividad que destruye la naturaleza, sino también no buscar el mayor beneficio. 

Para acabar dando otra “patada” a la “derecha cristiana”, que luego defenderá, dice: “En las relaciones laborales, los cristianos tienen que ser un modelo que rechaza ver a los trabajadores como un medio deshumanizado de producción”. En esto como en tantas otras cosas, Schaeffer fue un pionero de un cristianismo evangélico que parece que ya ha desaparecido… ¡Quiera Dios que un día vuelva!

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[title]Por un año más[/title]

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